El triunfo que tuviera el Pacto Histórico el 13 de marzo nubló la conformación ideológica del Congreso, puesto que por más que sean la bancada más fuerte de la corporación, la inclinación de esta sigue siendo hacia la derecha. Muestra de ello es que el 57% del Senado apoya públicamente a Federico Gutiérrez, doblando el apoyo hacia Gustavo Petro, restringiendo por lo tanto la potencia transformadora de un posible gobierno progresista.
A pesar de esto, la narrativa del candidato continuista sigue resaltando la supuesta demolición que emprendería su contrincante y culpar a éste de los males actuales y futuros, cuando en rigor es el monopolio del poder encarnado hoy en el gobierno saliente el que ha disminuido la calidad de vida de millones en el país.
Otro aspecto que recalcan los por ahora seguidores de Gutiérrez, quienes no demorarán en cuadrarse tras Rodolfo Hernández en caso que este pase a segunda vuelta, incluyendo al propio candidato, son los supuestos vínculos corruptos de Petro y sus alfiles. Los acercamientos del Pacto hacia fuerzas tradicionales han abierto la puerta a estos cuestionamientos, sin embargo, por más que se busque filiaciones concretas en términos de clanes y vinculaciones a condenados por corrupción o por paramilitarismo por la vereda del petrismo, los resultados son nulos o forzosos.
La situación es muy distinta en términos de quienes apoyan a Federico Gutiérrez. ¿En qué sentido? Consultando los perfiles en redes sociales de quienes conforman el Senado 2022-2026, 61 senadoras y senadores apoyan su candidatura, y todos pertenecen a partidos que hacen parte del gobierno de Iván Duque. Pero además, revisando investigaciones como las de Fundación Pares y Cuestión Pública junto a publicaciones de la Silla Vacía y de periódicos nacionales y regionales, de estos apoyos, 35 heredan votos de alguna estructura política; del total, 40 pertenecen a algún clan; también, de todos los que le apoyan, 25 tienen relación con algún condenado por parapolítica, fue mencionado por algún paramilitar en alguna declaración o posee presuntos vínculos con estructuras paramilitares; y 47 de los 61 tiene o tuvo casos abiertos en la Corte Suprema de Justicia o está vinculado a algún caso judicial.
Podríamos ir más allá. Según las mismas fuentes, 14 senadores y senadoras que apoyan públicamente a Federico Gutiérrez son herederos políticos pertenecientes a clanes que a la vez tienen algún grado de vinculación con parapolíticos y/o paramilitares y están vinculados con casos judiciales. De hecho estos 14 son los únicos de los 107 senadores electos que cumplen los cuatro criterios mencionados en el párrafo anterior, es decir, que la corrupción en el Senado vota Gutiérrez.
Ahora, revisemos cada criterio.
En primer lugar, en todo el Senado, son 66 senadoras y senadores que heredan votos de 40 padrinos. Del total, 35 herederos políticos votan por Gutiérrez, los cuales reciben votos de las estructuras de 34 avales, entre los que destacan Fuad Char, Zunilda Daza, Vicente Blel, Eduardo Pulgar, Álvaro Ashton, Musa Besaile, Habib Merheg, Ruby Chagüi y Mario Uribe, algunos de estos condenados por parapolítica o están vinculados o condenados por casos de corrupción.
En segunda instancia, sobre los clanes políticos, 45 miembros del Senado pertenecen a alguno, de los cuales 40 votan por Federico Gutiérrez. En total, 32 de los 35 clanes que hacen presencia en el Senado apoyan a este candidato. De estos, destacan los clanes Char, Suárez Mira, Gnecco, Ramírez Pinzón, Cotes, Blel, Aguilar, Nueva Fuerza Guajira, Musismo y Ashton Fortich. De estos 40, 30 ya hacían parte del congreso (23 reelectos y 7 que llegan desde Cámara).
En tercera instancia, 25 de los 27 miembros del Senado que tienen algún grado de vinculación con parapolíticos o paramilitares votan por Federico Gutiérrez, sean estos vínculos presuntos o porque son familiares o amigos de condenados, denunciados o capturados, o bien tienen investigaciones vigentes o archivadas por este motivo.
Finalmente, la última categoría corresponde a senadoras y senadores que tengan algún grado de cuestionamiento judicial que no corresponda al uso político de la justicia (lo que se denomina Lawfare[2]), sea porque han tenido o tienen casos abiertos en la justicia, o bien estén relacionados con condenados por violaciones a la ley o corrupción, incluyendo los grandes casos como Odebrecht y el Cartel de la Toga, entre otros. De los 107 electos en marzo, 60 cumplen este criterio, de los cuales 47 votan por Federico. De estos, 28 son reelectos y 7 son representantes.
Ahora bien, si recogemos los cuatro párrafos anteriores y los ponemos en términos de opinión pública, se puede sostener que del Senado, la mayoría de los herederos políticos, la mayoría de los clanes, la mayoría de los vinculados en algún grado con el paramilitarismo y la mayoría de quienes tienen o han tenido asuntos judiciales votan por Federico Gutiérrez.
En este sentido, vale la pena preguntarse ¿cuál es la finalidad de culpar a otras candidaturas de los pecados de la suya? Y además, si a lo anterior le sumamos que todos los senadores y senadoras acá contabilizados son miembros de los partidos que hacen parte del gobierno saliente, ¿por qué insiste Gutiérrez en lavarse las manos respecto a ser el heredero de Iván Duque y Álvaro Uribe?
Las encuestas han mostrado que el candidato continuista, y que representa aquello que ha agotado la paciencia y la fe en la política de la población colombiana, ha llegado a un techo electoral, viéndose incluso alcanzado por Rodolfo Hernández, aunque las encuestas suelen subestimar la distorsión que causan las maquinarias electorales y la compra de votos.
De todas maneras, en caso de haber segunda vuelta y que Hernández superase a Gutiérrez, lo más seguro es que todos estos trapos sucios que hoy se cuadran tras el candidato oficialista, pasen a las huestes del Ingeniero bajo el discurso de frenar a Petro. En este orden de ideas, no hay que dejarse engañar, la única forma de frenar la continuidad de la corrupción en el poder es superar los miedos e ir a votar a consciencia, sabiendo qué candidatura apoyar si lo que usted quiere es cambiar el país.
Por Simón Rubiños Cea. Coordinador del Grupo de Investigación en Desarrollo Territorial, Paz y Posconflicto GIDETEPP- UNAL e Investigador de CELAG. [email protected]; [email protected].
[2] Ver por ejemplo, https://www.celag.org/observatorio-lawfare/
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