Juan Carlos Hidalgo, actual precandidato a diputado por San José (Costa Rica) por el PUSC y Analista de Políticas Públicas para América Latina del Cato Institute, no teme en afirmar que:
“Los Derechistas Conservadores creen que usted es libre de comerciar con quien quiera y cuando quiera, pero NO es libre de acostarse con quien quiera. Por otra parte, los Socialistas de Izquierda creen que usted es libre de acostarse con quien quiera, pero NO es libre para comerciar con quien quiera y cuando quiera. Los Liberales en cambio, creemos que usted como individuo tiene la libertad de comerciar con quien quiera en el país que quiera y de acostarse con quien usted quiera.”
Partiendo de esta premisa, expongo las razones por las cuales para mí la población LGBTIQ+ –o “no straight” como prefiero denominarla– debe ser concebida como una de las más liberales de todas, y en ello me cede la razón la misma historia.
Personas con sexualidades y autopercepción de género diversas han existido muchas desde el principio de los tiempos. No obstante, el alemán Karl Heinrich Ulrichs ha sido quizás el primero en salir del armario en lo que va de la historia moderna. Fue así como en 1862, a los 37 años de edad, decidió compartirle a su familia y amigos más cercanos que era gay. En aquel entonces, dicho término no existía, así que creó uno propio: Urning, basado en la mitología griega, para referirse a lo que él llamaba el tercer sexo, es decir, los hombres que se sienten atraídos afectiva y sexualmente por otros hombres. Para las mujeres atraídas por otras mujeres creó la palabra Urninde.
Cinco años mas tarde, fue el primer hombre gay en manifestar abiertamente su orientación sexual, haciéndolo en el Congreso de Juristas Alemanes de Múnich el 29 de agosto de 1867, en el cual solicitó la derogación del artículo del código penal prusiano que penalizaba a los personas que compartían sus gustos y preferencias. Para su infortunio, fue escarnecido públicamente y obligado a callarse. Tal incómodo acontecimiento no le detuvo y en 1870 publicó Araxes: Llamada a la liberación de la naturaleza del urning de la ley penal. En una época en la que la tendencia general a tener una sexualidad distinta a la heterosexual era calificada peyorativamente, al punto de ser considerada pecado por los credos más conservadores, afirmar que era una condición humana natural y que no debía ser perseguida, de alguna manera incitaba a una revolución. A la fecha, el texto permanece vigente. En este texto Ulrichs promulgaba con total convicción:
“(…) El urning, también, es una persona. El, también, por lo tanto, tiene derechos inalienables. Su orientación sexual es un derecho establecido por la naturaleza. (…)
(…) El urning también es un ciudadano. El, también, tiene derechos civiles; y de acuerdo a esos derechos, el Estado tiene ciertos deberes que cumplir también. El Estado no tiene el derecho de actuar por capricho o por el placer de la persecución. El Estado no está autorizado, como en el pasado, a tratar a los urnings como si estuvieran fuera de la ley.
Esta claro que los legisladores tienen el derecho a hacer leyes que contengan expresiones del deseo urning, al igual que los legisladores tienen el poder de legislar sobre el comportamiento de todos los ciudadanos. Así, pueden prohibir a los urnings: a) La seducción de menores masculinos; b) la violación de los derechos civiles (ya sea por la fuerza, amenaza, abuso de personas inconscientes, entre otros); (c) la indecencia en público.
La prohibición de la expresión del deseo sexual, es decir, entre adultos que consienten y en privado, queda fuera de la esfera legal. Cualquier base para la persecución legal es insuficiente en este caso. Los legisladores no pueden hacerlo debido a los derechos humanos y el principio de Estado constitucional. El legislador no puede hacerlo por las leyes de la justicia, que impiden aplicar un doble estándar. Mientras que el urning respete los puntos (a), (b), y (c) más arriba, el legislador no podrá prohibir que siga los designios de la ley natural a la que está sujeto.
Dentro de estos parámetros, el amor urning no es en ningún caso un crimen real. Todos los indicadores faltan. Incluso no es vergonzoso, decadente o malvado, simplemente porque es el cumplimiento de una ley natural. Está reconocido como uno de los múltiples crímenes imaginarios que han plagado los libros de leyes de Europa para vergüenza de las personas civilizadas. Criminalizarlo parece, por lo tanto, una injusticia perpetrada oficialmente.
Simplemente porque el urning es desgraciadamente una minoría pequeña, no se puede dañar sus derechos inalienables y sus derechos civiles. La ley de la libertad en el Estado constitucional también debe considerar sus minorías. (…)
(…) Los legisladores deberían abandonar la esperanza de desarraigar el impulso sexual urning en cualquier momento. Incluso las ardientes hogueras en las que quemaron a los urnings en siglos anteriores no pudieron conseguirlo. Incluso amordazarlos y atarlos fue inútil. La batalla contra la naturaleza es una sin visos de victoria. Incluso el gobierno más poderoso, con todos sus medios de coerción que pueda emplear, es demasiado débil contra la naturaleza. Por otra parte, el gobierno puede controlar la batalla. El razonamiento y la consciencia del sentido moral de los mismos urning ofrece al gobierno una cooperación completa hacia ese objetivo. (…)”
Ulrichs en este escrito manifestó claramente una postura completamente liberal de lo que significa que existan personas con gustos y preferencias a nivel afectivo y sexual que salen del molde de lo convencional (aunque él no se considerara como un liberal, propiamente dicho), y que no pretenden dañar o destruir a terceros, tanto así, que propuso además, a manera muy responsable, que las personas LGBTIQ+ se encuentran llamadas también a tener deberes y a respetar la propiedad privada del otro desde su ser persona. Para los que somos amantes del sano ejercicio de la libertad, comprendemos que vivir en una sociedad libre involucra el respeto por la libertad ajena, incluso cuando uno no está de acuerdo con el estilo de vida o punto de vista de otros. Ulrichs sugiere en el texto eso precisamente: separar del Estado toda potestad para definir en qué consiste la naturalidad de una persona y hacia dónde está direccionada su sexualidad, lo que conllevaría a su vez a dejar el asunto de la constitución de una unión civil o de una familia en manos de los individuos que forman asociaciones voluntarias conforme disposiciones contractuales.
Aún así, Ulrichs como pionero del movimiento LGBTIQ+ en Europa, se acercó a la izquierda en busca de respaldo. Era claro que lo hiciera, ya que el conservadurismo ortodoxo no se encontraba a favor de lo que él buscaba y era como tal que las personas LGBTIQ+ fueran reconocidas como lo que son: adultos conscientes que como cualquier otro ser humano merecen ser tratados con la misma dignidad y respeto, independiente de lo que hicieran bajo acuerdos no impuestos y a puerta cerrada. Es así como a finales de la década de 1860-1870, Ulrichs le escribe a Karl Marx y le hace llegar una serie de documentos de su autoría acerca de la emancipación de los urning y las urninde. Siendo el año 1869, Marx expone uno de los contenidos de Ulrichs a Friedrich Engels. Engels le responde a Marx en una carta personal, describiendo con desagrado que la plataforma de defensa de los derechos de las personas LGBTIQ+ de Ulrichs constituye una conversión de obscenidades en teorías.
Engels desaprobó las relaciones sexuales entre varones en la antigua Grecia en dos pasajes distintos de El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, describiéndola como “moralmente deteriorada, abominable, despreciable y degradante”. Marx, al parecer, compartía criterios con Engels diciendo al respecto “la relación de un hombre con una mujer es la relación más natural de un ser humano con otro ser humano”, señalando a Ulrichs como un Schwanzschwulen (Maricón Estúpido) que fomentaba la libertad sexual deliberadamente. Diversos autores simpatizantes del socialismo han descrito que Marx y Engels contemplaban cualquier forma de sexualidad diferente al matrimonio heterosexual monógamo como una forma de degeneración, fruto del capitalismo, y que podía ser curada a través del socialismo. Engels afirmaba también que los “principios morales naturales” florecerían en el paraíso socialista cuando la monogamia heterosexual finalmente se convierta en una inexorable realidad en contra del declive provocado por las personas con otras orientaciones sexuales, las cuales simplemente desaparecerían.
A medida que ha ido pasando el tiempo el socialismo ha demostrado que su aversión hacia la población LGBTIQ+ pareciera ser doctrinaria, como en el caso de Vladimir Lenin, quien con la arrogancia que le caracterizaba creía que la visión de la diversidad sexual era un componente legítimo e intransferible de la izquierda. Para Lenin, la misma noción de emancipación sexual era típica de sociedades capitalistas y un síntoma de la degeneración de la burguesía. En palabras textuales, llegó a decir:
“Me parece que la superabundancia de teorías sexuales (…) surge del deseo de justificar la propia vida sexual anormal o excesiva ante la moralidad burguesa y de suplicar por tolerancia hacia uno mismo. Este velado respeto por la moralidad burguesa me es tan repugnante como arraiga en todo aquello que tiene que ver con el sexo. No importa lo rebelde y revolucionario que pueda parecer, al final del análisis es completamente burgués. Es, principalmente, un hobby de los intelectuales y de las secciones más próximas a ellos. No hay sitio para ello en el partido, en el proletariado consciente de las clases y luchador.”
En el afán de instaurar una sociedad comunista en diversos territorios, las ideas socialistas llegaron hasta América Latina encabezadas por Fidel Castro, quien se hizo a las banderas del poder de Cuba en 1959. Justo por esos días una de las ideas que su compañero de milicia, el Che Guevara, presentó y promovió fue la del “Hombre Nuevo”. Este concepto surgió del rechazo de Guevara al capitalismo, y fue explicado por él por primera vez en El hombre y el socialismo en Cuba. El Che creía que: “El individuo bajo el socialismo (…) es más completo”, y que al Estado le corresponde educar a todas las personas en valores anticapitalistas, cooperativos, desinteresados y cero materialistas. Cualquiera que se desalineara de la visión del “Hombre Nuevo” era visto como un “Contrarrevolucionario”, tal fue el caso de las personas LGBTIQ+, a las cuales Guevara calificó como “pervertidos sexuales”. Guevara y Castro consideraban nuestra condición humana como uno de los bastos resultados de la decadencia burguesa, en stricto sensu con la posición de sus mentores Marx y Lenin. En una entrevista en 1965, Castro se pronunció al respecto diciendo: “Una desviación de esa naturaleza choca con el concepto que tenemos de lo que un militante comunista debe ser”.
Es así como ambos fundaron el primero de muchos campos de concentración cubanos en Guanahacabibes en 1960. Dichos lugares se asemejaban en gran parte a los campos de concentración del movimiento nazi en Alemania y el gobierno cubano adoptó de ellos también el lema “El trabajo te libera”, transformándolo en “El trabajo los hará hombres”. Allí, los hombres gay, sacerdotes afrodescendientes, y otros que se creía que habían cometido un delito en contra de la moral revolucionaria eran forzados a trabajar a fin de corregir su “comportamiento antisocial”. Muchos de ellos fueron torturados o violados y otros murieron vilmente asesinados.
De acuerdo a todos los acontecimientos previamente revelados, resulta curioso saber como el Gay Liberation Front (Frente de Liberación Gay), organización política establecida en Nueva York por personas LGBTIQ+, tras los disturbios de Stonewall el 28 de junio de 1969 y que dieron lugar también a lo que hoy en día se conoce como el Movimiento de liberación LGBT, forma las bases para todos los intentos a posteriori del mismo con el agravante de que sus deseos iban más allá de la integración de una minoría, estableciendo una oposición rotunda frente al capitalismo, el racismo, el patriarcado, entre otros ¡Vaya Contradicción! El Movimiento de liberación LGBT yéndose en contra del sistema de orden económico y social que, según los socialistas, había permitido que éste tuviera visibilidad.
Resulta curioso observar como el Lobby LGBTIQ+ ha sido absorbido por la izquierda con el cuento de la lucha por la igualdad de derechos ante la ley, y el amor y aprecio por las libertades civiles, sabiendo que la libertad personal no sólo se condiciona a poder contraer nupcias con otra persona de mi mismo sexo y adoptar si ambos lo queremos, sino que involucra una serie de otras libertades. Cabe destacar que en América Latina esas otras libertades siempre contarán con la férrea oposición de la izquierda, la cual sella continuamente su propia virtud y tolerancia a pesar de rayar como ningún otro movimiento en la intolerancia y el libertinaje.
Resulta curioso también ver cómo hoy en día en gran parte de las marchas del “Gay Pride” de Latinoamérica y de otros rincones de nuestro planeta, se aprecian personas portando pancartas y usando camisetas estampadas con el rostro del Che Guevara. Resulta más curioso, y peor aún, saber que existen personas que aunque conocen estos antecedentes históricos y pertenecen a la población LGBTIQ+, militen en partidos políticos de izquierda y que muchos de ellos tengan marcadas tendencias socialistas. Algunos de esos militantes afirman convincentemente que la izquierda progresista se encuentra dispuesta a aceptar y apoyar la diversidad sexual más de lo que lo ha hecho históricamente y que “incuestionablemente” es la mejor opción en materia política, dado que a las derechas conservadoras de antaño no les parece correcto lo que hacemos entre sabanas con otros.
Todo esto se podría calificar como ¿Ignorancia? ¿Oportunismo político? ¿Incoherencia? ¿Corrupción? Yo diría que todas las anteriores.
Indiscutiblemente, las derechas más conservadoras cómo funcionan hoy en día, se proponen establecer su sistema político sobre una óptica moral que no suele ser objetiva en lo más mínimo y mediante el Estado, en el que todas las personas deben someter sus intereses personales y sus proyectos de vida hacia ese horizonte colectivo. Aunque el colectivismo de derechas –izquierdas solapadas en realidad– tiende a ser más moderado que el de la izquierda progresista y el socialismo, está jugando en un terreno que no es grato para la voluntad de las personas, puesto que rechaza que todos tenemos fines propios y que esos fines propios deberían conducir hacia una sociedad completamente libre y respetada por el Estado. Evidentemente las personas LGBTIQ+ al querer alcanzar la libertad en todo sentido no encajamos en dicho sistema. Sin embargo, la izquierda vende la idea de que el Estado tiene que establecer una concesión de la vida de los ciudadanos en el plano económico y social, a pesar del respeto relativo que promueve por el ejercicio de las libertades individuales. Esto sumado al respaldo histórico que no le ha otorgado a nuestra población, la izquierda no sería tampoco una afiliación política que nos represente a las personas LGBTIQ+.
La incorporación de las diferentes causas de la población LGBTIQ+ y la diversidad sexual al capitalismo y a la economía de libre mercado, elementos que son la base fundamental para que existan todos los componentes que competen la libertad personal, direccionan inmediatamente a la lucha desde el individualismo de la población LGBTIQ+ como parte activa de la ideología que promueven el liberalismo clásico y el libertarismo, puesto que es la única afiliación política que busca garantizar el ejercicio pleno de las libertades individuales, civiles y económicas y un estilo de vida basado en la autonomía, independencia y responsabilidad que no cercene en lo absoluto la libertad de los que están a nuestro alrededor y valore la desigualdad como un evento natural en nuestra especie. Esto significa entender que ningún ser humano es exactamente igual a otro, ya que, aunque somos semejantes entre nosotros por el hecho de ser personas, nuestros sentidos, corporalidades, organismos, estructura de pensamiento, clase social, entre otros elementos que forman parte de la complejidad humana, son distintos, y que todos valemos porque todos somos individuos.
El liberalismo clásico y el libertarismo, al sugerir una separación definitiva entre Economía y Estado, nos permite a los miembros de la población LGBTIQ+ convivir en libertad con otras personas bajo la ley como la única forma de igualdad posible considerando, por supuesto, que deben concurrir normas de buen trato y recta conducta y que estas sean recíprocas.
Las personas LGBTIQ+ debemos demostrar que somos más que nuestra sexualidad o la autopercepción que podamos tener de nosotros mismos y que no tenemos necesidad de victimizarnos, ampararnos en comités, acudir a privilegios estatales o buscar cuotas de poder con base en eso, ya que nuestro lugar en la vida no lo labramos nosotros mismos con nuestras decisiones, acciones, esfuerzo y valentía. Nos encontramos en el siglo XXI y ahora más que nunca estamos reivindicando nuestros derechos y nuestros deberes. Nos encontramos en el siglo donde cada persona se está empoderando cada vez más y en donde, en lo personal, es absurdo tener que renunciar a quienes somos sólo por evitar ser rechazados o discriminados. Aquel que nos rechace o discrimine, pues simple y llanamente se priva de tratar con seres humanos de altísima calidad. Como gay y liberal defiendo el derecho de cada uno a vivir como le plazca y a demandar el derecho que tenemos sobre nuestro cuerpo como nuestra primera propiedad privada, tal cual lo defendió en su momento Ulrichs.
Felicidades a las lesbianas que celebran su femineidad y gustan del buen vestir, y también a aquellas que prefieren esconderla y tener un aspecto mas desprolijo. Felicidades a los gais que cuidan su físico y tienen un comportamiento masculino, y también a los gais que no les importa manifestar rasgos femeninos. Felicidades a los que les llaman la atención tanto hombres como mujeres, pero que obviamente no se involucran con todos los hombres y todas las mujeres. Felicidades a las personas transgénero y transexuales: son dignas de toda mi admiración y respeto.
Felicidades a todos aquellos que se unan a defender a las personas LGBTIQ+ desde su individualidad: desde una óptica liberal genuina… ¡Bienvenidos al Liberalismo Rosa!
Esta columna editorial apareció por primera vez en el portal El Bastión.
El problema con los LGBTQ+ No tiene que ver ni con lo religioso ni con lo social, simplemente es anti natural, en lo particular ver a dos personas del mismo sexo besandose me causa rechazo, y esto ni de cerca tiene que ver con odio….debe ser el mismo rechazo que les debe dar a ellos dos heterosexuales besandose…..la diferencia es que los heterosexuales somos entre el 97 a 98 % de la poblacion mundial. Ademas el ser humano reacciona negativamente a cualquier imposicion dictatorial.