La dicotomía entre la legalización de la marihuana y la agenda de política exterior colombiana
Tras una lectura de la historia de Colombia en su lucha contra el narcotráfico y otras problemáticas de índole interno referentes a las drogas y al conflicto con grupos insurrectos, paramilitares y carteles, resulta difícil el no preguntarse el porqué de que en Colombia no se incurriera en un camino de legalización o regulación del cultivo y consumo del Cannabis a través de su lucha contra las drogas. Una parte de la respuesta a esta pregunta puede encontrarse en los compromisos adquiridos en la agenda de política exterior colombiana en lo referente a la lucha contra el tráfico de narcóticos en su relación bilateral con EE.UU.
No es que no se pensara esta idea [legalización o regulación de la marihuana], sino que las presiones por parte de los gobiernos estadounidenses (acatadas debido a la dependencia de Colombia hacia Estados Unidos en materia económica y de política exterior) socavaban toda iniciativa de buscar una regulación o solución alternativa a la erradicación en el tema de las drogas. En vez de un enfoque agresivo o de ‘mano dura’ contra el tema de las drogas, se hubieran adoptado enfoques y medidas que incurrieran en temas sociales, económicos y agrónomos en donde se buscara subsanar los traumas o la necesidad del campesino de cultivar coca o cáñamo.
Lo que sin duda hubiera ayudado a combatir la financiación que los narcos, paras e insurgentes sacaban del narcotráfico, obviamente si además de dichos enfoques se hubiese aumentado la presencia estatal o de fuerzas norteamericanas en las zonas de conflicto y cultivo. Estos enfoques ‘blandos’ tendrían que buscar un mejoramiento en las condiciones de trabajo y calidad de vida de los campesinos, así como el desarrollo de un sector agroindustrial que les permitiese a estos una mayor participación en los mercados internos y externos. Estas condiciones llevarían a que los campesinos no se vieran obligados a cultivar coca o marihuana para poder subsistir y sobrevivir. Otro enfoque dirigido al sector campesino y agrícola, sería en sí la legalización y un monopolio de la marihuana, lo que permitiese que se cultivase y vendiese el cáñamo a entidades o empresas con los permisos respectivos. Dicha alternativa no sólo mejoraría las condiciones de vida y trabajo de los campesinos, sino que representaría un nuevo aporte al PIB de la nación, debido a la inmersión de una nueva materia prima con diversos usos como lo es el cáñamo o marihuana. Obviamente el recurrir a dichas alternativas conllevaría a una crítica y fuerte oposición por parte de Estados Unidos, lo que en últimas significaría una disminución de la financiación, apoyo y cooperación para la lucha contra el narcotráfico. Para contrarrestar esta reacción Colombia tendría que buscar nuevos aliados y formas de interpretación del fenómeno del narcotráfico (en donde se incluyan tanto las estructuras criminales como el campesinado).
Por otro lado, la no-unanimidad por parte del congreso norteamericano a la hora de tratar el tema del narcotráfico y Colombia de manera más directa (debido a las experiencias de la guerra de Vietnam y los debates que ésta suscitó) permitió que los grupos insurgentes, paramilitares y carteles (narcos) recurrieran al narcotráfico como principal método de financiación de sus causas, pues para el gobierno colombiano, incluso con financiación exterior, le era imposible combatir a todos los actores que propiciaron el conflicto y la violencia en el país, además de su constante misión de mejorar la economía. Éste fortalecimiento de los actores del conflicto interno se reflejó en un desprecio o rechazo hacia las drogas (coca y marihuana) por parte de la sociedad y la élite dirigente colombiana, debido principalmente a la relación que hacían de éstas con la delincuencia y la violencia.
En resumen, los compromisos adquiridos por la agenda de política exterior de Colombia, la errónea interpretación del cannabis debido al conflicto por parte de la sociedad colombiana y sus dirigentes, así como un enfoque de ‘garrote’ o ‘mano dura’ contra el tema de las drogas hizo que la idea de legalización o regulación no prosperara ni alcanzara los partidarios y la influencia necesarias para resonar en las discusiones que sostenían los dirigentes colombianos y estadounidenses sobre el tema de las drogas, en éste caso específico el de la marihuana o cannabis. Por lo tanto, de la lectura anterior se puede presumir que hubo una dicotomía entre lo que fue la agenda de política exterior colombiana (y las acciones en materia de política interna) y la legalización de la marihuana, impulsada prioritariamente [la dicotomía] por Estados Unidos, quién era el que llevaba la batuta o dictaminaba la lucha contra el narcotráfico en Colombia, en principio debido a que eran ellos los que financiaban mayoritariamente la lucha antinarcóticos.
Randall, S., (2017), Frente a la estrella Polar. Colombia y Estados Unidos desde 1974. Bogotá, Colombia: Penguin Random House Grupo Editorial S.A.S.