Cuando recién llegué a Medellín le pregunté a una de mis compañeras de estudio que era de aquí: ¿cuál es la música típica de Antioquia?, ella miró al piso, sonrió y me dijo: “acá no tenemos música propia… el tango no es nuestro y no se te haga raro escuchar el sanjuanero reencauchado con las canciones del verde”. Me sentía como en un limbo, pues en mi tierra cuando se oyen los bambucos y los sanjuaneros no hay corazón que no lata más rápido. Efectivamente fui comprobando que las rondas antioqueñas era lo más cercano a la música típica de la región y que muchos ni siquiera sabían existían.
Hace unos días miraba en el periódico que reparten frente a la puerta de la Universidad, un título grande que hablaba de una nueva versión del himno de Antioquia estrenado el día anterior por la televisión local. No me quedé con la intriga de leer las críticas, los comentarios al que parecía ser un nefasto atentado contra la cultura y los símbolos de la antioqueñidad.
No dudé en buscar la nueva versión. Al escucharla fue inevitable sonreír durante toda la reproducción. Admirado de ello no he podido sacarme estos días aquel “oh, libertad que perfumas…”. Y es que el himno de Antioquia es más bello de lo que hubiese pensado de un pueblo “sin música típica”.
El video me sirvió para muchas cosas. Al fin entendí lo que mi compañera hablaba de la música propia. Antioquia no es solo las beldades que aparecen en las pantallas grandes y chicas sino que es Urabá, y Bajo Cauca, y Valle de Aburrá… Antioquia es flores, mar, indígenas y vallenato. Antioquia es afrodescendencia, innovación, arte y cultura. Antioquia es más. Y ¿cómo quiero yo pedirle a un pueblo construido en la historia de tantas culturas construidas por el peso de la tiempo un mismo sentir?
Yo no soy antioqueño pero esta nueva versión del himno muestra el pluralismo de la cosmópolis paisa. Es una inclusión de todos los que en ella transitan y actúan… un himno con el sabor y a las tonadas de todo un departamento que vibra con la sangre y el corazón de sus hijos. Vallenato, cantos ancestrales, ritmos contemporáneos, todos fusionados para mostrar íntegramente lo que es Antioquia en todo su esplendor.
Personalmente creo que esta versión del himno no podría ser más que el mejor regalo al bicentenario de la independencia, una muestra al país y al mundo entero todo lo que uno puede encontrar aquí. La Antioquia del metro, de colombiamoda y de “viejas buenas” sigue vigente, solo que a la par tiene la que ansía levantarse de la crisis social y las catástrofes políticas del decenio pasado: la Antioquia moderna y llena de cultura.
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