Muchos recordarán la noticia que la Biblioteca Pública Piloto dio en plena Fiesta del Libro en septiembre del 2017 en la ciudad de Medellín: “Más de 20.000 libros llegarán a la biblioteca como apuesta del Fondo de Cultura Económica” (El Tiempo, 2017), que además de traer 60 de sus 120 colecciones, ayudará en el desarrollo y fomento de la cultura en la ciudad. Sin embargo, la noticia, según los malestares que se fueron creando entre los libreros locales y al transcurso de los días, no fue muy acogida. ¿Quiénes y por qué? La respuesta tendría más de una especulación y miles de interpretaciones, pero no vale la pena arriesgarse a dar una hipótesis, sería darle más importancia.
La intención no es escribir una columna de chismes como la revista de sociedad en la que la famosa Lady Whistledown[1] escribía sobre los rumores de la aristocracia en el siglo XIX, con su tono irónico por la banalidad de las reuniones sociales. No, mi intención va más allá de sugerir el quién y el por qué, mi cuestión va de la mano de la historia que rodea el libro y qué, por desconocimiento o falta de consciencia de muchos, terminan generando conflictos innecesarios.
Cabría preguntarse entonces, ¿cuál es la verdadera razón del malestar entre los libreros locales? ¿Por qué asusta qué el gran Fondo de Cultura llegue a la ciudad? ¿O será que en realidad sus argumentos son lo suficientemente edificados para que su miedo tenga razón? Tal vez, podría haber sucedido que el procedimiento de una entidad pública colombiana para hacer una alianza provechosa con una entidad mexicana fuera algo extraordinario o peculiar dentro de los procesos normativos para dichas decisiones, conociendo la envergadura de las pequeñas librerías y libreros de Medellín, y su crecimiento paulatino en la ciudad. Sin embargo, la decisión de la Biblioteca no debería ponerlos de pelos de punta, sino más bien aprovechar la novedad que se avecina y el referente que esa novedad traería a la ciudad.
Antes de continuar, quisiera explicar la importancia que tiene el circuito de comunicación del libro que historiadores como Robert Darton y Roger Chartier han rescatado en sus trabajos investigativos, un circuito que hace parte del mundo del libro con sus respectivos cambios en el transcurso del tiempo, y qué ha servido para crear una consciencia sobre su significado para la historia. Hablamos de un entramado que está conformado por los autores, los editores, los distribuidores, las librerías (libreros) y los lectores, que va edificando un sistema de comunicación e información. Un sistema que a la vez guarda el conocimiento y las tendencias que la sociedad va definiendo. Lo increíble que realizaron estos hombres y muchos otros, fue resaltar la importancia de cada una de las partes del circuito para ponerlos en diálogo, y descubrir que decían del pasado y del presente: qué leían y por qué. Y al contestar estos interrogantes, era otra forma de acercarse a la cultura específica de una sociedad.
Al haber llegado a este punto y resumiendo las ideas claves, observamos que cada una de las partes del circuito pertenecen a un todo, y que su sistema de comunicación está estrechamente ligado con el acceso a la información y al conocimiento para un público lector. Sí las librerías son uno de los lugares donde se fomenta la cultura por medio de los testimonios de la humanidad y las tendencias actuales de un mercado, conjugadas todas ellas en los libros, ¿no sería más bien un beneficio para ciudad de Medellín que el Fondo de Cultura abriera sus puertas? ¿No significaría eso, una apuesta más a la cultura? Y si nos arriesgamos especulando, ¿no se buscaría más bien, que cada una de las partes del circuito estuvieran en armonía, convergiendo para darle un significado al libro, a la cultura y a la historia?
Ser conscientes, y conocer cada uno de los procesos que se realizan (hasta las intenciones del diseño tipográfico), hacen que el libro, como objeto, cobren nuevos sentidos y no solo él, sino la librería como espacio y forma de relacionarnos con la cultura. De este modo, intentar responder a los interrogantes sobre el temor de la llegada del Fondo de Cultura, se reducen a una apuesta, una apuesta de conocer la historia que hay detrás del libro.
[1] La referencia hace parte del libro Seduciendo a Mr. Bridgerton de Julia Quinn, publicado por la editorial Titania.