Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.
Mauricio Montoya y Fernando Montoya
Di, ¿por qué los suspiros y el llanto que hinchaban tu pecho
al oír las desgracias de Ilión y los dánaos argivos?
Voluntad ello fue de los dioses que urdieron a tantos
la ruina por dar que cantar a los hombres futuros.Alcínoo dirigiéndose a Ulises. La Odisea – Canto VIII.
Se cree que fue un 24 de abril del año 1184 a.C. que los Troyanos, ingenuamente, abrieron las puertas de su ciudad amurallada para recibir pletóricos, a pesar de las advertencias de Casandra, una estructura en forma de caballo que interpretaron como una muestra de rendición de los griegos y un regalo de los dioses.
Este ardid, ideado por Ulises (Odiseo), se recita en el canto VIII de “La Odisea” (no en “La Ilíada” como muchos creen) y es una de las tantas historias que cuenta el protagonista mientras que retorna a Ítaca, su tierra natal. Pero no sólo Homero narra lo acontecido, también Eurípides, en su tragedia titulada “Las Troyanas”, pone en boca de Poseidón la siguiente afirmación: “El focense Epeo del Parnaso ensambló, por las artes de Palas, un caballo henchido de hombres armados e introdujo la mortífera imagen dentro de los muros. De aquí recibirá entre los hombres venideros el nombre de caballo de madera, encubridor de lanzas escondidas…”
El plan de esconder soldados al interior del caballo de madera fue la única forma de penetrar y destruir a Troya. No para recuperar a Helena, como se repite en el argot popular, sino para, por fin, controlar el Bósforo y hacerse dueños de uno de los puertos más importantes de aquel tiempo. El mismo lugar que H. Schlieman, el arqueólogo alemán, exploraría en el siglo XIX y que hoy, pertenece a Turquía, y tiene como atractivo turístico un caballo de madera gigante.
Es por esta historia que el concepto que traemos hoy está compuesto por dos palabras y una preposición: Caballo de Troya. Una expresión muy utilizada para referirse, en muchos escenarios, a una intención oculta que, no necesariamente mala, posee o tiene alguien con el fin de conseguir un objetivo trazado. No en vano, algunos estudiosos han considerado que el verdadero “Caballo de Troya” de la conquista y la colonización de América fue la religión. Algo que podríamos afirmar si pensamos en acontecimientos como las misiones jesuíticas o las apariciones de la virgen a nativos como San Juan Diego.
Sin embargo, con el tiempo, el concepto ha sido utilizado también con algunas variaciones. Es común oír decir “se armó la de Troya”, para referirse a un conflicto o a un problema de gran envergadura; o “ahí hay gato encerrado”, una frase que bien podría ser un sinónimo de “Caballo de Troya”. Incluso hoy, desde la informática, se habla de “Troyano(s)” para definir un virus que se disfraza de inofensivo, pero que puede robar información o perjudicar nuestros aparatos electrónicos.
Así las cosas, los “Caballos de Troya” son más comunes de lo que pensamos. Empresas que soslayan sus intenciones bajo la idea de la responsabilidad social o ambiental; operaciones militares encubiertas que buscan acabar con el enemigo o conseguir un objetivo (como olvidar la tan sonada y controvertida operación “Jaque” que permitió la liberación de varios secuestrados en Colombia en 2008); políticos que prometen unas cosas en campaña y hacen otras en su ejercicio; marchas que se presentan como adalid de buenas costumbres u otras como ejemplo de progresismo; y hasta prestadores de servicios que muestran sus ganancias como justas y sus donaciones como filantropía.
Excelente trabajo 👏🏻
Saludos desde Montería, Córdoba.