Los elementos fundamentales pero invisibles en el arte (comas, puntos, composición, estructura y peso)
De antemano ofrezco disculpas a todos aquellos que lean el presente artículo y piensen que el tema a tratar resulta demasiado obvio o por demás de perogrullo. Pero con certeza puedo decir que para muchos otros lectores no será así, pues en el desarrollo de mi vida laboral y académica he notado, no sin extrañeza que personas que han dedicado largos años al estudio de sus carreras profesionales, presentan dificultades a la hora de hacer un uso correcto de los elementos que en el presente artículo se exponen. Siendo por lo tanto importante, poner de relieve que no resulta en un simple capricho la redacción de este escrito, más sí resulta importante concientizar a quien así lo desee, sobre el uso y mejoramiento de la aplicación de los elementos que a continuación se exponen.
La naturaleza, máximo exponente de la perfección en la creación, nos presenta con su obra toda la gama de elementos necesarios para que el hombre, haciendo uso de ellos, y mezclándolos con su capacidad de raciocinio e instinto natural hacia lo bello (o lo perverso), pueda crear nuevas formas de expresión diferentes a la verbal, tales como las visuales, musicales y literarias, sin querer con esto decir que la expresión verbal se deba descartar como forma de expresión artística, pues tal y como ocurrió en los inicios intelectuales de la humanidad, los principales elementos de identificación cultural de una sociedad se daban mediante la práctica de la transmisión oral de las costumbres, creencias y normas. Pues bien, visto en la actualidad el panorama de las artes, sea cual fuere la que se desee analizar, debemos dirigir nuestra mirada a elementos que casi siempre pasan de forma inadvertida o “invisible” por nuestras retinas, pero que, a la hora de valorar la obra en toda su expresión, se convierten en elementos fundamentales para el correcto entendimiento de las mismas.
Tomemos como ejemplo inicial la literatura. Siempre, cuando nos sentamos a leer un libro, sentimos como las palabras nos abrazan de una forma maravillosa, creando en nuestro cerebro ese mundo fantástico plasmado con tinta en las páginas, pero poco o nada nos damos cuenta que para el correcto entendimiento de ese texto tan apasionante, debemos recurrir al uso de otros elementos que pasan desapercibidos pero le dan la mayor parte de la dinámica a la lectura, y estos son los signos de puntuación, necesarios, indispensables, no solamente para separar un párrafo de otro, sino para dar coherencia, velocidad, evitar ambigüedades y aportar ritmo a esa lectura que estamos desarrollando, y de la correcta lectura que hagamos de tales signos será nuestra comprensión de aquel cumulo de palabras que se contienen dentro del libro. Véase cuán importante es el uso de tales signos de puntuación que puede quien quiera hacer un ejercicio sencillo, tomando un texto, cualquiera que sea, y borrarle todos los signos de puntuación. Seguramente no será fácil realizar una lectura comprensiva de dicho texto una vez se desconoce dónde va la coma o el punto.
Igual ocurre con la ortografía y las tildes, que oportuno sea decirlo en este momento, constituyen uno de los elementos que enriquecen nuestro idioma, dando personalidad y acentuación más allá de simplemente formaciones silábicas que construyen palabras y oraciones. Son por mucho, elementos definitorios y distintivos de términos que de construirse sin miramiento de sus características gramaticales, terminarían por confundir los significados e intención del escritor al momento de crear su material escrito.
Tales signos de puntuación, no solamente se ven aplicados en el mundo de las letras, se les puede encontrar en otras artes, como la música, donde se representan a través de “figuras” características que le otorgan valores específicos a los silencios, fortes, staccato, y otros, permitiendo dar dinámica a la música, pues tal arte necesita obligatoriamente contar con elementos que representen con fidelidad su lenguaje, y, como si no pareciera cierto, el silencio, por ejemplo en la música, resulta necesario y vital para dar cuerpo a la pieza melódica interpretada, pues sin los silencios, resultaría completamente saturada y por demás desordenada y monótona la agrupación de tantos sonidos.
Las artes visuales como la pintura, la escultura y el diseño gráfico no se quedan atrás, pues de la comprensión y correcta lectura de los elementos de composición, fuerza, peso, movimiento y color, se logra el éxito o no de una pieza de tal naturaleza. Y no es necesario manifestarle al observador que esta o aquella obra contiene su fuerza en el volumen de las formas o en el peso de sus masas, pues dichos conceptos se han venido desarrollando con el paso del tiempo y se ha presentado la mutación de las artes hasta concepciones irregulares o fuera de lo académicamente establecido, pero no se ha perdido aun ese elemento instintivo por el manejo de los elementos que constituyen la obra. Si no es peso, es volumen, o color, pero siempre sigue ligado el concepto de lo artístico a esa base compositiva instintiva con que nos ha dotado la naturaleza, a partir de donde, de su existencia misma surge la obra de arte, pues si nos confundimos viendo una pintura abstracta y no logramos entender por completo que pretendía expresar el artista al momento de realizarla, basta con mirar escenarios como bosques o selvas vírgenes que pareciera fueron creados de forma aleatoria y caótica en algunos casos, pero coherente en su más íntima concepción, tal y como funciona con esa obra abstracta que no logramos comprender, pero que por un motivo que muchas veces no nos tomamos la molestia de analizar nos genera atracción o rechazo.
Tal vez estemos demasiado acostumbrados a lo convencional, al concepto básico de los elementos del arte, y tomamos los esbozos o elementos más grandes para digerir la obra con rapidez por lo que nos despierta interiormente, pero no observamos que existen aquellos pequeños elementos que son como el agua que tomamos para hacer una buena y correcta digestión de toda esa información que está entrando en nuestras mentes y en nuestros sentidos.
Dos de las características más importantes que ha desarrollado la humanidad han sido la comunicación, y la materialización de ideas, trayéndolas de la concepción mental a la manufactura final, ya sea con fines prácticos, artísticos o simplemente sustentados en la curiosidad (elemento igualmente importante para el desarrollo de la sociedad como la conocemos en la actualidad), y de esta búsqueda milenaria por desarrollar más y mejores canales comunicativos y prácticos, se han dado los elementos que sirven como pauta para el correcto desarrollo de tales ideas y su correcto entendimiento e interpretación. Basta con ver cualquier creación de la mano del hombre, siempre sigue el patrón definido de constituirse un todo a partir de muchos elementos minúsculos que se soportan unos a otros para que se logre una funcionalidad final de la idea concebida y llevada de la práctica.
Resulta valioso realizar tal comparación de la concepción humana con la creación de la naturaleza, pues ésta es claro ejemplo de lo que pequeñas piezas pueden llegar a constituir en un momento especifico (un solo árbol no constituye un bosque, ni unas cuantas hojas constituyen un árbol). Así por ejemplo, el cuerpo humano no es solamente un cuerpo, es la sumatoria de una cantidad de elementos, órganos, fluidos, y rasgos que si bien todos tenemos, le hacen único, siendo materia de la misma materia de que están hechos los demás cuerpos humanos. Así el arte es la composición de muchos elementos pequeños que se prestan para el fin de un todo, y ese todo debe ser armónico, coherente y real.
Puntos, comas, estructura, composición, pesos, masas, volumen, sin importar el arte de que se trate, son necesarios para darle lógica a ese cuerpo llamado obra, y el cómo sea utilizado por su autor es lo que le da el sello indeleble de su creación, aquello conocido como estilo.
La invitación es a buscar esos elementos pequeños en las diferentes expresiones artísticas que llegan hasta nuestras manos, para lograr así, un mayor disfrute de la obra que se nos presenta como una propuesta estética y por qué no, encontrar en ella elementos que antes eran invisibles a nuestros ojos por haber fijado nuestras miradas en los grandes rasgos sin ver las pequeñas cosas de que está compuesta el arte.