Lucía y la Comunicación

Hace tres años que vivo con intensidad el más hermoso, apasionante y complejo reto de mi vida: ser padre.   Lucía nació el mismo día, -99 años después- que la diva María Félix y, exactamente el mismo día que murió  la Dama de Hierro, Margaret Thatcher.

De entrada confieso que soy un pobre padre enamorado que me derrito ante las miradas, las preguntas, las caricias e incluso las ruidosas pataletas con sus previsibles finales y sus altas dosis de disculpas, arrepentimientos y reconciliaciones.  No intento ser objetivo en esta reflexión.

Como cualquier papá, podría utilizar el espacio de 5 o 6 columnas para contarles las ocurrencias y las aventuras de Lucía. Temperamento, inspiración, coquetería, histrionismo, don de mando, ritmo, entonación, autonomía, talento…¿qué padre no haría una lista igual o más abultada?  Pero me voy a limitar a comentar algunas pocas frases y respuestas que me han sorprendido, emocionado y que creo, y espero, hablen de la educación, el entorno y los valores de nuestros hijos.

Lucía ha crecido rodeada de adultos y, salvo este emocionado narrador, casi exclusivamente de mujeres.  Quizás por esto ha desarrollado una gran capacidad para comunicarse.  Su madre, sus hermanas, su abuela y las mujeres encargadas de acompañar su educación temprana son, en general, muy buenas comunicadoras: transmiten lo que sienten, lo que quieren y lo que no quieren, de manera directa y explicita, con asertividad y oportunidad.

El primer caso “emblemático” que quiero compartir ocurrió hace más o menos 8 meses.  Lucía llegó a la casa con una muy bien delineada y marcada dentadura en su antebrazo derecho.  De su jardín infantil ya nos habían informado que uno de sus compañeros(as) (quien en las comunicaciones institucionales permanece anónimo) había mordido ese bracito regordete en diferentes ocasiones y que las profesoras trabajaban el tema.  Inicialmente Lucía no estaba muy interesada ni entusiasmada en comentar lo ocurrido.  Finalmente, y luego de unos días, nos contó quién la mordía.  A mí no me interesaba saber quién era el “mordelón”, pero sí qué sentía Lucía y cuál era su percepción de la situación.  ¿Por qué crees que fulanito(a) te muerde? le pregunté.  Siguió un silencio corto y luego como un rayo: “Papi ¿sabes? Fulanito(a) habla muy poco.”

En esa respuesta, directa, corta y concisa, Lucía transmitió un cúmulo inmenso de conocimiento y enunció una sentencia profunda.  Hablar, expresarnos con palabras, nos permite acercarnos y reconocernos. Morder, golpear y agredir es lo contrario, y es  posiblemente una consecuencia de no expresar verbalmente lo que se siente.  Aun en ese entorno de niños y niñas pequeños, quienes apenas están empezando a relacionarse y a comunicarse y todavía no han desarrollado bien la palabra, se reconoce muy bien la necesidad de hablar y la dificultad y el riesgo que otras vías de expresión implican.  Lucía,  entendió a sus 2 años y medio que Fulanito(a), cuando la muerde intenta decir algo y su incapacidad para comunicarse lo lleva a agredirla.

Papá empeliculado, dirán algunos, pero a mi me encantó que Lucía explicara el hecho problemático sin entrar a juzgar o señalar al responsable.  Me encantó que se refiera al autor de su “tatuaje morado” sin rabia y sin miedo.   Me encantó, finalmente, que  haya puesto la palabra en un punto alto y que plantee la dicotomía lenguaje-violencia.

El segundo momento que quiero compartir se dio este fin de semana. Cuando le preguntamos a Lucía cómo se había sentido durante la fiesta de cumpleaños, nos contestó: “Sentí que me cantaba el corazón y me salieron lágrimas de felicidad”.

El gran pensador del universo y de nuestro espacio en el mismo, Stephen Hawking aterriza en la comunicación y dice: “Hablar nos permitió la comunicación de ideas, permitiendo al ser humano empezar a trabajar unidos. Para construir lo imposible. Los más grandes logros del ser humano vienen por hablar. Y los más grandes fracasos por no hablar.”

En la comunicación y en la palabra nos encontramos, nos reconocemos, nos definimos.  Con la palabra curamos mordeduras, rescatamos “mordelones” y compartimos la canción del corazón.

Santiago Londoño Uribe

Abogado, Magister en Derecho Internacional y DDHH y en Procesos Urbanos y Ambientales. Exconcejal de Medellín, Exsecretario de Gobierno de Antioquia.

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