Lo instagrameable: Una categoría para leer nuestros días

“Las experiencias instagrameables parecen ser aquellas situaciones que se ‘construyen’ de manera minuciosa con la expresa intención de exhibirse en redes sociales. En este tipo de espacios, la subjetivación del individuo (la forma en que se relaciona con la experiencia) no suele tener mucha importancia, pues el objetivo que se persigue está más relacionado con la forma en que esa experiencia se presenta ante el público.”


Hace un par de semanas tuve la oportunidad de coincidir con un grupo de personas provenientes de Guadalajara (México), quienes debían permanecer en la ciudad durante unas cuantas semanas por cuestiones laborales. En medio de la conversación, en la cual, por supuesto, había más colombianos, tocamos el tema del itinerario de nuestros compañeros visitantes y los lugares que definitivamente debían visitar en Medellín y cercanías.

Cuando llegó mi turno de hablar, no dudé un segundo en explayarme en recomendaciones de aquellos lugares que habían despertado un sentimiento de genuina admiración en mí: la Reserva Natural Río Claro, en Doradal, con sus aguas cristalinas y sus místicas cuevas; los cafetales del suroeste desde donde puedes vivir de primera mano la experiencia del café; las cascadas de agua cristalina en el municipio de Caldas o el corregimiento de Santa Elena… En fin, aquellos lugares en donde las maravillas (naturales y culturales) de nuestro mundo se revelan ante nosotros para recordarnos el privilegio que constituye la vida misma.

Grande fue mi sorpresa cuando, al terminar mi exposición, noté que mis compañeros colombianos me miraban entre asombrados y divertidos. Percibiendo mi confusión, me explicaron, entre risas, que mis recomendaciones no venían a lugar, puesg lo que nuestros invitados buscaban ―y he aquí el quid de esta cuestión― eran experiencias instagrameables. La palabra se quedó grabada en mi cabeza y hoy, después de un par de semanas observando el mundo bajo la óptica de este curioso concepto, me decidí a escribir estas líneas.

Las experiencias instagrameables parecen ser aquellas situaciones que se “construyen” de manera minuciosa con la expresa intención de exhibirse en redes sociales. En este tipo de espacios, la subjetivación del individuo (la forma en que se relaciona con la experiencia) no suele tener mucha importancia, pues el objetivo que se persigue está más relacionado con la forma en que esa experiencia se presenta ante el público. Asimismo, la ganancia aparece representada en las reacciones que esa publicación obtiene en la red en que se publica.

Espacios como conciertos, obras de teatro, partidos de futbol y demás formas de entretenimiento no escapan a este tipo de dinámicas, sino que las alimentan, razón por la cual se hace cada vez más común ver a los asistentes más preocupados por que el boomerang que graban resulte lo más llamativo posible que por disfrutar del espectáculo que aparece frente a sus ojos.

Pero lo instagrameable no solo anula al individuo en tanto ser subjetivado, sino que también anula el valor de las prácticas culturales de las que se apropia, en tanto estas dejan de importar por su significado y pasan a ser relevantes por su valor estético o exótico y su capacidad para impactar al espectador que, desde otro punto geográfico, desliza la pantalla en busca de contenido llamativo. Para la muestra un botón: el graffitour de la Comuna 13 de Medellín, que, a pesar de los esfuerzos de muchos guías locales por significar y contextualizar, acaba convirtiéndose en un espectáculo de fondos coloridos y exotización del conflicto urbano de finales del siglo pasado.

Es así como lo instagrameable acaba creando una realidad paralela a través de la modificación de elementos como el uso de filtros, el juego de ángulos, la edición digital y demás; a la par que genera una ilusión de que los demás llevan vidas perfectas, lo cual ―como ya se ha estudiado― acaba generando inseguridad y problemas psicológicos en los usuarios de estas aplicaciones. Lo curioso, y esto es una reflexión completamente personal, es que por fuera de ese mundo instagrameable existe un mundo realmente fascinante: el de la cascada majestuosa, de las cuevas misteriosas, del hombre que trabaja con amor para producir el mejor café. Un mundo que se ve más bello por fuera del lente y sin el ruido del obturador.

Por último, cabe señalar que el concepto de instagrameable proviene de la red social Instagram, pues esta suele ser la red predilecta para la publicación del contenido que se ha descrito más arriba. Sin embargo, considero que este ejercicio es extrapolable a otras redes sociales, como es el caso de Tik Tok y la forma en que muchos políticos han optado por adoptar este formato en sus campañas: vídeos en formato corto, acompañados de música y a veces hasta de coreografías donde las propuestas pasan a un segundo plano y se prioriza el entretenimiento que se puede brindar al espectador y potencial elector. Pero eso es tema para otra columna.

Nota: La imagen de portada pertenece a una ilustración del artista francés Jean Jullien.


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Jorge Andrés Aristizábal Gómez

Historiador. Apasionado por el urbanismo, la pedagogía y los estudios culturales. El concepto de "asfaltonauta" me identifica considerablemente.

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