Los intelectuales pobres

“Nuestra sociedad necesita no sólo formar burócratas, necesita también crearle a todo el mundo la ilusión de que es una persona con posibilidades, con futuro, y de que la educación es un «ascensor» social. […] Nuestra sociedad necesita crear y alimentar la ilusión -de la cual vive por lo demás- de que es una sociedad democrática, en la que hay movilidad social e igualdad de oportunidades. Esta ilusión se expresa en el manido cuento del individuo que llegó a ser lo que sus padres no eran y que sirve para demostrar que la nuestra no es una sociedad cerrada, sin movilidad social. […] Hay gentes a las que se les permite estudiar filosofía y no pueden vivir más que de reproducir como profesores de filosofía, lo que aprendieron como estudiantes. […] Una persona que quiera ser escritor, poeta o pintor, encuentra en algunas ocasiones, en una sociedad como la nuestra, algún margen de supervivencia, o vive sacrificando sus posibilidades de éxito a cambio de otras satisfacciones. La universidad institucionaliza parcialmente esta realidad, ofreciendo un conjunto de carreras que el mecanismo del desarrollo económico no requiere. […] Con mucha frecuencia son una extraña mezcla de científicos y marginados”.

Estanislao Zuleta


“La sociedad moderna deja al individuo en un aislamiento moral cruel y muy particularmente sensible en esas funciones cuya situación intermediaria y ambigua puede ser por sí misma fuente de conflictos interiores permanentes. Otras personas han subrayado el importante contingente que aportan a la paranoia ésos a los que llaman, con un nombre injustamente peyorativo, los primarios: maestros e institutrices, gobernantas, mujeres dedicadas a empleos intelectuales subalternos, autodidactas de todas las especies”.

Jacques Lacan


  “Si se quieren esclavos no se les tiene que educar para ser señores”

Friedrich Nietzsche


He visto profesores de primaria y profesores de secundaria terminar sus jornadas con un semblante de agotamiento y de frustración estremecedor. La presión psíquica ejercida por coordinadores y rectores -que actúan como capataces de haciendas esclavistas- sobre los profesores es descomunal. Sobrecarga “académica”, es decir, mayor tiempo de horas de clase sin respiro alguno. “Horas libres” que son utilizadas para llenar los miles de formatos e informes burocráticos que se han inventado. Y a esto se suma el desconsuelo de enfrentarse a unos jóvenes y a unos niños que sin saberlo se han convertido en imperceptibles “tiranuelos” del más elevado egocentrismo nunca antes visto. Los chicos ven en sus profesores a los más “fracasados” de la sociedad. Y en verdad, los profesores con los sueldos que reciben y con la tremenda frustración social que cargan, difícilmente, otra imagen, pueden reflejar. Los profesores que están en instituciones privadas deben someterse a las ideologías y morales religiosas de los dueños del colegio. Y los profesores de carrera en el Estado gozan de mejores sueldos y estabilidad, pero con cargas psíquicas difíciles de ponderar.  

He visto a profesionales de todas las áreas del conocimiento engrosar las filas de desempleados con un mayor desconsuelo, dado que nadie les responde por el esfuerzo académico que hicieron; la mayoría terminan ejerciendo otros oficios que nada tienen que ver con sus pergaminos, historiadores, politólogos, sociólogos, trabajadores sociales. Tener un pre-grado, hoy día es como no tener nada.  Si no se tiene el dinero para hacer un doctorado, ser profesional es una perogrullada que ya ni prestigio da. Una pléyade de profesionales en Humanidades y otros tantos en Ciencias deambulan por el país por fuera de los circuitos académicos y laborales. Muchos con los saberes del mundo en sus cabezas y sin la más mínima oportunidad para encontrar un lugar decoroso en la sociedad. Colombia es uno de los países del mundo que menos invierte en investigación y mucho menos en el respaldo económico a sus intelectuales. Ellos tienen que buscar refugios en otros escenarios distintos a los de su saber. Hoy día una Maestría en Colombia está en un promedio de 25 millones de pesos, cifra que miles de profesiones no tienen; y como es sabido, sin título de maestría, el intelectual con su pregrado no tiene opción alguna para ingresar laboralmente a ningún lugar. Ese diploma de pregrado no servirá ni para pagar una cerveza en La Polonesa en el parque Bolívar, para sentarse a ver la estatua de Bolívar, quizá sí, para sentarse en el cartón y mirar al cielo. 

Lo más grave es que el sufrimiento lo padece cada uno de forma individual, ya sea porque las circunstancias lo obligan a adoptar una sumisión para mantener su pequeño sueldo y ser un sobreviviente. Ya sea porque se encuentra en la mayor soledad. Los intelectuales pobres están por todos lados y nadie los quiere ver. Este es un problema más de la sociedad colombiana que poco se ha enfrentado. Quizá alguno encuentre por algunos meses una buena opción laboral, pero esto en su suceso ínfimo que poco o nada cambia el fenómeno de raíz y que azota a un considerable número de intelectuales y creadores. 

Lacan señaló oportunamente que los ´intelectuales pobres´ son personas cuyo sufrimiento psíquico nada tiene que ver con una tendencia orgánica a la neurosis (el intelectual siempre visto como el bicho raro, el loco, el desadaptado), sino que simplemente, estas personas sufren por que han sido excluidas económicamente de la sociedad, su existencia sólo es entendible en el sentido de un materialismo, el “materialismo histórico”. Y que estas personas, al no ser incorporadas efectivamente en los sistemas productivos de la sociedad, algunas encuentran lugar en los colectivos de militancia de toda índole, algunos en comunidades religiosas, muchas veces en los movimientos y militancias de izquierda. (Los partidos políticos de izquierda no han querido admitir este fenómeno, dado que, en sus filas, terminan un gran número de personas excluidas económicas de la sociedad, y cuya única integración es en la colectividad política. Todo partido tiene sus “locos” medianamente aceptados, por lo demás, porque generalmente son los más fieles a su “comunidad”, no tienen más donde estar).

Con el triunfo del presidente Gustavo Petro se encendieron las ilusiones, pero poderosas fuerzas reaccionarias han impedido las reformas sociales que se han propuesto. Se ha puesto en discusión terminar, por fin, los contratos por prestación de servicio, modalidad en moda, y que quita toda estabilidad social, pero aun sigue imperando este tipo de contratación. Aun es solo el Estado el que brinda la ilusión de un puesto decoroso, pero entre los concursos públicos por méritos cuyo proceso es tan lento y desconsolador en sus resultados,  «pague el pin» y siga soñando. Y la realidad concreta, los puestos políticos, por compadrazgo o cuotas de los mismos partidos reaccionarios que aun siguen repartiendo la torta entre las tres ramas de los poderes en Colombia. 

Para terminar de acribillar al sujeto, ahora la moda es cuando te dicen: «¿Ya te reinventaste?», «¿cuál es tu emprendimiento hoy?», «¿y si te vuelves influencer?» Y la mayor ira –para el intelectual marxista, nietzscheano y freudiano- cuando alguien -con mala o buena voluntad- le invita a «revisar sus chakras, los cuerpos energéticos». O el tradicional consuelo: «Dios proveerá».

Sigue existiendo un gran número de la población, funcionarios de contratos de tres meses, contratos por prestación de servicios, educadores, filósofos, funcionarios temporales, desempleados que por el camino de la ilustración se superaron en conciencia, pero que, al identificarse en el rol de intelectual, perdieron la capacidad de algún oficio manual, no sirven ni para obreros, ni para comerciantes…. Ellos son los intelectuales pobres…. y nadie se quiere percatar de ellos.

Volvamos a preguntar: ¿Será muy delirante decir?: 

¡Intelectuales pobres de todos los rincones de Colombia, uníos!.

Frank David Bedoya Muñoz

Frank David Bedoya Muñoz (Medellín, 1978) es historiador de la Universidad Nacional de Colombia y fundador de la Escuela Zaratustra. Fue formador político en la Empresa Socialista de Riego Río Tiznado en la República Bolivariana de Venezuela. Ha publicado “1815: Bolívar le escribe a Suramérica”, “Relatos de un intelectual malogrado” y “En lo alto de un barranco hay un caminito”, libro que reúne cinco relatos, un ensayo y dos conferencias sobre la vida y obra del Libertador Simón Bolívar. Actualmente es asesor en el Congreso de Colombia.