Colombia

Colombia querida. Colombia asesina. Colombia, cómo te quiero, cómo te extraño. Madre mala. Mala patria. Colombia, patria sucesiva. Un día estás mal y al otro estás peor. Quieta Colombia. Constante. Estacionaria. Inalterable. Permanente. Patria disparatada, contradictoria. Paradójica. Alienada, tocada, que un día matas de sed con tus sequías y al otro de hambre con tus tormentas insanas y tus torrenciales ríos. Desquiciada. No conoces la mesura. O todo o nada. Loca. Que robas con la DIAN y matas con las armas del ejército. Las del ejército y las de las incontables guerrillas, y las de los atracadores impunes que si no matan cuando menos roban armados de valor y con un revólver ese papel miserable que en ti produces y afuera nadie quiere. Engañosa, mentirosa. Engañas a tus hijos, Colombia insana. Ingenua, que te acuchillas cada tanto, y con facilidad te olvidas Colombia amada de tus heridas. Colombia mía. Colombia, cómo te quiero, cómo te extraño…

¿Estamos mejor o estamos peor? ¿Es que podíamos estar peor?

Hablan los fusiles. Cacarea la lora. Incesante la maldita. Habla Petra: Petra la lora…

¡¿Qué?! ¿Me van a matar? ¡Petro! Así a secas. Sí. Sin el formalismo, sin el presidente, sin el santo. Al que no le guste que me lo diga; que me lo diga a mí que soy paciente, que yo le explico. Pero déjenme, déjenme que sigo. Gustavo Petro: nos asfixiamos. Nos están asfixiando. Ustedes y los bandidos de la guerrilla. Y las BACRIM. No nos dejan respirar. Mientras usted ultraja a la pobre prensa -pobrecita la santa-, a los colombianos nos están masacrando los delincuentes. La guerrilla camina por las ciudades como quien es dueño de ellas, y va disparando impunemente a lo vivo y a lo muerto. Los atracadores de la calle intimidan y matan y se roban los carros ante los inútiles ojos de la policía. Ante los ojos de la estrella gigante. Ya no añoran los callejeros la oscuridad asesina de la noche. Ahora también es asesina la claridad del día. Todos los vemos y nada pasa.

Y entonces se indignan ante las cámaras los santos legisladores, aprovechadores; loritos parlanchines del capitolio. ¿Es que no ve? Al ministro lo cogieron a rajatabla los desvergonzados, como si respeto provocaran los benditos, dizque porque están muy preocupados. Claro que no tanto como los salvadores de la capital. Otra vuelta más, otro cuatrienio. Y éstos hablando de lo mismo. Que de la seguridad. Que de aquel tema de urgencia, imperativo, importantísimo. Que se mamaron. Ya pusieron la queja. Que aquí roban y matan.

Hablan estos incorruptibles sujetos, indispensables, esquemáticos, técnicos pero pragmáticos, como quien ha engendrado la verdad. Porque no la sueltan. En la palabra se han sentado los señores. Que ahora sí se van a solucionar los problemas. Que ellos sí saben cómo.

¡Qué va a tener arreglo nada! Demagogos. Aprovechados. No tiene arreglo esa ciudad como no tiene arreglo este país.

Ya le vi la cara, a usted que me lee. Que tan deslenguado. Que eso tampoco es así. Que respete, que no sea tan loco. ¿Loco? Loca ésta; la que describo. Buenaventura, Fortul, La Plata. Tierralta. Locas todas.

En el Huila, en La Plata, se pasean estos guerrilleros matones, narcotraficantes, por las calles del pueblo como se pasea Pedro por su casa. En paz. Caminan los libertadores, encapuchados, sus botas de caucho sobre las enmontadas carreteras, enfusilados, armados hasta los dientes. Como rambos. “FARC EP FRENTE ISMAEL RUIZ”, escriben orgullosos sobre la pared de una iglesia estos incansables soñadores. FARC con c. Sí, FARC, señores periodistas y caudillos, no FAR; FARC, con la c después de la r, la r de revolución.

En Fortul, sin embargo, Arauca, departamento asediado desde siempre y para siempre por esta intelectualidad enfusilada, se meten de una vez dando bala a diestra y siniestra a la estación, no vaya a ser que se convenzan los hijos de la patria que ya se les olvidó matar. No vaya a ser pues, que se acostumbren éstos a salir y a volver vivos a la casa. Porque, me disculpará usted que es feliz y tranquilo, pero en ésta nuestra querida patria no sabe uno si a la casa vuelve o no vuelve, o se demora, o vuelve a medias. No sabe uno si de repente un día común y corriente va pasando sobre un puente y en un abrir y cerrar de ojos se deshace el maldito y termina uno precipitándose sobre un torrentoso río, desplazándose acelerado hacia él, y pasando de una vez por todas al otro lado. Por eso o por una bala que se abre paso por entre dos inútiles cuencas. Por entre los ojos o las tripas. Por miles, cientos de miles o millones. No sabe uno.

En Tierralta se disfrazan los soldados de la patria, como cual Duque, de guerrilleros encapuchados. ¡Como si no provocaran ya el miedo suficiente, por Dios bendito!

En Buenaventura las bandas criminales y el narcotráfico se apoderaron de las calles y se disputan el territorio a bala. Se amenazan los delincuentes entre sí. El comisionado de paz, contundente, anuncia la instalación de una mesa de paz. Y listo.

Yo, por mi parte, alejado de todo, espero ansioso aquella primera línea férrea, elevada, que se desplazará pronto sobre las tupidas selvas colombianas y se originará en esta pujante ciudad portuaria. Hay quienes dicen que aquel proyecto no es viable, yo respetuosamente, difiero. Es imprevisible la vesánica. Y bueno: es que así tendrán los habitantes bonaverenses motivos suficientes para salir a arriesgar la vida por fin, en la calle. Usted pone la primera estación y al otro día no le cabe un alma. Salen a conocerla, entre las balas y lo que sea. Descabellado no es. Ese es el empujón que necesita la región. Viven todos debajo de la cama, dizque porque asoman la cabeza y los descabezan. Que desperdicio. Es que la gente es exagerada.

Mientras tanto los honorables congresistas, así como se dicen ellos mismos allá metidos en el epicentro de la mentira y del engaño, en su capitolio -suyo de ellos-, ellos, los señaladores profesionales de ministros, preocupados, deciden iluminados por fin, cambiarse ese sueldo miserable que tenían. Así como habían prometido. Bueno, no exactamente. Se lo subieron. Es que aquí subir es bajar y bajar es subir. Y lo bueno es malo y lo malo es bueno. Pa allá es pa acá y pa acá es pa allá.

Aquí, aquí, aquí. Es que yo estoy sin estar: estoy sin estar y vivo sin vivir… Colombia querida, madre mía, déjame ya, suéltame ya, loca, que me estás enloqueciendo a mí.

En este país el Estado atraca, la policía mata, éstos son los dueños de la palabra y los guerrilleros adornan las ciudades. Bogotá, miércoles cinco de julio. Ese día, le digo usted que es escéptico por naturaleza, y hasta cierto punto olvidadizo, amaneció la bella ciudad capitalina sobre su meseta, a sus ocho mil quinientos pies de altitud, entre las montañas y las nubes, repleta toda de pancartas. De amenazas. Dizque para intimidar a los bogotanos.

¡Qué se van a intimidar los bogotanos! ¡Qué se van a intimidar los colombianos! Décadas y décadas llevan estos inocentes corderos viendo y viviendo las mismas desgracias. Ya se acostumbraron. Se acostumbraron ya los colombianos como se acostumbraron luego los sirios, y ahora los ucranianos, que salen a estudiar y terminan debajo de un edificio derrumbado por una bomba. Ante el silencio del mundo. Nada pasa. Se acostumbraron ellos y nos acostumbramos nosotros. He dicho aquí ya que aquí hemos los que se mueren y los que vemos. ¡Ingenuos!

Pero y entonces, querida clase media-alta arribista que protesta: ¿se descuadernó Colombia? Pregunta tonta. Colombia nació descuadernada. ¿Y entonces qué hacemos? Empiezan las campañas. Ya empezaron las loras a cacarear, a regurgitar. En Medellín, así como en aquella bella ciudad grafitada, la mencionada, se acabaron los problemas. Así es. Ahora sí se acabaron los bandidos. Porque ha dicho. Ha dicho Fico que conoce la fórmula resolutiva. Eso y que aquellos a quienes se opone valerosamente, valiente como ha sido siempre, han decidido “correr” la línea ética, y que eso es inaceptable. Eso sí, cuando era presidenciable no se despegaba del innombrable clan del Atlántico. Arturo Char, ahora, que para colmo de males ostentó en su momento la presidencia del senado, le digo a usted que no se acuerda, y que renunció a su curul con el motivo de perder su fuero y no ser investigado entonces por la Suprema Corte, sino por la fiscalía, ha sido imputado y recientemente capturado por corrupto. Arturito, oh Arturito. Oh Fico, amado rey eterno de los medellinenses: ¿qué pasó con los principios éticos, Fico? Que depende, como todo en Colombia, que depende. Ah y que quiere ser alcalde, sí, otra vez, pero que no descarta una futura candidatura presidencial. Que tampoco. Que sí, y que sí. Y que sí.

¿Qué hacemos, pues? Que insistidera. Yo qué voy a saber, hombre. A mí no me pregunte. Los problemas conmigo y las soluciones con ellos. Colombia así como está no tiene arreglo y el único voto moral en este país es el voto en blanco.


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Santiago Montoya Gómez

Actualmente curso Negocios en la Universidad Central de Florida y estudio para ser piloto. Vivo hace unos años en el exterior, desde que me gradué del colegio. Soy quindiano, de Armenia. Me fui del país en la búsqueda del conocimiento de pensares nuevos y diferentes, y con el motivo de asumir una posición alejada, una perspectiva exterior que me permitiera visualizar la vida del país desde otro escenario. He aprendido mucho de la vida y he crecido significativamente durante estos últimos años. Quiero aportar a Colombia. Todos los días trabajo en eso.

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