Manifiesto generacional

«¿Hemos conquistado la realidad al punto de exhibir gloriosamente lo que consideramos una vida común y corriente, o estamos creando una nueva narrativa que refleja más nuestros anhelos que nuestra autenticidad? Realidad y sueño, ¿cómo distinguirla en nuestra generación? Somos conquistadores y prisioneros al mismo tiempo. Aceptemos o no, todos estamos condenados a ser parte del manifiesto»


Daniela se despierta a las cuatro y media de la mañana para ir a trabajar a un lugar que no quiere. Jashua terminó con su pareja y dejó la universidad para trabajar en un corresponsal bancario. Carlos tuvo una oportunidad para redimir su vida pero en su lugar escogió las drogas, volvió a casa y sus padres lo mantienen. Carmen tuvo dos hijos y después de muchos años ha vuelto a pensar en ella. Al Dogor lo mataron por andar en la pandilla que yo pude abandonar a mis doce años. Mari murió a sus veintidós años. Juan, a pesar de ser un mal hijo y amigo, fue premiado con una vida en Australia. Andrea y José siguen haciendo lo mismo que hace diez años sin que eso les importe. Angélica no ha terminado la universidad ni piensa hacerlo, pero ahora es revolucionaria. Rubiela quiere ser una mujer feliz pero su ex esposo y su hijo aún la golpean. Así podría continuar durante muchas páginas, si quisiese. Los nombro porque ellos tienen algo en común, ninguno de los citados supera los veintiocho años. Ellos son mi generación, su generación y nuestra generación. Son la realidad que solemos ocultar tras el velo de la adultez venidera. Perdemos nuestra libertad por aceptar supuestos de responsabilidad, mutilando nuestros sueños y deseos. Y así continuamos, siguiendo esquemas y estructuras que nos dan solidez ante la incertidumbre de la vida. Del sentido de la vida.

Los que creímos escapar del ciclo de nacer, crecer, reproducirnos y morir, nos encontramos con más ciclos, más esquemas y más estructuras. El gran entramado que llamamos sistema. Corremos desesperado con nuestro afán infantil de querer conquistar el mundo, de levantar las alas, de ser felices y ayudar a los demás. Buscamos por todos lados y encontramos cavernas donde escondernos. Cavernas que aunque no lo queramos aceptar, muy por dentro de nosotros mismos, sabemos que también son sistemas. Luchas que llegan de años inimaginados, ídolos caídos en guerra y reivindicado como los mártires. Patria, clase, partido o ideología, ¿qué diferencia hay? ¿Qué hacemos con nuestra generación? Pasan los años y los nuestros, al igual que cada uno de nosotros, aporta algo. Sea el desinterés, sea el desánimo, el resentimiento, el compromiso, la alegría y expectativa. Cada hombre y mujer de nuestra generación da un paso al frente y firma con su propia vida aquel Manifiesto Generacional que nos hará reconocibles algunos años. Siglos si estamos de suerte…

Yesica se fue hace cinco años de su pueblo pero creyó que podía representar los sufrimientos de esa gente en mecanismos de participación. Miguel es una persona con discapacidad y aunque ha hecho pequeñas cosas por su pueblo y su gente, nadie le dará nunca una mano. William ocupa varios cargos en los mecanismos de participación juvenil y además es concejal de su pueblo, pero vocifera que todos los jóvenes deben de conseguir participación. Ellos, lamentablemente, también son nuestra generación. Representan intereses propios, ajenos y usan su voz para hablar por los jóvenes. Nuestra generación. Y así los vemos en las noticias, periódicos y canciones de la época.

Ahora tenemos nuestras propias vitrinas de reconocimientos personales, colgamos nuestros premios, reconocimientos y fotos con personalidades populares de nuestra cultura. Las redes sociales han incrementado la comunicación masiva y la perdida de la conciencia de la propia indigencia. Pero también han aportado un sentido a nuestro manifiesto. ¿Un sueño o la realidad? Hace cien años un escritor judeoaustriaco escribía con agonía: Conquistamos la realidad y perdimos el sueño ¿Qué queda hoy de eso? ¿Hemos conquistado la realidad al punto de exhibir gloriosamente lo que consideramos una vida común y corriente, o estamos creando una nueva narrativa que refleja más nuestros anhelos que nuestra autenticidad? Realidad y sueño, ¿cómo distinguirla en nuestra generación? Somos conquistadores y prisioneros al mismo tiempo. Aceptemos o no, todos estamos condenados a ser parte del manifiesto. Nuestros medios solo empeorarán el carácter velado de lo que significa dejar huella. Se nos desvanecen los días en los trabajos y pantallas. Construimos nuestras vidas bajo el reflejo distorsionado del “mundo real”, llevándonos a cumplir las estúpidas predicciones apocalípticas de algunas culturas. No es nuestra culpa, lo sé. En pocos años se nos acabará la juventud y todos veremos como se sumerge en las tinieblas aquellas fantasías que nos guardábamos para nosotros mismos. Y quedara en nuestras conciencias la pregunta sobre lo que hicimos, creímos y vivimos. Siendo esto el pilar más fuerte de nuestro Manifiesto Generacional.


Todas las columnas del autor en este enlace: Juan Camilo Parra Avila


Juan Camilo Parra Avila

Soy filósofo de la Universidad Industrial de Santander, escritor y gestor cultural en El Cocuy Boyacá. Director de la editorial independiente Espeletia Ediciones y representante legal de Los Eudaimones, empresa filosófica y cultura.

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