Los Balvins, Malumas y Fajardos en el paro…

“Vemos también los que fueron obligados a montarse al bus de la discordia, que gracias al protagonismo social que tomó la manifestación entendieron sentirse acorralados por la opinión pública que con desespero demandaba una posición política de ellos; los hay desde líderes políticos y artistas de toda índole hasta intelectuales y revolucionarios de garaje. Menciono los Balvins, los Malumas, los Fajardos que ante la presión social salieron con desmedido cinismo y luctuosa resignación a manifestar un apoyo que más allá de tenue, sonó a falsedad”.


No pequemos de ingenuidad, tampoco dejemos que el paroxismo termine por nublar la poca conciencia crítica que nos queda. Esta desbordada exaltación popular debe tener, repito, un encausamiento que admita cambios sustanciales para el devenir de la nación. Comenzaría por indicar que como mínimo entendamos los tipos de personas que apoyaron el paro nacional, los que no y si nos da para más, reflexionar sobre los destinos de ese apoyo. Pienso que ahí podríamos encontrar con mediana facilidad contextos propicios para comprender hasta dónde nos ha traído la historia y esbozar variados escenarios que marquen los rumbos que con arduo esfuerzo vamos a transitar.

La efervescente manifestación está hecha de una muchachada de indignados, en su gran mayoría jóvenes estudiantes (muchos incluso menores de edad), escolares que han venido tomando conciencia de la realidad económica y social del país; jóvenes que pasaron de una eclética posición política a una sentida y comprometida voluntad de poder; también se compone de docentes férreos y honorables campesinos, de inexpugnables indígenas y en general de una clase obrera desesperanzada. Estos, podrían decirse, fueron y siguen siendo el alma de la reivindicación social; son quienes han dejado la sangre en las calles y con un arresto inimaginable mantuvieron vivo el paro. A la orilla, algunos viejos que con algo de remordimiento sienten que les han fallado a estos marchantes, sienten que en su juventud no tuvieron la decencia moral de plantarse de frente ante nefastos gobiernos que los vieron palidecer en un vértigo que nubló cualquier posibilidad de resistencia.

De otro lado están aquellos que resistieron y siguen resistiendo a la distancia, con el deseo inmenso de ser parte de esa elogiosa parva de protagonistas. Entre ellos se encuentran los médicos, enfermeros y enfermeras, personal de salud que lucha desde otros frentes; abuelos, padres y madres envejecidos que siguen arengando la protesta desde sus corredores, balcones y ventanas.

Vemos también los que fueron obligados a montarse al bus de la discordia, que gracias al protagonismo social que tomó la manifestación entendieron sentirse acorralados por la opinión pública que con desespero demandaba una posición política de ellos; los hay desde líderes políticos y artistas de toda índole hasta intelectuales y revolucionarios de garaje. Menciono los Balvíns, los Malumas, los Fajardos que ante la presión social salieron con desmedido cinismo y luctuosa resignación a manifestar un apoyo que más allá de tenue, sonó a falsedad. Esos, sin duda, pregonan la defensa insultante de un espurio sentir popular; esos, sin duda, hacen parte de aquella derecha impasible y vergonzante.

Hay otros silenciosos apoyadores del paro que se les podría definir, para estos menesteres, como “izquierdistas vergonzantes”, que sintieron en sus adentros una alegría contenida por la gran manifestación; sin embargo, enclosetados en su absurdo arribismo, temieron ponerse en evidencia con esa clase rica y dominante, temieron manchar un linaje del que ni siquiera hacen parte.

Finalmente están los matarifes que vieron (ven) en el alzamiento popular la oportunidad “legítima” de barrer con ese espectro de la sociedad que tanto los hastía y les estorba: los pobres. Estos recios defensores de la institucionalidad traqueta, alborozados con la muerte de civiles, pregonaron contradicciones por todos lados y utilizaron alevosamente a las fuerzas estatales (Policía y Ejército) que en medio de su incapacidad para hacer una lectura crítica de lo que pasa, terminaron violentando y en algunos casos matando a la ciudadanía, esa que hace parte de la misma estirpe a la cual ellos pertenecen.

A grandes rasgos son estos los tipos de apoyo y oposición que enmarcaron la manifestación social. Ahí podemos encontrar posiciones ideológicas, hacer lecturas del panorama político que se avecina, entender los lugares desde los cuales se para cada individuo en una problemática social determinada. Y saber que más allá de la algarabía incesante que nos causa este gran despertar, debemos permanecer atentos al nido de caimanes que busca, sin un ápice de vergüenza, rentabilizar su imagen apoyándose sobre la frenética indignación de un pueblo que sí tiene una lucha justa.

Jorge Jiménez Zapata

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