Lento y contento

Grave es el panorama que acompaña el populismo con que la izquierda se toma a Colombia. Este jueves inicia una nueva legislatura y son más las divergencias que las concertaciones frente a las reformas del cambio. Pérdida del margen político, ausencia de su presidente, enciende las alarmas al interior del Pacto Histórico. 


Propuesta política de Gustavo Francisco Petro Urrego debe pasar del populismo de los subsidios, y las ofertas irreales, para concentrar esfuerzos en la gestión y el propiciar planes de atención social a los problemas que afronta el país. Manejo de las comunicaciones en presidencia sigue siendo el dolor de cabeza de su mandatario, y los actores del gobierno del cambio. Desacertada decisión de producción y circulación del “Petro Barbie”, vídeo institucional que rápidamente se posicionó en el trendy de las redes sociales, dejó una evidencia más de las incongruencias que acompañan a la izquierda en el ejercicio del poder. Estrategia, fuera de contexto, que se empleó para anunciar la visita de su presidente a San Andrés, el 20 de julio, fue una construcción narrativa conexa al colonialismo y el capitalismo que tanto critican, y bastante alejada está de los componentes ancestrales, los referentes nacionales, o los prototipos de las clases populares que tanto dicen defender.

Desorden que generó el Pacto Histórico, en once meses de gobierno, tiende un ambiente de incertidumbre en el escenario político y económico colombiano. Atomización de la coalición de gobierno, pulso de fuerzas que se mide en la segunda legislatura, siembra incógnita sobre lo que será el tránsito de la reforma a la salud, lo que vendrá para la reforma pensional, lo que espera a una nueva presentación de la reforma laboral y lo que traerá consigo la reforma a la educación. Improvisada apuesta de cambios da la certeza de una falta de planeación por parte de su mandatario y el gabinete ministerial, imagen de una ideología que pondera el desorden total. Falta de experiencia en la administración pública, la diplomacia y el protocolo, roban la atención sobre lo coyuntural y desvían la atención de un momento importante en el que se deben tomar decisiones de ley fundamentales.

Complacencia que se ha tenido con la delincuencia, estímulos que se brindan a los actores al margen de la ley, abre una herida profunda, que quedará en la historia, a la democracia. La inseguridad, la corrupción, la ineficiencia de los entes de control están acabando con la estabilidad de la nación. Manipulación ideológica de la izquierda, sobre los sectores populares, invisibiliza el incumplimiento y la falta de credibilidad sobre una agenda de gobierno que se nubla por el proceder de su presidente que solo responde a lo inmediato y la “calentura” del momento. Pasan los días y a cada instante son más los inconformes, los “nadies” que siguen creyendo que alguien los va a salvar y no ven esa salvación en el gobierno del cambio que hunde a sus electores en la pobreza, la injusticia, la violencia y la mentira.

Propósito de ser “potencia mundial de la vida” se pierde en el incumplimiento y el desorden de Gustavo Francisco Petro Urrego, el trabajo político de un caudillo que no es consciente de que quien mucho abarca, poco aprieta. Daño le hace a Colombia su mandatario ensimismado en su ego, un cuerpo ministerial con agenda activista y la población polarizada, cada vez más dividida y con posiciones radicales. Falta de valores y principios, que acompañan a la propuesta de la izquierda, ahoga al Pacto Histórico, y sus aliados, con los escándalos diarios que acompañan a la familia Petro Urrego, los viajes y el dietario de retrasos de su presidente, los índices de violencia desbordada en la nación, la economía sin rumbo y el sin número de detalles que no aportan nada constructivo para el futuro de los colombianos. La anarquía se toma la Casa de Nariño, la falta de directrices, económicas y sociales, claras sumen a la nación en el caos que atraviesan muchos sectores y regiones de Colombia.

La dicotomía política, aviva las diferencias de los extremos ideológicos colombianos. Inicia una nueva legislatura y está claro que el discurrir de las reformas estará marcado por las corrientes políticas ejerciendo independencia y oposición, y los comicios regionales en el mes de octubre. Las cartas están expuestas y es evidente que el tema que más genera tensión en el gobierno es el pacto de coalición con los partidos tradicionales. Es palpable que, por ahora, los colombianos deben prepararse para presenciar enconados debates, dentro y fuera del legislativo, entre el partido de gobierno, los opositores e independientes que ya fijan sus apuestas y enfilan sus ataques. Campo de batalla que tendrá reacciones sobre temas de repercusión nacional bajo una disputa electoral por el dominio local en municipios, ciudades y departamentos. Perfecta hoja de ruta que llevará a un segundo plano la reforma a la salud, las pensiones y las que ahora serán radicadas, los proyectos de inversión social y demás temas de interés nacional.

En Colombia, las fuerzas políticas están unidas por las necesidades del momento, y distantes están de sólidas coincidencias programáticas y recursos de poder. El tradicional escenario, en el legislativo, no modificará su forma de actuar y proceder hasta que los colombianos castiguen en las urnas a aquellos, partidos y candidatos, que tanto defraudan la confianza brindada en las esperanzas de construir un país mejor. Desde su identidad las corrientes opositoras están llamadas a ejercer el control político que incide en las decisiones del ejecutivo, brindar herramientas de consciencia y argumentos que permitan que el electorado pueda confrontar a sus caudillos regionales, esos que en menos de 2 años estarán de gira, haciendo promesas, para conseguir el apoyo que los lleve nuevamente al legislativo. Ignominia política de los cabildantes parece demostrar que la voluntad administrativa está concentrada en la ley del menor esfuerzo.

En el Congreso no se tramitan las iniciativas del gobierno, pero tampoco se conocen proyectos de las bancadas que propendan por promover el empleo en el país o atiendan la coyuntura social, temas de vital importancia para la nación. Los hechos restan cada vez más la, ya maltrecha, credibilidad de la rama legislativa colombiana. Los miembros del Senado y la Cámara de Representantes sucumbieron en la intolerancia e irrespeto democrático, entraron en la tradicional maquinaria incapaz de gobernar bajo el respeto por las diferencias, reconocimiento de la pluralidad, propia de la sociedad y el Capitolio Nacional. Es claro que la clase política no se mueve sin incentivos (mermelada, dádivas, tajadas burocráticas), un trato benévolo que afile la maquinaria legislativa y de vía libre a las iniciativas del ejecutivo. Es hora de que los congresistas asuman su compromiso y responsabilidad con el electorado, fijen metas, proyectos y acciones que permitan recomponer el camino político, económico, jurídico y social de Colombia.

La doble moral es el harakiri de un ente estatal que se hunde en medio de las incongruencias, el Congreso como los malos estudiantes ha dejado varias tareas pendientes y se queda en nivelación de objetivos para este periodo. Colombia necesita Senadores y Representantes que depongan esos aires de pubertad que les hacen reclamar de manera airada independencia de poderes, pero reclaman fuertemente el acompañamiento, auxilio y protección económica del ejecutivo. En las urnas fueron elegidos para gobernar, prestar un servicio en pro del interés colectivo. Los medios de comunicación como eje de control social están llamados a la construcción del imaginario colectivo desde la verdad y la contrastación de fuentes, hoy por el afán del rating y el clic, en plataformas digitales, buscan destacar el escándalo y la confrontación de fuerzas. Esquema de acción en el que caen las fuerzas políticas que parecen haber olvidado que la política se hace en la plaza pública y el legislativo, distante del espectáculo mediático. La confrontación de ideas y conceptos, hechos y acciones, constituyen una democracia distante del calor inmediatista y momentáneo.

 

Andrés Barrios Rubio

PhD. en Contenidos de Comunicación en la Era Digital, Comunicador Social – Periodista. 23 años de experiencia laboral en el área del periodística, 20 en la investigación y docencia universitaria, y 10 en la dirección de proyectos académicos y profesionales. Experiencia en la gestión de proyectos, los medios de comunicación masiva, las TIC, el análisis de audiencias, la administración de actividades de docencia, investigación y proyección social, publicación de artículos académicos, blogs y podcasts.

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