Las víctimas y la revictimización de la lástima

De la aflicción, desesperanza que se agota con mi historia
Y en mi llanto solitario se refugia la verdad de una patria sin justicia
Amando con lealtad a su legado, honro con mi acción a su memoria
Abrazo el perdón que acepta continuar la vida como oportunidad; epifanía


Del Victimario

Nos cobija la violencia, y aunque repudiable, es cotidiana su injusticia. Competir nos trastoca la condición humana y el daño es parte de nuestra acción de vida, ¿cuántas veces han llorado nuestra infamia?, ¿cuántas otras omitimos que nuestro hacer y decir dolía?, quizá en el futuro podamos volver sobre el recuento de la ignorancia latente con la que hoy se lastima.

La naturaleza en su bella lógica indica un ciclo donde organismos padecen para satisfacer la continuidad de quien les perjudica; el conflicto es entonces una forma en la que se expresan nuestros deseos enmarcados por las contradicciones que cada realidad, en tanto perspectiva, implica y la resistencia por sobrevivir en un mundo de recursos limitados, sin contar aún con la avaricia.

Ingenuo es creer que nuestras leyes cercarían la integridad y enseñarían la bondad tras mucha pedagogía, en una sociedad que es existencia consciente de individuos inteligentes, pero animales todavía. Desarrollamos el lenguaje sin acuerdo a feliz término porque nos atraviesan pulsiones viscerales e instintivas. Podemos entender de dónde vienen pero no basta para controlar las emociones que son impulsos en escalas positivas a negativas; los males como las virtudes son de nuestro campo y abonar uno o lo otro es lo que al florecer, a nuestra persona, categóricamente identifica.

El depredador es el más fuerte, es su capacidad de devorar lo que le acredita y en esta selva de cemento ganan siempre los de arriba. Intereses mezquinos; latente la necesidad de conquista y si mañana acaba todo, para ellos seguirá en vilo eso que dominar su espacio les permita. ¿Cómo abogar ante instituciones cimentadas sobre los causes de la ira?, impuestas por un entendimiento que carece de empatía; aquí brilla tanto el oro que en su resplandor, la sangre en las manos no se mira.

Con el llamado racional a la humanidad se incita; más es perverso porque comprende de corrupción y civilizaciones completas se arrodillan por donde transita. De exterminar por placer al débil, que en su dignidad maltrecha e incómoda, se niega a escalar pisando los hombros de otros hombres; lección de un prócer y el génesis elitista.

¿Cómo reprochar a la maldad si en su gloria se ratifica?, qué importa ya aplastar más comunidades, si al ocaso al cementerio recién fundado se le forjará una nueva narrativa; acaba de nacer un imperio y súbdito aquel que en el horror no encuentra la fórmula para ganar cada día su propia partida.

De la Víctima

Asignaciones del destino, con humildad acepta su peculiar condición, el paraíso que con amor se riega es una gran tentación para el codicioso cuyo vacío pretende encubrir con la tarea laboriosa del otro, que es esfuerzo en la propiedad y tal vez su única posesión. Ser trofeo de un juego donde el caos es la regla y triunfa quien sostenga la más frívola perpetración.

Entre resignarse y asumir lo cierto que es la desolación, quien cae ha descansado pero de pie debe seguir el que respira, sin opción; está en la lucha donde solo yace la enfermedad y una absurda acumulación. En las tinieblas no cesará la penumbra y tampoco la inspiración, son diásporas de recuerdos que a su esperanza indican que la siembra continua más allá del paradigma del terror.

Aferrarse a la paz como principio y anhelar la compasión, tener fe en que podrán crecer los hijos en otras lunas donde abriga una caricia y no el fuego arrasador. ¿Para qué tejer historias que describan la aspereza si la masacre tiene sueño leve y una obsesión por hacer que su versión prevalezca?, si el valle, tras ser quemado, hoy lleva el nombre de quien incendió; tal como una niña obligada a parir el enredo de una violación.

De las heridas que nos instruyen y la sabiduría de un lastimado corazón, donde el aprendizaje asiente que continuar la cosecha con una sonrisa es la única venganza sensata que redime al espíritu para otorgar el perdón. Tantos pueblos invadidos pero no serán lo suficientemente grandes para compararse con el hogar que hace memoria en su cariño genuino y no con el adoctrinamiento que repudia al pensamiento develando lo cobarde de su bárbara acción.

¿Por qué víctima y no guerrero? Si se requiere más coraje ver a los ojos del foráneo sin recelo, aunque venga a ejecutar la sentencia de un tipo que ha irrumpido en su moral comprado su criterio. Hay demasiada valentía en el honor de ser se fiel para no igualarse a lo protervo.

De la Lástima

¿A quién lucran las lágrimas?, ¿por qué insistir en un eterno duelo?, ¿qué saben de luto los que ordenan operativos siniestros?, tanto miedo tienen de no ser temidos aunque ostenten el mando con ímpetu y retorcidos proyectos. A pagar tributos para edificar más casas de su ilegítimo gobierno y escucharles decir que reconocer sus escalofriantes verdades es poner la imagen de los asesinados junto a sus ídolos que emitiendo órdenes macabras han muerto de viejos.

Cada mañana se emprende un reto y aspiración noble es conversar sin faltar a la crudeza de los hechos, pero palmadas en la espalda y tres panes ya pagados con la constancia de los caídos son el insulto de su consuelo. En la mesa donde se decide por los destinos del territorio que acometen desde su lecho, solo cabe la palabra de quien sea tan malvado y repulsivo como ellos.

Insisten en su superioridad que no son más que cadáveres y burdeles sobre los que se paran a ver el destierro, obras de su incompetencia como seres humanos que tras la vil destrucción el poder obtuvieron. Levantar la cabeza y secarse las lágrimas es quizá el golpe más contundente a su maquiavélico ego; vivir para recoger los frutos de un alma que no degradó en odio y construyó sobre los agravios que serán vergüenza para otro tiempo.

María Mercedes Frank

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