Los 8 Jinetes

Las habilidades duras de una persona poco a poco, aunque no todas, las transmitimos directamente a la IA. Gran parte de lo que somos lo estamos transfiriendo sin reservas a las intrincadas redes neuronales de la IA.


Solo se tiene temor a aquello que no se conoce. Cuando se conoce vagamente, el temor lentamente se disipa. Algunas personas están expectantes ante lo que puede ser el avance de la inteligencia artificial (IA) en sus áreas de desempeño laboral, al punto de sentir amenazada su permanencia en el puesto de trabajo. Otras experimentan el temor de facto en cuanto a su inmediata sustitución por una IA.

Los vientos gélidos del temor van desapareciendo cuando se conoce al potencial enemigo. Y para ayudar en ese nuevo conocer, se propone un sencillo sistema de criterios para determinar qué tanta posibilidad hay que una persona sea impactada por la IA en el campo laboral en el que se halla inmersa.

Un primer criterio, bastante elemental, es determinar si una actividad es operativa, administrativa o creativa. Una actividad operativa como abrir o cerrar válvulas, tomar muestras de agua, activar controles está en bastante riesgo por ser reemplazada por la más básica IA. Del mismo modo, una actividad administrativa como recibir correspondencia, enviar correos electrónicos, administrar agendas de reuniones, responder llamadas y sistemas de mensajería, posee gran riesgo de automatización mediante IA. Mientras que una actividad creativa es adaptativa a las necesidades del contexto con respuestas únicas o espontáneas, resultando muy compleja para ser emulada.

Conocer las herramientas utilizadas en una labor es fundamental para perfilar un empleo como vulnerable ante la IA. Este es un segundo criterio importante. Si se usan herramientas o equipos en el proceso existe algo de probabilidad que el aprendizaje de máquina sustituya esa labor. Una labor realizada netamente manual es difícil de ser sustituida por un robot, debido a que, dependiendo la complejidad de la misma, necesitará más grados de libertad y emular movimientos humanos, lo cual hace más compleja la tecnología asociada.

Un tercer criterio para analizar es la frecuencia de realización o repetitividad de la labor. Entre más repetitiva sea una tarea laboral, existe la posibilidad que sea automatizable. Desde la perspectiva humanística, una persona puede repetir una labor a diario, pero la puede hacer añadiendo algo diferente, haciendo que el concepto de repetitividad se desvanezca un poco y se aleje de la lupa de la IA.

El siguiente criterio es el que está relacionado directamente con las habilidades inmersas en la actividad, las cuales se clasifican en dos: duras (o técnicas) y blandas (o socioemocionales). Las habilidades duras de una persona poco a poco, aunque no todas, las transmitimos directamente a la IA. Gran parte de lo que somos lo estamos transfiriendo sin reservas a las intrincadas redes neuronales de la IA. Por ahora la inteligencia emocional, la empatía, la respuesta emocional, entre otras, aunque se están llevando al campo de la programación y generación de complejos algoritmos, resultan difícil por el momento (pero lo están logrando), debido al alto grado de entrenamiento.

Un quinto criterio es la visibilidad e incidencia de la labor. Cuando una empresa se encuentra en un plano de incidencia local, digamos un emprendimiento familiar o una empresa con muy pocos trabajadores, se mantendrá alejada de la IA. Por el contrario, si una empresa es una gran trasnacional, con presencia a nivel nacional e internacional, no tardarán los ejecutivos en buscar la manera de disminuir gastos en salarios y prestaciones sociales de empleados, realizando cíclicamente análisis financieros, evaluando posibilidades de automatización de labores y aplicación de la IA.

Aunque todo lo anterior marque la ruta de forma positiva de automatizar un empleo, no sucede así. En este sexto criterio se evalúa la posibilidad de automatización mediante robótica e IA. Este criterio busca responder: ¿qué tan sofisticada será la IA para reemplazar un humano o que tantos grados de libertad requerirá el robot para lograr la automatización? Hay labores humanas que requieren robots muy sofisticados que, incluso no se han fabricado y globalizado aún.

Lo anterior, lleva indudablemente a evaluar los costos de implementación de la IA. Este séptimo criterio compara los costos de la IA con respecto de los de tener humanos. Por ejemplo, si son bajos en comparación con los de la mano de obra humana incluida prestaciones sociales, es asequible implementarla. Si son altos en comparación con costos de mano de obra humana incluida prestaciones sociales, no sería beneficioso implementarla, al menos no por ahora y según el horizonte de tiempo empleado para el análisis y el retorno.

Un último criterio es el escenario socioeconómico de la implantación de la IA. Se analizan las cuestiones externas que pudieran amenazar su operación y funcionamiento. A este respecto se analizan los escenarios de aplicación de la IA en consonancia con el estrato socioeconómico circundante, seguridad física y jurídica, escolaridad de los potenciales usuarios, ubicación geográfica, sistema penal, entre otros. Este criterio se divide en varios niveles, entre ellos: óptimo, aceptable y no aceptable, siendo el no aceptable aquél donde el escenario externo no es satisfactorio para la implementación de la IA.

Antes de evidenciar temor ante un posible enemigo (o amigo, depende del lado de la historia en que te sitúes), es fundamental conocer las oportunidades y amenazas reales y proyectadas que podría presentar la IA a la forma cómo se ejerce una labor hoy día. Quienes se asocien con ella podrán ser más productivos y descubrir las alucinaciones y redundancias que actualmente presenta, pudiendo identificarlas y evadirlas, aprovechando al máximo todo su potencial. Al tener mayor disponibilidad de tiempo, se podrá hacer uso de ese ‘ocio creativo’ para optimizar la labor que realices. Y obviamente, esto te aleja de la posibilidad de ser sustituido.


Todas las columnas del autor en este enlace: Erlin David Carpio Vega

Erlin David Carpio Vega

Ingeniero Ambiental y Sanitario, Especialista Tecnológico en Procesos Pedagógicos de la Formación Profesional y Magíster en Ciencias Ambientales. Más de 15 años de trayectoria en el sector público y privado. Docente, Instructor e Investigador. Autor de varios artículos científicos, capítulos de libro y libros de investigación. En la actualidad es Instructor del Área de Gestión Ambiental Sectorial y Urbana del SENA. También es columnista en El Pilón.

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