‘‘Se ha despertado en la mayoría de los ciudadanos un gran sentimiento de solidaridad y altruismo que solo habían podido explorar hasta ahora. Afecto y confianza propia de personas que se tratan como hermanos”
Durante esta larga cuarentena, la crisis nos ha evidenciado el temor que muchos tenemos a sobreponer nuestras emociones frente a la racionalidad. Se sabe bien que éstas nunca han sido buenas consejeras a la hora de tomar decisiones porque generalmente en ellas predominan los sentimientos. Y no pienso que esté bien, o mal. Sin embargo, en tiempos un poco oscuros como este las emociones negativas tienden a agudizarse. Si bien hay quienes alrededor del mundo, intentan buscar diferentes soluciones al virus, o cómo lidiar con él, una gran parte de la población está angustiada frente a lo impredecible, lo desconocido y lo incontrolable de la situación.
Esto ha despertado en la mayoría de los ciudadanos un gran sentimiento de solidaridad y altruismo que solo habían podido explorar hasta ahora. Afecto y confianza propia de hermanos o personas que se tratan como hermanos, es la definición que encontramos en el diccionario sobre fraternidad. Un desfile de buenas acciones e iniciativas que si bien me alegran, también me llevan a reflexionar sobre la distribución de la riqueza en términos de justicia social. John Rawls expone cuán necesaria es la idea de cierta amistad cívica que cohesione la sociedad. En otras palabras, que exista cierto nivel de fraternidad (como el que hemos podido venir presenciando durante esta crisis), que impida el desarrollo de brechas tan grandes que terminen fragmentando una sociedad ‘bien’ ordenada.
Por otro lado, el confinamiento ha hecho que valoremos mucho más la importancia de la libertad individual. El liberalismo no es una ideología rígida, al contrario, la mayoría de sus exponentes defienden la existencia de la máxima libertad individual sin dejar a un lado la vida en sociedad, aunque se admita la dificultad al reconocer cuál debería ser el mínimo inviolable, pues como lo planteaba Isaiah Berlin: salvo casos extremos, la idea de la libertad negativa es valorar la no interferencia de otros en mis decisiones. Actualmente, muchas de nuestras libertades fundamentales están siendo restringidas en pro de la salud de la comunidad, sin embargo, también es preocupante hasta dónde llegarán las medidas tomadas por los gobiernos del mundo frente a una crisis que tiene a muchos entre la espada y la pared.
En fin, aunque muchos presentan al individuo y a la comunidad como conceptos dicotómicos, la realidad es que la sociedad sí necesita de la cooperación, de la fraternidad y de la solidaridad. No está conformada por individuos atomizados porque todos dependemos en cierta medida de la cooperación (y de la competencia) para sobrevivir. En este orden de ideas, mi invitación es que dejemos crecer ese sentimiento de fraternidad y solidaridad hacia los demás aun cuando todo esto haya terminado y nos resulten nuevamente indiferentes las necesidades de los demás.
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