Logoi – Cárcel

View of what was the infirmary of the prison at Gorgona Island, in the Pacific Ocean, off southwestern Colombia, taken on November 30, 2021. - The Gorgona prison, which was located in the Gorgona Island, is on the list of sinister prisons such as Alcatraz in the United States or Robben Island in South Africa. Today, the only thing left of it, are walls devoured by the jungle and humidity and the few people visiting the place are mainly tourists who arrive in the island to dive and enjoy Gorgona National Park. (Photo by Luis ROBAYO / AFP)
Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.  
Mauricio Montoya y Fernando Montoya
 
“Preferimos una tumba en Colombia a un calabozo en Estados Unidos”
Los Extraditables – Medellín, noviembre de 1986.

 

Históricamente, el Minotauro y Teseo podrían ser considerados los primeros prisioneros de una cárcel llamada laberinto. El Minotauro en su papel de amañado (término usado coloquialmente en la cárcel para referirse a aquel que, al parecer, no quiere irse de ese lugar) y Teseo en los roles de vengador y fugitivo. En cuanto a los relatos bíblicos, por ejemplo, Jonás fue prisionero en el vientre de una ballena como castigo por haber desobedecido a Dios que lo había enviado a predicar a Nínive; mientras que Pedro, Pablo (conocido como Saulo antes de convertirse al Cristianismo) y los cristianos fueron asiduos residentes de las cárceles de Roma.

En este contexto, cárcel es la palabra que traemos para esta semana. Su etimología es latina (Carcer – Carceris) y se refería al edificio, con rejas o barrotes, en el que se recluía a los presos. Sin embargo, se denominaba también “carceres” a los subterráneos de los anfiteatros romanos, donde se encerraba a las fieras salvajes y a los gladiadores, antes, durante y después de los espectáculos circenses.

Famosas fueron cárceles como las del santo Oficio (Inquisición) en las que la tortura era el rasero puro para la confesión del reo (basta con pensar en los siete años que vivió Giordano Bruno en las celdas de la inquisición, peleando con las ratas para que no destruyeran el poco papel que le daban para escribir); la cárcel de la Torre de Londres, por la que pasaron personajes como Catalina Howard, Ana Bolena, Tomás Moro, Isabel I, el corsario Walter Raleigh, entre otros; o La Bastilla en París, conocida como el símbolo del despotismo del Rey, donde estuvieron presos figuras como el Marqués de Sade y, también, el misterioso hombre de la máscara de hierro del que se decía era el hermano gemelo del Rey Luis XIV. No obstante, su toma y destrucción, el 14 de julio de 1789, marcaron el inicio de la Revolución Francesa.

Por otra parte, filósofos como Michael Foucault, quien ha estudiado fenómenos como la sexualidad, el poder, la anormalidad y la locura, ampliaron el concepto de cárcel al asociarlo, no solamente con las penitenciarias, sino también con los centros psiquiátricos y educativos, estos últimos muy bien definidos por la banda Pink Floyd en su sencillo “Another brick in the wall”.

Otros centros de reclusión renombrados han sido la isla de Alcatraz, ubicada frente a la costa de San Francisco (California) y de la que, según fuentes oficiales, nadie pudo escapar. O la isla del Diablo, en la Guyana Francesa, sobre la que “Papillón” (Henri Charrière) escribió para contar la historia de su escape, el cual fue llevado al cine en el año de 1973, una década bastante particular, pues dos años antes (1971) la pantalla grande presentaba la adaptación cinematográfica de “la naranja mecánica”, dirigida por Stanley Kubrick, para hacer honor a la obra literaria del escritor británico Anthony Burgess, la cual presentaba toda una distopía sobre las formas de curar y resocializar a los responsables de algún delito, esto a partir del famoso método Ludovico en el que el recluso era sometido a fármacos y obligado a observar imágenes de sexo y violencia con la intención de que sintiera aversión por ese tipo de acciones.

Pero la cárcel de Gorgona, ubicada en el Pacifico colombiano y que fue bautizada así, en 1525 por el conquistador Diego de Almagro, por la cantidad de serpientes que se encontraban allí, tal vez sea una de las más interesantes. Su nombre era una alusión a las gorgonas de la mitología griega, en cuyas cabezas crecían serpientes en vez de cabellos.

Esta isla albergó, desde 1960 hasta 1984 (este año, 2024, se conmemoran 40 años de su cierre), un centro penitenciario de alta seguridad, por el que pasaron alrededor de 4.000 presos, entre ellos los condenados por homicidio, violación o por ser protagonistas de la violencia política que azotó a Colombia  durante varias décadas del siglo XX.

Miles de historias debieron de tejerse allí, muchas de ellas de terror, como lo han relatado cronistas, turistas e investigadores. «Maldito este lugar… maldito sea. Aquí solo se respira la tristeza», dejó escrito un prisionero en una pared del penal.

Sobre esta cárcel se han escrito varios textos, entre ellos: “Gorgona, imagen y realidad”, del médico Carlos E. Restrepo; “La prisión Gorgona, ¿paraíso o infierno?”, del sacerdote Isaac Bello y, “Gorgona, isla prisión: crónicas”, de Cecilia de Robledo, este último, considerado como uno de los relatos más realistas con temáticas como el sexo, la tortura, las fugas, las pesadillas, entre muchas otras más.

En la actualidad, las prisiones van desde estructuras como las construidas por Bukele en El Salvador, para encarcelar «maras» (pandilleros), hasta fragatas en alta mar que los británicos llaman refugios para inmigrantes; o cárceles inexpugnables como la de Guantánamo en Cuba; o pantallas de celulares que someten al ser humano, sin importar sexo, nacionalidad o edad, a un encadenamiento informático que, en algunas circunstancias, puede traer consecuencias legales. Incluso la cárcel.

Así las cosas, el panoptismo, en su variedad de formas de control, se hace cada vez más visible. Películas como «La Zona», series como «La valla», y obras literarias como «Sinfín», de Martín Caparrós, son más que distopías; son realidades que hemos estado madurando y de las que, tarde o temprano, también seremos prisioneros.

 

Logoi

Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra. Por: Mauricio Montoya y Fernando Montoya

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