Homenaje a las comunidades negras en re-vuelta en el Imperio
La pandemia de la guerra
En un mundo en transición, asistimos a la construcción de un nuevo orden global, una nueva forma de Estado, sustentado con base en nuevas formas de relacionamiento, de aprendizajes, de producción, en fin, nuevas formas de control de la vida.
El Estado nación colapsa, concomitante con una democracia liberal asediada por los drones balísticos de los mass media, por el Imperio que desacralizo el territorio-nación (soberanía cero), hegemón global, que reclama ser garantía de la paz y el orden. Imperio que garantizará la pax, para globalizar al ciudadano consumidor. El imperio es imperativo para garantizar el orden. Sin orden y sin Imperio, se garantiza la anarquía y la guerra se hace constante (Ferguson).
En contextos de pandemia, se aceleran los pasos de la geopolítica y el biopoder: transitamos, a velocidades inusitadas, del complejo militar industrial al complejo militar virtual. Bajo la semántica de guerra social al coronavirus, hacia una sociedad de control – no imaginada por George Orwell en su novela 1984 y dibujada magistralmente en la serie Black Mirrow -, que combina las más diversas formas de la guerra: de baja intensidad, preventiva, fría, asimétrica, deslocalizada, global, humanitaria, aséptica, virtual…configurando un Estado de Guerra Global en Red, inaugurado el 11 de septiembre de 2001. El paso global de la modernidad de la guerra a la posmodernidad de la guerra… por lo tanto, no son guerras aisladas, sino un estado de guerra general y global (Hart y Negri). Donde el estado de excepción se ha vuelto permanente y generalizado, desvaneciendo la distinción entre guerra y política, bajo el régimen de tolerancia cero.
¿Cómo enfrentar esta situación de desbarajuste estructural, en que la preocupación central del poder es el control de la población, la clausura del parlamento, la reedición del Estado de opinión?
Lo comunitario
La multitud en Red, que desde la acción global reclama sus derechos, es un espacio que demanda ser habitado por los mundos diversos de lo comunitario, de las ciudadanías, desde un proyecto ético y solidario.
No hay posibilidad de esperanza humana, si no hay esperanza para el planeta tierra. Nadie tiene esperanza propia si no está entretejida con la esperanza de los demás, que define lo público desde la relacionalidad: un entramado de esperanzas de vida proclamado por gente rara y necia, que se reconoce en los derechos de la naturaleza.
Gentes raras y necias, desde su seno comunitario, asumen crear una/otra realidad; y no desestiman delinear un relato distinto al de CNN; un relato que reta la desolación del aislamiento decretado por la linealidad cartesiana, asumiendo una política desde la complejidad, que consiste en lograr que la gente en condiciones de desespero, de profundo sufrimiento, de desazón, vacío y muerte, aprenda nuevamente, el optimismo y la esperanza. (Maldonado).
Una nueva propuesta, otra manera de pensar, incorpora la necesidad de la esperanza y la felicidad, como utopía, porque, aquí, no se acaba la vida, sino que se está poniendo en cuestión, el proyecto civilizatorio del mundo como fábrica.
Que el pesimismo inunde los mercados y las bolsas de valores; que la esperanza habite nuestros cuerpos y el cuerpo de lo comunitario, invocación del cuerpo territorial, del cuerpo irreverente del río que habita en el cuerpo humano, donde mora el deseo y se expresan la necesidad y los sueños (Jung). El cuerpo, que comunica lo que nos habita, con todo lo que existe en el universo.
El río de agua
La comprensión de lo comunitario como constructor de relato y utopía, asume la vida como génesis que se crea así misma, es autopoiética (Marturana y Varela). Lo comunitario es re-creación de la vida y no debe responder al diseño de una genialidad individual, sino, a los intereses y necesidades del entorno río-VIDA.
Una comunidad río-agua, que se transforma pedagógicamente, porque siempre está aprendiendo.
Un río, que en su viaje, permanentemente se adapta o irrumpe, porque el agua es disruptiva.
Un río-agua que tiene memoria, y en cada inundación está recordando: volviendo al corazón.
Río, agua y comunidad que tienen como horizonte, que la vida en interacción amorosa cumpla su misión cósmica: recrear y crear más vida.
La regeneración de la vida digna, desde la bioética demanda altas dosis de creatividad, para asumir el agua (río), como ordenador de la política y del territorio. Aquí anida el sentido de salir de la lógica del biopoder y avanzar hacia la complejidad de la biopolítica.
Creatividad frente a una sociedad de control, dominada por la dictadura del algoritmo y la Big data, que, Caty Oneil, denomina Armas de Destrucción Matemática (ADM), de la libertad de locomoción, de la libertad a la soberanía sobre el cuerpo, de la libertad en su intimidad.
En lo comunitario, emergen múltiples maneras de movización, organización y creatividad para la transformación de la vida; más que en el Estado moderno, que da vueltas en torno así mismo hace 400 años.
La recreación es el dominio de la libertad, y pocas cosas tan creativas, como la autoorganización, expresión de un alto grado de libertad para nuevas acciones, con nuevas herramientas, nuevos contenidos, y nuevos lenguajes.
En tiempos de pandemia, es necesario pensar de otra manera; inventamos o erramos (Simón Rodríguez), para interpretar y responder a tiempos signados por la turbulencia, la fluctuación, la irregularidad, la emergencia y la no-linealidad, atributos de todos los sistemas vivos, entre ellos, el coronavirus.
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