Logoi – Mancha

Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.
– Mauricio Montoya y Fernando Montoya

Dos activistas del grupo medioambiental “Riposte Alimentarie” (Respuesta Alimentaria) irrumpieron, el pasado 28 de enero, en una de las salas del Museo Louvre de París, donde se halla el cuadro de la pintura “Mona Lisa” (o Gioconda) del pintor florentino del Renacimiento Leonardo Da Vinci. Estas mujeres, armadas con termos de lata, llenos de sopa, lanzaron contra el cuadro un pringoso líquido de color naranja que tuvo por objetivo manchar la obra del polímata italiano, y, así, según la consigna de las activistas, reivindicar el derecho a la alimentación.

Las asaltantes al museo repetían arengas que argüían el derecho a una seguridad alimentaria sostenible: “¿Qué es más importante? ¿El arte o el derecho a una alimentación sana y duradera?”, gritaban, mientras realizaban su acción performática.

Esta forma de protesta (curtiendo, manchando: poniendo una mácula para ensuciar el nombre del objeto o el personaje que se quiere avergonzar, en nombre de alguna causa) no es nueva. La Mona Lisa, antes, ya había sido atacada, robada y perseguida con distintos fines.

Otros cuadros famosos y, si se quiere importantes de la Historia del Arte, han corrido con la misma, o peor suerte. La pintura “La ronda nocturna” del holandés Rembrandt ha sufrido tres grandes ataques (1911, 1975 y 1990). También “Los girasoles” de Vincent Van Gogh (una de sus versiones y, tal vez, la segunda pintura con mayor importancia del artista después de “La noche estrellada” según los galeristas imperantes en el mundo del comercio del arte), fue atacada con sopa de tomate en 2022, en el Museo National Gallery, por las activistas del grupo medioambiental “Just Stop Oil”, bajo la consigna “¿qué es más importante (otra vez la arenga de marras), la vida o el arte?”.

En este contexto, mancha es la palabra en la que queremos hacer hincapié en nuestra columna de hoy.  El vocablo viene del latín, “mácula”, y tiene su significado en el español como “mancha”: “Peca en la piel”. “También impureza moral”. Hay otras definiciones para mácula en el latín: malla o red, que nos lleva a otra palabra como, por ejemplo, majada, que significa lugar donde se recoge de noche el ganado, posada, o albergue… Así las cosas, la definición de esta palabra (mancha) es una red polisémica que, en sí misma, abarca muchos indeterminados lingüísticos.

Pero, ¿qué tan posible es estar al margen de la(s) mancha(s)?

El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pio IX declaró el dogma de la inmaculada concepción de María, un axioma religioso que afirmaba que la madre de Jesús, María de Nazareth, había nacido sin mancha, en otras palabras, no había sido portadora del pecado original como el resto de los mortales.

Una creencia que se conmemora hasta hoy por millones de fieles católicos y algunas doctrinas cristianas. Institucionalizando así una devoción que se proyecta hacia alguien superior y que nosotros, simples humanos, no alcanzamos plenamente, ni siquiera con el bautismo (aunque la Iglesia católica sostiene que gracias al bautismo el ser humano queda libre del pecado original. Sin embargo, las manchas o pecados a los que somos proclives, no desaparecen jamás).

En el campo internacional, verbigracia, la palabra mancha es protagonista en escenarios como los de la contaminación ambiental, en especial, cuando se trata del derramamiento de alguna sustancia, generalmente petróleo, en océanos y fuentes hídricas. No obstante, una de las manchas más recordadas en los últimos tiempos es aquella que ostentaba con orgullo, en su cabeza, M. Gorbachov. Un lunar sanguíneo que es conocido en la medicina como la «mancha de Vino Oporto» y que le sirvió a Gorbachov para ser considerado uno de los hombres más temidos en el mundo occidental, pues aquella mácula hizo que lo catalogaran, entre muchas cosas, como el anticristo. No olvidemos que Gorbachov era el líder máximo de la URSS y que por aquellos tiempos, el mundo jugaba a la guerra fría.

Pero también hay manchas indelebles, esas que no se borran fácilmente y quedan en el imaginario colectivo, como un manto de duda, a pesar del intento de limpiarlas. Limpieza que muchas veces realiza, de manera inocua, el mismo causante de la mancha.

Casos como el de la bastardía (nacer como producto de una relación por fuera del matrimonio o de la unión legal, considerándose así bastardo o hijo natural) o aquel de la pureza de sangre (trámite que debía realizar una persona para demostrar que su sangre era pura y no estaba mezclada con ningún grupo o etnia inferior) bastarían para mostrar el peso de las manchas que, hasta hoy, impone una sociedad.

Un ejemplo nacional es el de Sigifredo López, exdiputado del Valle del Cauca, que fue secuestrado con varios políticos de su región por la guerrilla de las Farc en el año 2002 y que tras su liberación (2009) fue sometido a un escarnio nacional e internacional al ser acusado de cómplice de las Farc en el secuestro y asesinato (2007) de sus compañeros, todo por una nariz, no precisamente la de Pinocho, sino una que los medios de comunicación colombianos divulgaron como prueba para acusar a Sigifredo de ser el autor intelectual del crimen contra sus compañeros de la Asamblea Departamental.

Toda una historia que incluyó un show mediático, una imputación, una orden de captura, un desprestigio particular, una retractación a medias y una indemnización de más de 500 millones de pesos que el Estado Colombiano tuvo que pagar al exdiputado (Sigifredo López) por una especulación de la Fiscalía y una irresponsabilidad de los medios en relación con una nariz y un mentón. Un hecho que manchó, a pesar de haber sido declarado inocente, el nombre de Sigifredo López, pues las consecuencias tras la acusación de complicidad con las Farc, bien podrían asociarse con aquella famosa parábola, atribuida por algunos a San Felipe Neri, en la que un maestro escucha a uno de sus discípulos hablar mal e infundadamente de uno de sus compañeros. Ante el hecho, el maestro llama al discípulo, le pide que tome una gallina y se vaya caminando hasta el pueblo, mientras que le va quitando, una a una, todas sus plumas; cuando ya no tenga plumas, le dice el maestro, retorna y trata de recoger todas las plumas que tiraste en el camino. Una tarea imposible para el discípulo que demuestra lo difícil que resulta revertir una difamación o calumnia que mancha injustamente a una persona, pues ya lo decía J. Goebbels, al afirmar, que una mentira repetida muchas veces termina por ser aceptada como una verdad.

Bajo este panorama, mancha es una palabra con tantas acepciones como contextos existan. Desde situaciones relacionadas con la asepsia (aseo) hasta acciones que buscan dejar una marca, ya sea para llamar la atención sobre algo o para denotar algún tipo de poder o control sobre alguna persona, animal o cosa.

 

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Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra. Por: Mauricio Montoya y Fernando Montoya

1 Comment

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  • Mácula: podríamos decir que es lo que se sale del orden, de nuestro mundo ideal, de un mundo limpio de pecados y dolores. Es la irrupción del mal en la tela blanca, la sombra en la luz que brilla. Buena columna, bien dateada. ¡Felicitaciones !