La historia es pródiga en lecciones de cómo los enemigos de la democracia y la libertad se atraviesan al advenimiento de líderes que, como Duque, impulsan transformaciones de fondo dentro de un Estado de Derecho.
Desde antes de asumir Iván Duque la Presidencia, ya la izquierda le apuesta al fracaso de su gobierno, buscando encaramarse en una insatisfacción ciudadana alimentada a diario con propaganda falsa, mentira mediática y hasta manipulación de la justicia.
La meta es aplicar desde ya la combinación de las fuerzas de lucha para llegar al poder en 2022 y, por fin, cumplir el sueño del estado comunista a imagen y semejanza del Socialismo Bolivariano.
Esa izquierda recalcitrante, con el apoyo de periodistas oficiosos, no resiste el triunfo incuestionable de Duque ni su discurso integrador, para pasar la página de la polarización y unir al país en torno a la construcción de un futuro consensuado. La unión y el futuro no son lo suyo, lo suyo son el discurso incendiario, el complot y la lucha de clases.
La historia es pródiga en lecciones de cómo los enemigos de la democracia y la libertad se atraviesan al advenimiento de líderes que, como Duque, impulsan transformaciones de fondo dentro de un Estado de Derecho.
En 1911, Francisco Madero en México prometía ser el camino hacia la democracia después de tres décadas de “porfiriato”. Aunque presionó por las armas la renuncia de Porfirio Díaz, llegó al poder por las urnas e inició un gobierno democrático de profundas transformaciones sociales. Pero el populismo tenía otros afanes y alebrestó al campesinado que quería sangre, expropiación y tierras. En febrero de 1913, Madero fue asesinado y el país entró en una guerra que cobró más de un millón de vidas.
En 1917, la revolución rusa de febrero logró la abdicación de Nicolás II y, bajo el liderazgo de Kerenski, buscaba la unión para iniciar una ruta de cambio después de siglos de zarismo autocrático. Pero esos ideales de socialismo en democracia fueron arrasados por la Revolución de Octubre, la famosa, la bolchevique, la de lucha de clases, asesinato de los zares, persecución política, conculcación de libertades y concentración del poder en el Soviet Supremo.
Iván Duque tiene vocación y aptitudes para ser el factor de cambio que recupere la legalidad, eche a andar la economía con dinamismo y busque la equidad. El pueblo acompaña su invitación a superar odios y construir entre todos el futuro; pero la izquierda trata de impedírselo a toda costa, y el burdo montaje para llevar a Álvaro Uribe ante los estrados judiciales hace parte de esa estrategia para humillar al expresidente, deslegitimar al Centro Democrático y fracturar la gobernabilidad del gobierno Duque.
Con lo que no cuentan es con unas mayorías que se mostraron en el plebiscito y en las elecciones. Nuestro principal activo político es Iván Duque y vamos a defenderlo, sin tropelías ni montajes; desde la democracia, la opinión libre y la protesta pacífica, si es necesario. Si llenamos las urnas, también nosotros podemos llenar las calles.