“ Si son tan verracos para la guerra, ¿por qué se escudan en los indefensos? No solo marchitaron los sueños de unos pequeños sino que deterioraron la esperanza de un pueblo entero que hoy prefiere vivir en silencio con tal de salvar su propia vida y la de los suyos. ”
Han transcurrido cinco años y un poco más de tres meses, de conocerse la historia de dos niños que dieron su vida en favor de enemigos silenciosos. Uno de ellos tomó el artefacto explosivo que le dieron sus capataces y lo lanzó en dirección a un grupo de policías que realizaban una jornada deportiva en una cancha de la localidad.
De este lamentable hecho que enlutó a varias familias en el municipio de Tumaco, solo se supo que tras el atentado podría haber presencia de algún grupo insurgente.
No era la primera vez que algo así ocurría en el departamento de Nariño, pues en una ocasión anterior, otro menor de edad también resultó siendo víctima mortal de una atentado similar en el municipio de El Charco.
Me pregunto ¿a cambio de qué ellos arriesgaron tanto? O mejor aún ¿cómo los convencieron para emprender semejante misión? porque no creo que estos niños desconocieran la magnitud del riesgo al que se enfrentaban manipulando explosivos. Que corrieran intentando escapar del siguiente acto procurando salvarse, habla muy claro de que contemplaban las posibles consecuencias.
Frente a este hecho pululaban diversas conjeturas, que señalaban que ante la precariedad y miseria que vivían respecto a su entorno familiar y socioeconómico, estos dos menores hicieron un trato inocente a cambio de la mejora de sus condiciones de vida y las de sus seres queridos.
Pese a que el Código de la Infancia y la Adolescencia refiere muy claramente en el artículo 20, los derechos de protección, puntualizando que los menores de edad serán salvaguardados de las guerras, los conflictos armados internos, el reclutamiento y la utilización de los niños por parte de los grupos armados organizados al margen de la ley, no es posible cumplir a cabalidad con esta garantía. Se incumple la mayor parte de la legislativa porque tanto las autoridades como los núcleos familiares no tienen forma de minimizar o dar la pelea a cambio del bienestar de los menores.
Ojalá no los olviden porque de esta manera los mantendrán vivos en sus corazones y sus historias serán el marco para la no repetición de estos hechos y menguar un poco el desasosiego que hoy asedia a los habitantes de este departamento y a las familias de las víctimas.