Inventar un montón de sonrisas para apaciguar los daños que he causado.
Darle fielmente la mano a la muerte como si fuera una vieja amiga de visita.
Quedarse encerrado entre lo aterrador del subconsciente.
Premoniciones de un futuro no muy lejano en que se avecinan catástrofes.
Absorber el veneno de la misera humana, tragarme un poquito de su desgracia.
O acaso… ¿reírme?
Sentarme junto al mal y disfrutar del dolor.
Llenar mi cuerpo de laceraciones banales que me inciten a disfrutar por fin.
Reírme porque he sido desgraciada, reírme porque he sido condenada.
Subyugada ante un destino mal escrito en donde el camino se me va haciendo borroso y los ojos se enceguecen, ya no hay pasado, nunca existió el presente y ya no sé que esperar del devenir.
Inhalo y el pecho se llena de punzadas de pequeñas agujas que quieren ahuecar mis venas, mi corazón. Adentro no hay más que un recipiente rebosado de sangre putrefacta que se ha ido descomponiendo con los años y ahora, ¿por dónde ha de escapar?
¿He de quedarme yo hecha un ovillo en el mar, en la profundidad desconocida? Mientras unas manos tiran de mis pies y halan y el fondo no es más que la mismísima negra espesura donde se encuentran los peores hallazgos y las más terribles utopías creadas por mi.
Porque he sido yo la que con estas manos sucias ha construido un refugio sin seguridad, la que ha puesto bloques uno encima de otro sin un orden específico donde cualquier movimiento podría ser una calumnia.
La que con tinta se ha marcado la piel y ha escrito terribles premoniciones, la que ha ido guardando rocas en los bolsillos en vez de andar recolectando flores, flores que se marchitan con ser tocadas; cuerpos que reviven con el tacto de unas manos blancas y frías.
¿Me ha abandonado de nuevo mi amiga la muerte? Me concede un don, me maldice con sus enigmas de la vida y me deja sola, desamparada porque estoy maldita, porque convivo muy a menudo con las sombras. Como que me pierdo entre su oscuridad infinita y olvido quién soy, y es entonces cuando me desintegro en pequeñas partículas y me fusiono con el negror.
Ya he dejado de ser una persona, no soy más que otra figura etérea que se ha dejado consumir por la noche.
¿Es acaso esto el fin?