“Sin pretender hacer una apología al consumo de marihuana, sí me parece bien que la Cámara de Representantes haya aprobado el proyecto que la legaliza para consumo adulto. Combatir su distribución y consumo no ha dado resultados”.
Daniel Carvalho, Representante a la Cámara por Antioquia del Partido Verde, fue foco esta semana de los medios de comunicación por decir, en medio del debate que se viene dando en el Congreso de la República, sobre la regulación del consumo de marihuana en el país, que hace 25 años consume marihuana y “eso no me ha impedido graduarme como ingeniero civil con las mejores notas, graduarme de dos maestrías con las mejores notas, ser un buen hijo, buen amigo, buen profesional y ser tres veces elegido por elección popular a diferentes cargos (…) A mí el consumo de marihuana no me ha hecho daño, lo que nos ha hecho daño es la falta de información. La mata no mata” (ver).
En un país como el nuestro que lleva tantos años batallando contra las drogas y que es mojigato, tal declaración no pasó desapercibida. Buena parte de la opinión pública criticó la confesión de Carvalho, que, además, en entrevista con Blu Radio (escuchar) dijo tener en su casa un cultivo de marihuana para consumo propio y que dependiendo del tipo de cannabis que se consuma, este puede producir placer o calma.
En lo personal nunca he consumido marihuana ni me ha llamado la atención, pero sí creo que el enfoque de la lucha contra las drogas en el país debe dar un vuelco. Hasta ahora, esta política no ha sido exitosa ni ha hecho que menos personas dejen de consumir. Por el contrario, que sustancias como la marihuana estén por fuera de la ley, fomenta y acrecienta el negocio del narcotráfico que enriquece exponencialmente a los que están dentro, genera olas de violencia y derramamiento de sangre que aquí bien hemos sabido sufrir.
En 1920, Estados Unidos prohibió la producción y consumo de alcohol sustentado en que buena parte de la población se estaba volviendo alcohólica. Tal decisión generó un mercado negro que lideró Al Capone y creo mafias que demostraron que prohibir el alcohol era un gran negocio para los contrabandistas y no para el Estado. Viendo que la lucha era infructuosa y que la estaban perdiendo por goleada, la ley que prohibía el alcohol debió ser tumbada 13 años después en 1933.
Es más fácil para el Estado tener el control y la trazabilidad del mercado que combatirlo.
Frente al tema de la marihuana, varios países del mundo tienen un consumo regulado o terapéutico como son los casos de Jamaica, Uruguay, Irlanda, Australia, Alemania, Tailandia, Reino Unido, Sri Lanka, Suráfrica y Georgia. En Estados Unidos, son 15 los estados que la permiten como uso recreativo como California, New Jersey, Washington, Columbia (ver).
Sin pretender hacer una apología al consumo de marihuana, sí me parece bien que la Cámara de Representantes haya aprobado el proyecto que la legaliza para consumo adulto. Combatir su distribución y consumo no ha dado resultados. Más bien, el Estado debe propiciar campañas pedagógicas que le permitan a la sociedad y a las personas desde sus propias libertades -sin que vayan en contravía de los derechos de los demás-, decidir si es conveniente o no consumir este tipo de sustancias y qué efectos nocivos pueden tener para la salud como ya se hace con el cigarrillo, el alcohol y los mecatos altos en azúcares o grasas.
La prohibición antes genera más tentación.
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