El cerebro carcomido del corrupto: del acto inmoral a la aceptación social

La corrupción tiene un sustrato neurológico que explica todos los componentes asociados a comportamientos inmorales, desde las neurociencias podemos encontrar algunas luces para entender a individuos que ocupando diversos cargos se apropian del bien común.

Cada día escuchamos comentarios y vemos noticias sobre corrupción en Colombia. La corrupción se ha constituido en una actividad usual y «normal”, aceptada en diversos círculos sociales. El corrupto practica actos inmorales, conscientes que ejecutados de manera individual o en grupo terminan constituyendo un verdadero modo de vida. (1).  Pocos se preguntan cuál es el sustrato neurológico de la corrupción.

La corrupción es una problemática seria en Colombia y en el mundo civilizado. El Banco Mundial definió la corrupción como el abuso, de cualquier funcionario público, para un beneficio privado (Banco Mundial, 1997 p.8) (2) y delimitó una agenda de investigación que permitió crear estrategias anticorrupción en las administraciones públicas de varios países. Más allá de las definiciones, las conductas corruptas se gestan en nuestro cerebro, de allí parten los comportamientos maquiavélicos por lo que es válida una explicación del sustrato biológico de dicho comportamiento.

Brevemente comentaré de algunas zonas implicadas en la corrupción. Iniciamos con la corteza prefrontal tiene implicaciones importantes en el cerebro del corrupto.  Es interesante cómo la neurociencia ha establecido que cuando una persona empieza a manejar funciones de poder, su corteza prefrontal empieza a sufrir cambios que finalmente conllevan a no tener la capacidad de evaluar la limitación de sus actos y sus consecuencias, en otras palabras, el político bonachón en campaña se convierte en la bestia ordeñadora de contratos y usurpando el erario. Las conductas corruptas se han establecido en primates y hasta en hormigas; un mono observa a otro mono realizar un acto corrupto y lo replica. El realizar actos corruptos tiene un componente cotidiano al desaparecer el mecanismo de recompensa y castigo, el comportamiento de las personas corruptas pasa a ser una práctica rutinaria. Esto explica porque el corrupto es un depredador, quiere más y más dinero, poder y todo lo que sea producto de la práctica mal habida.

Se ha establecido que las personas con comportamientos corruptos tienen disminución de masa cerebral y en algunas zonas como la amígdala. También conocemos que el comportamiento corrupto se asocia a alteración de algunos neurotransmisores como como la serotonina. Personas con altos niveles de serotonina son proclives a la deshonestidad y personas con bajos niveles de serotonina tienden a ser más honestas. (3)

Desde el punto de vista de las neurociencias el corrupto es alguien enfermo. Quien practica un acto de corrupción tiene la capacidad de pervertir y depravar además de manipular una actividad con propósitos malvados. Por otro lado, el tema de la corrupción tiene un componente cultural interesante. En muchos sectores los corruptos llegan a tener el apoyo y favoritismo de las masas. Investigaciones han demostrado que las personas son menos susceptibles a la corrupción si ellas saben que están siendo observadas, de esta manera la vigilancia y las veedurías son estrategias útiles para disminuir la corrupción en nuestro país.

El corrupto es un individuo capaz de exigir conductas ejemplares en las personas que tiene a su cargo, pero por otro lado es artífice de cualquier acto anómalo, fraudulento y de robo que permite enmarcarlo en una condición de doble moral. abarca diversas prácticas punitivas.

Finalmente, la gran pregunta es: ¿se puede rehabilitar un corrupto? difícilmente en una sociedad como la nuestra, donde se ve con “buenos ojos” en algunos sectores sociales a aquel que logra el dinero de manera fácil, al avispado que puede sacar millones con mínimo esfuerzo sin importarles el dolor y sufrimiento al que somete a miles de sus compatriotas que son perjudicados cuando desaparece el dinero de salud, educación, agua e inversión social.

Desde las neurociencias hay muchos retos para comprender esta clase de comportamientos y que de por sí nos indican que nuestros políticos son personas enfermas a nivel cerebral. Requerimos el continuo esfuerzo para mostrar a nuestra niñez que el camino del trabajo digno es la clave para un mañana esperanzador.

 

Lecturas recomendadas

 (1) https://repository.uaeh.edu.mx/revistas/index.php/ICSA/article/download/782/781?inline=1

(2) World Bank (1997). Helping Countries Combat Corruption: The Role of the World Bank. Washington, D.C.: World Bank.

(3) Burgos R. Cerebro, corrupción y sanción social. Revista Neurocirugía / Neurocirurgia Volumen 27 Nº 1, 2018