“Hoy el país aplaude de pie una de las obras más importantes, necesarias y esperadas del país: el túnel de La Línea. Una obra monumental de excavación de 8,65 km de longitud que la convierte en la más larga de su tipo en Latinoamérica, cuya concepción inicial hay que buscarla por allá en los albores del siglo XX cuando ya se pensaba en una vía que agilizara el transporte entre el centro y el suroccidente del país.”
Por estos días regresan a mi memoria aquellos recuerdos de infancia cuando mi mamá partía de casa hacia su pueblo natal Ipiales -la ciudad de las nubes verdes- enclavada en ese tapete de colores del hermoso altiplano nariñense. Mientras mis abuelos vivieron, esos viajes fueron sagrados cada víspera de carnavales de blancos y negros. Un recorrido por tierra de casi 24 horas que ella decía preferir hacer de noche en el trayecto Bogotá-Cali para no sufrir el estrés de los trancones por las curvas de La línea; y de día en el sentido Cali-Ipiales, para aminorar cualquier posibilidad de caer en los retenes de la guerrilla, recurrentes por esas épocas al sur del Cauca. Afortunadamente nunca fue víctima de estos últimos, de los cuales solo supimos por noticieros. Lo que si yo no encajé fácilmente en comprender fue eso de las curvas de la Línea.
Años después las sufrí literalmente. Creo que fue por allá en el 2005 cuando en el carro familiar emprendimos viaje. Mi papá decidió poner a prueba mis recientemente adquiridas capacidades de conducción, y dejarme al volante en el trayecto Cajamarca-Armenia, tremendo reto para un primíparo en las carreteras colombianas. Recuerdo como el carro, un Mazda 323 apenas rechinaba cada vez que lo aceleraba en segunda para adelantar un gigante de carga, pues la siguiente curva no daba mayor holgura de sobrepaso, sobre todo cuando iba subiendo. De que manera había conocido La línea y la dicotomizante tortuosidad de sus rectas.
Mi primer contacto con un gran proyecto de infraestructura sería precisamente el Túnel de La Línea, cuando ya en el último año de mi carrera de Ingeniería Civil, el profesor de la materia Construcción con equipos organizó una visita a los trabajos de excavación del túnel piloto. Durante dos días me acerqué por vez primera a conceptos como RQD, recobro, rezaga, convergencias, arcos, revestimientos, etc., que luego ocuparían parte de mi jerga ingenieril. No imaginaba que en mi ejercicio profesional tendría mucho que ver con el comportamiento de suelos y rocas.
Hoy el país aplaude de pie una de las obras más importantes, necesarias y esperadas del país: el túnel de La Línea. Una obra monumental de excavación de 8,65 km de longitud que la convierte en la más larga de su tipo en Latinoamérica, cuya concepción inicial hay que buscarla por allá en los albores del siglo XX cuando ya se pensaba en una vía que agilizara el transporte entre el centro y el suroccidente del país. Y si bien, este túnel que forma parte del proyecto Cruce de la Cordillera Central es el de mayor importancia por su longitud, lo complementan otros 24 túneles, 31 viaductos, 3 intercambiadores y 30 kilómetros de doble calzada, que en su totalidad entrarán en servicio en abril de 2021, según lo ha informado el INVIAS.
Cuesta creer que un proyecto que como pocos tuvo en un túnel piloto la posibilidad de conocer de antemano toda suerte de aspectos y particularidades geológicas haya tenido tantos inconvenientes durante construcción del túnel principal. Cuestión que pone de presente lo clave y determinante que representa una adecuada y rigurosa exploración geotécnica y geológica así como el valor de una correcta caracterización en la etapa de diseños. Aspectos de ingeniería que parecen básicos, pero que muy frecuentemente los presupuestos minimizan y le dan un rol secundario.
Pero más allá de las dificultades propiamente técnicas que usualmente enfrentan este tipo de obras, en el Túnel de la Línea confluyeron varias falencias en cuanto a planeación y contratación de la obra. Así lo ha hecho saber el Ing. German Pardo, presidente de la Sociedad Colombiana de Ingenieros y un verdadero experto en la ingeniería de túneles. Según él, el error primigenio en la contratación del proyecto fue adjudicar al oferente más barato, pues con una licitación por 1,2 billones no era lógico que se adjudicará por 630.000 millones, 53% del valor global estimado. La siguiente falencia que resalta tiene que ver con contratar el proyecto bajo un llave en mano, modalidad que afirma no es común en este tipo de proyectos pues la responsabilidad del riesgo debe ser compartida. Al final, el proyecto no cumplió los precios ni plazos de ejecución: terminó costando un 500% más y su construcción requirió de un plazo adicional de siete años, en parte debido a una serie de deficiencias constructivas. Todo un cóctel de falencias técnicas, contractuales y constructivas que explican groso modo el escabroso recorrido para que este proyecto finalmente viera la luz.
No obstante lo anterior, un aspecto positivo a resaltar a partir de la experiencia en los últimos años de ejecución de este proyecto es el importante rol que juega una Veeduría Técnica Especializada, donde los técnicos y la ciudadanía pueden hacer seguimiento a los avances, cronogramas y presupuestos de los contratistas. Como corolario de esto, para proyectos en marcha y futuros, las sociedades y asociaciones regionales de ingenieros tienen en estas veedurías una herramienta sin par para la consecución de sus fines misionales, pues les permite poner en escena toda su capacidad técnica y científica durante la construcción de las obras, de la mano de organismos de control como las contralorías. Indiscutiblemente, su papel gremial es liderarlas y observar la mayor transparencia en todos los procesos.
En fin, apenas una breve mirada a la obra que este viernes verá la luz. Será tarea de contratistas, técnicos, ingenieros, INVIAS y gobierno nacional sacar las lecciones que correspondan sobre esta emblemática obra de infraestructura, pues del análisis tanto de errores como de aciertos se podrá apuntar a una mejor ejecución de tantos otros proyectos de ingeniería que el país requiere, donde valga decir, no han sido pocas las obras que han estado en la palestra de la crítica últimamente. Esto, mientras miles de viajeros, turistas, transportadores de carga y comerciantes empiezan a ser beneficiarios de un recorrido más corto y seguro por la cordillera central. Por su parte, a mi madre le llegó la hora de modificar su itinerario de viaje y disfrutar durante el día la majestuosidad de los países cafeteros, y así también la imponencia de estas obras que han demostrado lo que es capaz la ingeniería Colombiana.
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