Seguramente muchos de nosotros nos hemos realizado la misma pregunta, yo desde que tengo 9 años de edad, y aún con 30 años de edad, me sigo haciendo la misma pregunta.
A esa pregunta le debo mi indiscutible pasión por la poesía, así como lo leen, un día, en medio de mi mente fantasiosa, me pregunté porqué mis padres se llamaban amor, y a mí me decían igual… me pregunté el por qué de esa palabra, y me sumergí en un mundo de letras mágicas, yo lo llamé poesía, y 10 años después, supe que le había puesto el nombre correcto.
En medio de mi infancia, me creé historias de lo que para mí era el amor, historias de esas con inicios y finales felices, ya entrando un poco en mi adolescencia, para ser más exactos, en décimo grado, conocí un chico muy inteligente, era el más inteligente y callado de todo el grupo, Fernando. Empecé a sentir por primera vez una sensación que no podía describir, era como si solo quisiera ir al colegio porque sabía que lo iba a ver y lo iba a escuchar responder correctamente todas las preguntas que se hacían en clase.
Pasó un año, y solo hasta el día de mi graduación tuve el valor de bailar con él y darle el beso más inocente de toda mi vida, después de aquella noche, supe que el amor no siempre tiene finales felices, Fernando se fue con su familia a Estados Unidos, y aún conservo su carta de despedida, aquella que me hizo llorar, por al menos 6 meses más, y por la cual me pregunté: ¿le llamo amor?
Cuando empecé en la universidad, iba a conocer el amor de verdad, o al menos eso decía mi madre, y me llevé en mi cabeza, las mil y una historias de mis tías y mi madre, acerca del verdadero amor, que debía esperar a que llegara el correcto y que lo iba a saber si el me esperaba hasta el día del matrimonio para estar con él, ya saben a qué me refiero. Y bueno, yo les hice caso, y en medio de una sociedad que te podía juzgar más por ser conservadora que liberal y asumiendo lo que podía parecer una estupidez, escuchando a la vez los consejos de mis únicas amigas, quienes decían que no me podía casar con el primero, porque me iba a arrepentir después, a pesar de todo, lo hice, porque quería saber si en realidad iba a vivir el verdadero amor.
Un año después de haberme casado, me separé, y fue allí cuando una vez más me hice la misma pregunta: ¿le llamo amor?
Con el pasar de los años, y sumergida en las labores profesionales y uno que otro día en mis letras nostálgicas, un día cansada de tanta monotonía, decidí iniciar una aventura, y en medio de montañas y senderos, conocí al que sería mi próximo “amor”. Mis amigas, primas y hasta una que otra familiar un poco más adulta que yo, me aseguraban que si uno se daba el tiempo de conocer bien a la persona, se podía a enamorar de verdad, así que durante 2 años, fuimos lo que se llama una amistad de aventura, aunque literalmente, éramos compañeros de Trekking, y una noche, de esas que decides desordenarte por completo, dañamos nuestra amistad.
Compartí 4 maravillosos años, llenos de pasión, “amor”, tristezas, alegrías y muchas, muchas promesas. Y esta vez, a tan solo 8 meses de lo que iba a ser mi segundo matrimonio, se apagó la luz de esta hermosa historia… y me pregunté: ¿le llamo amor?
Un poco desilusionada y cansada de tratar de encontrar el significado de la palabra Amor, me traslade a la ciudad de la eterna primavera, y al llegar, no pasó mucho tiempo antes de conocer al hombre con el que viví una de las relaciones más tranquilas y desinteresadas, pero al igual que las anteriores, llena de promesas, y una vez más, un año y medio después, esas promesas se extinguieron. Esta vez me hice la misma pregunta: ¿le llamo amor?
Decidí poner un freno a mi vida sentimental, pero no contaba con que meses después, conocería un hombre de nacionalidad italiana, y con el que resolvería, al menos un poco, el enigma de mi pregunta.
Esta vez, la historia iba a ser diferente, no habían promesas, no podían haber promesas, él era un hombre que vivía el presente, y así mismo lo hice yo, iniciamos una historia que a su vez hizo que yo escribiera la mejor historia de amor de toda mi vida, se marchó, y en medio de la distancia, no hubo promesas de un regreso, pero siempre lo esperé.
Meses después cuando nuestra historia se había convertido en recuerdo, regresó, y en medio de un beso de esos que no tienen final, nos miramos a los ojos y fue inevitable sentir que era amor… Me hizo una promesa, pero debo admitir que sentí mucho miedo, porque siempre que existieron promesas, todo acabó.
Así que saqué valor y esta vez fui yo quien se despidió, sin promesas, sin lágrimas y con una fortaleza que ni yo misma creía.
Han pasado algunos meses, y me pregunto si a esa historia que logró despertar mi alma ¿le llamo amor?
Curiosamente, he conocido un hombre que me escribe cartas cada día, es todo un caballero, él dice estar enamorado, aunque no se a lo que él llama amor, pues no he hecho nada para enamorarlo, así que no puedo juzgarlo… hay también un hombre, un poco menor que yo, que me atrae por su carácter un poco inconstante, y debo admitir que me atrae mucho, y por si fuera poco, él ha regresado de nuevo, si, el Italiano que logró robarse parte de mi corazón…
Hoy tratando de resolver esa pregunta, he llegado a la conclusión de que la respuesta es sí, todas aquellas veces que me pregunte: ¿le llamo amor?, la respuesta es sí.
Amor a esos sentimientos inocentes que experimentamos por primera vez,
Amor a esa primera experiencia de vivir junto a alguien y compartir una vida juntos…
Amor a esas amistades que se convierten en historias…
Amor a las historias fugaces y que te hacen soñar en la distancia…
Amor al que se enamora de ti, aun sin tener razones…
Amor al que regresa sin importar con lo que se va a encontrar…
Amor a las atracciones que no se atreven a confesarse…
Amor, podemos llamar amor a todo lo que nos hace sentir vivos, y a su vez nos puede matar en un segundo.