Los sucesos propios de las tensiones existentes hoy entre Rusia y Ucrania, suscitan un sin número de reflexiones que, sin importar la latitud o lengua, nos remiten al pasaje histórico de lo que han sido las dos guerras mundiales por las que la humanidad ha pasado. Un cuadro de la barbarie y el horror se plasma en nuestras mentes recorriendo episodios de terror. De igual forma, y comenzando a ser más densos en las reflexiones, nos planteamos el papel de la ONU y su real apuesta por el arbitramiento en las tensiones bilaterales de los países asociados a este organismo. Podríamos decir que el papel menos importante que va tomando este organismo, va siendo cada día suprimido por lo bélico como árbitro internacional.
La carrera armamentista que propicio el periodo de la guerra fría, no solo considero avances significativos en la materia, si no que a la par, iba naciendo un nuevo arbitro entre las tensiones que los intereses nacionales iban creando para con sus vecinos. Esto toma razón en un elemento sustancial de la política militar: la disuasión. En su “diccionario militar, estratégico y político” Fernando de Bordeje Morencos, nos expone la disuasión como “la acción psicológica, política, militar o moral, capaz de obligar al adversario a renunciar a una agresión o ataque, por el peligro que ello puede suponerle.” Queda consagrado entonces, que el mostrarse fuerte propone una estabilidad.
En una intervención en la ONU Vasily Nebenzya, embajador ruso en la ONU plantea contundentemente: «Yo a esto no lo llamo guerra (…). Estamos en operación de disuasión» lo que pareciere ser un parte de tranquilad inquietante, o una retórica para minimizar el afán de los países miembros de la OTAN por desplegar sus tropas en los países vecinos de Rusia frente a la alerta roja en la que esta Europa.
Estamos dados a creer que las discusiones entre potencias, conllevan de entrada a un conflicto de dimensiones de guerra, pero la experiencia nos dice otra cosa. Hoy el ensayo «Sobre la Violencia» de Hannah Arendt nos refresca este panorama: «El ajedrez <<apocalíptico>> entre las superpotencias, es decir, entre las que se mueven en el más alto plano de nuestra civilización, se juega conforme a la regla de que << si uno de los dos «gana» es el final de los dos >>; es un juego que no tiene semejanza con ninguno de los juegos bélicos que le precedieron. Su objetivo <<racional>> es la disuasión, no la victoria y la carrera de armamentos, ya no una preparación para la guerra, sólo puede justificarse sobre la base de que más y más disuasión es la mejor garantía de la paz. »
Por la estabilidad del planeta, por no dejar que la sinrazón nos gobierne, me sumo a creer que este árbitro bélico que configura hoy las relaciones internacionales, posibilitará la paz desde la perspectiva de Mao Tse-Tung en la que unos “tigres de papel” se muestran los dientes, pero a la final son débiles y frágiles al viento y a la lluvia: un viento de humanidad, y una lluvia de la no estupidez.
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