El proceso de Justicia y Paz con paramilitares y el Sistema de Verdad del Acuerdo de Paz entre el Estado y las extintas FARC-EP, han graduado verdades sobre el militarismo en Colombia y sus altos costos humanos y financieros. Queda desnudo el régimen y su estrategia de represión a la inconformidad social y de negación a la posibilidad de una tercera fuerza que le disputara, en democracia, el poder político a los tradicionales Liberal y Conservador, enquistados a sangre y fuego. Llegaron al punto de declarar ilegal el comunismo, al que temen como el diablo a la cruz: por ello eligieron la barbarie.
Una primera verdad graduada es la connivencia entre las FFAA y el paramilitarismo. No fue un asunto de manzanas podridas: fue política. La Doctrina de Seguridad Nacional, la lucha anticomunista, el miedo al pueblo pobre y en último término, la mirada de las expresiones organizativas de los sectores populares como enemigo, llevó al régimen a crear el paramilitarismo, implementado por militares, policías, políticos y empresarios (parapolítica) y grupos de narcotraficantes. Una relación reconocida por la población y solo hasta ahora la Justicia y la Verdad la están verificando.
La segunda verdad es el impacto en la victimización masiva. Todas las cifras de violencia se incrementan a partir de la carrera armamentista desde la IV Reforma a las Fuerzas Armadas y su “feliz coincidencia” con el Plan Colombia en 1998. Coinciden dramáticamente el crecimiento del número de víctimas con el aumento de presupuesto de Defensa, el aumento del pie de fuerza, la arremetida paramilitar. Todos los estudios oficiales y no gubernamentales así lo demuestran con curvas y torres estadísticas que evidencian el terror desatado por el militarismo.
La tercera verdad, es sobre la eficacia de los altos costos financieros sin que se redujera la violencia significativamente. En términos oficiales, se contabilizan ayudas del Plan Colombia por 9.600 millones de dólares entre 2.000 y 2.015, lo cual ubicó a Colombia en el primer receptor en cantidad de ayuda militar de EEUU en América. Sumado al Impuesto al Patrimonio, estamos hablando de más de 300 billones de pesos en tres lustros. El control territorial, función constitucional de las FFAA, aún hoy es una ficción. No lo lograron. No lo van a lograr pues ello no es exclusivo de la fuerza.
La cuarta verdad, continuidad de la anterior, es que los falsos positivos son falsos indicadores del éxito de las políticas del militarismo. Los falsos positivos son una aterradora práctica para ocultar la falta de eficacia de las FFAA a pesar del inmenso presupuesto que estaban recibiendo. A las FARC EP las “acabaron” dos veces con indicadores, tanto de bajas como de deserciones. El publicitado y super explotado éxito militar se realizó sobre los cadáveres de civiles que hacían pasar por guerrilleros. Por esta razón algunos militares están dignamente devolviendo sus medallas.
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