Lo que la gente hace cuando cree ser feliz

La premisa debe ser que venimos a este mundo para ser felices pero muchos ven la existencia como un trance sin sentido, un camino de dolor y sufrimiento y hasta un infierno en vida.

El concepto de felicidad no siempre ha sido el mismo. En esta época moderna, a pesar de todo el confort que nos rodea, pareciera que somos más infelices que nuestros antepasados que vivían más felices con menos a pesar de las carencias (aunque algunos dirán que era resignación o ignorancia).

Lo que impulsa el motor de la felicidad es alimentado por los distintos ideales, expectativas, planes, sueños y placeres que cada ser humano tiene en su imaginario. De ahí que las alegrías de dos personas que habitan bajo el mismo techo pueden estar en completa contravía la una de la otra.

Lo que sí es cierto es que quienes hacemos parte de sistemas capitalistas parece que cada vez basamos más nuestra felicidad en mercantilismos de modas efímeras que nos dejan rápidamente con un gran vacío en nuestro interior y en nuestros bolsillos.

Más los jóvenes que los adultos, hay quienes depositan  su felicidad en los placeres terrenales como la rumba, las drogas, el sexo y el licor. Los ratos compartidos con amigos en medio de la euforia despertada por la música, el trago y los alucinógenos, hace que esos momentos sean interpretados como la felicidad verdadera, un sentimiento que se esfuma cuando las agujas del reloj marcan el amanecer.

Para los exigentes, la búsqueda del amor se convierte en una frustración ya que nunca encuentran a quien consideran está hecho a su imagen y semejanza, su complemento ideal o su esclavo de amor. Ninguno les da la talla, nadie es merecedor, ninguna persona los ama como se lo merecen cuando quizás proyectan en el otro lo que detestan de sí mismos.

Por el contrario, para los más románticos, la embriaguez del amor pasa a guayabo cuando depositan su felicidad en el otro y son desechados y reemplazados muy seguramente por su inseguridad, su intensidad y falta de carácter. El amor termina en decepción, traición,  desorientación y hasta pérdida del sentido de vivir.

La vejez y la impotencia son el talón de Aquiles para quienes la belleza y la virilidad son el mayor atributo de sus años mozos. La felicidad de muchos hombres y mujeres  es directamente proporcional al número de personas que atraen como moscas por su sex appeal. Inevitablemente, las arrugas llegan con los años y estos galanes y coquetas dejaron ir años maravillosos para cultivar otros atributos que permanecen y que entretienen más que la carne.

Por último, están quienes suben como palma y bajan como coco pues el poder y la fama, para muchos, son estados fugaces. Quienes durante sus quince minutos de fama derrochan dinero y gozan de autoridad, pueden terminar en el exilio y la pobreza absoluta, inundados de deudas, añoranzas y enemigos.

Muchos de los grandes infelices del siglo 21 permanecen sobre la faz de la tierra con su pesadumbre a cuestas, quejándose de todo y de todos, buscando la felicidad afuera, donde nunca la van a encontrar. Otros terminan con sus vidas de manera abrupta dejando a seres queridos llenos de dolor y de preguntas sin respuesta.

[author] [author_image timthumb=’on’]https://scontent-a-iad.xx.fbcdn.net/hphotos-prn2/t1/1796567_10151937446853683_326852548_n.jpg[/author_image] [author_info]Sandra Gaviria Monsalve Licenciada en Lenguas Modernas de la Universidad Pontificia Bolivariana con Maestría en TESOL de West Virginia University y Maestria en Educación de Maharishi University of Management. Comunicadora Social de la Universidad EAFIT. Ha sido colaboradora de la Revista El Eafitense y publicado algunos artículos en el Periódico el Mundo de Medellín y ADN. Leer sus columnas.[/author_info] [/author]

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