La igualdad es una pretensión social que ha abarcado muchas de las discusiones políticas, económicas y filosóficas de los últimos años. Lo anterior, por cuanto la desigualdad guarda una relación estrecha con la pobreza, el hambre, la inequidad social y la injusticia. “Los hombres nacen libres e iguales” es una frase que se lee constantemente en las constituciones liberales[1]. Incluso, si se recuerda bien, la igualdad era uno de los valores que decoraban el eslogan de la Revolución Francesa.
¿Por qué unos hombres tienen dinero a montones, mientras otros mueren de inanición? No existe una respuesta más o menos convincente que permita identificar las razones de lo expuesto. Desde que se tiene memoria, han existido jerarquías sociales, que ubican a unos por encima de otros. El paso de los siglos solo ha permitido que esta desigualdad se perpetúe, y que escale a dimensiones globales; en otros términos, ya no interesa por qué Juan es más rico que Pedro, sino por qué Estados Unidos es sustancialmente más rico que Senegal.
La desigualdad, incluso más que la violencia, genera un gran número de muertes al año. Como lo reporta la UNICEF, en el año 2017, 6.3 millones de niños menores de 15 años murieron por enfermedades prevenibles, las cuales se encuentran asociadas con la pobreza[2]. ¿Cómo es posible que esto ocurra en un mundo en el que, al mismo tiempo, la mitad de la población sufre de obesidad, es decir, que consume alimentos por montones?
Otro ejemplo paradójico es el que se vive actualmente. El Covid-19 ha estremecido a toda la humanidad, pues no solo ha causado la muerte de más de 400.000 personas, sino que ha paralizado a la economía. La desigualdad estructural del sistema económico hace que los países más pobres se enfrenten a un dilema complejo, por no decir triste: se deja morir a las personas por el virus para salvar a la economía, o se decreta una cuarentena, la cual, con el tiempo, generará el deterioro de la economía y, con eso, el sufrimiento de muchas personas.
Como lo indica Peter Singer en la entrevista que le rindió al periódico Arcadia en mayo de 2020, “[e]xiste la opción de salvar vidas ahora, imponiendo una cuarentena que ayuda a evitar que las personas se contagien y mueran por el virus. Pero, a la larga, si la economía colapsa, esto nos llevará a una situación muy difícil. La gente también morirá de hambre, y la falta de empleo y de seguridad social empeorará la vida de millones de personas”[3].
Este dilema ha sido latente en Colombia, en donde se ha decretado una cuarentena por más de dos meses, pero se ha generado el colapso de la economía. En eventos como ese, se hacen evidentes las problemáticas sociales derivadas de la desigualdad, ya que cientos de personas se ven abocadas a violar la medida de aislamiento, aunque eso implique un riesgo para sus vidas, porque si no trabajan no podrán sobrevivir. ¿Por qué si hay recursos suficientes para que todos puedan afrontar este aislamiento, unos pueden estar en sus casas mientras otros mueren de hambre?
A la larga, las razones por las que esto ocurre no son tan relevantes, en tanto lo verdaderamente importante es encontrar alternativas para revertirlo. Adentrarse en este tema, revela otro asunto importante: ¿a quién le corresponde disminuir la brecha de desigualdad? Una respuesta intuitiva señalaría que al Estado, pues parte del contrato social demanda que este garantice unos mínimos de bienestar, o, en los términos de Martha Nussbaum, que asegure el cumplimiento de las capacidades. En efecto, y como lo explica la filósofa estadounidense, “[…] una sociedad que no garantice tales capacidades a todos sus ciudadanos en un umbral adecuado, no alcanzará a ser una sociedad completamente justa, con independencia de su nivel de opulencia”[4].
Esta tesis es similar a la de Rodrigo Uprimny, el cual considera que si a los ciudadanos no se les garantiza unas condiciones mínimas de vida, no podrán ejercer las libertades civiles necesarias para alcanzar una sociedad democrática y desarrollada[5].
Amartya Sen, por su parte, asevera que el Estado es quien debe hacerle frente a las problemáticas derivadas del hambre, la desigualdad y la injusticia, en tanto es el garante de las libertades individuales y, por lo mismo, es quien debe promover las políticas que le permitan a las personas impulsar sus capacidades, entendidas estas como “[…] las libertades fundamentales que disfruta cada persona para llevar el tipo de vida que tiene razones para valorar”[6].
En un sentido similar, pero para el caso específico del hambre, Griselda Alfaro asegura que el Estado tiene la obligación de perfeccionar los métodos de producción y distribución de los alimentos, con el fin de hacer efectivo el derecho a la alimentación, erradicando, de esta forma, la desnutrición[7].
A pesar de lo expuesto hasta el momento, es claro que a la mayoría de los Estados, y más a los desarrollados, no les interesa redirigir sus recursos a ayudar a una población vulnerable, y máxime cuando dicha población no hace parte de su ciudadanía.
No obstante, el deber de alcanzar estándares más altos de igualdad, borrando los estragos del hambre o de la injusticia, no desaparece por el desinterés burocrático o gubernamental, pues esto es una obligación en cabeza de todos.
Cada ser humano, por el simple hecho de serlo, debe contribuir para que el mundo sea un lugar mejor. Como lo explica Peter Singer, es moralmente reprochable que las personas sufran o mueran por falta de alimento, techo o asistencia médica. Por lo mismo, es moralmente imperioso que cada persona, desde sus muchas o pocas posibilidades, contribuya a “paliar el hambre”.
Por supuesto, es difícil que las personas comiencen a entender su compromiso con los demás; que acepten que la desigualdad es un asunto público, y que asimilen que un comportamiento moralmente aceptado demanda mucho más que abstenerse de matar o de robar. La búsqueda de estrategias destinadas a reducir la desigualdad, y los males que esta acarrea, deberían estar en la agenda diaria de cada individuo. En palabras del filósofo australiano, “[…] [d]esde el punto de vista moral, la prevención de la hambruna de millones de persona fuera de nuestra sociedad debe ser considerada tan prioritaria, al menos, como el mantenimiento de las normas que regulan la propiedad en nuestra sociedad”[8].
Aunque resulta complicado que las personas se comprometan a ayudar a otros, y a alcanzar ese ideal de igualdad, no es imposible. La genética social requiere de un cambio, el cual puede iniciar desde cada individuo. El ser humano debe abandonar esa idea de que los números diluyen la responsabilidad, en tanto cada quien es responsable de su actuar con el otro. Por eso, y aunque no se comparte del todo la propuesta de ayudar hasta alcanzar la utilidad marginal, es indispensable que toda persona ayude “lo que tiene que ayudar” o “más de lo que tiene que ayudar”. Incluso, se considera pertinente “ayudar menos de lo que tiene que ayudar”, por cuanto estos cambios pueden ser graduales.
Tal vez no se vea prontamente el mundo que Peter Singer sueña, y no se borre la desigualdad de la noche a la mañana, pero cada paso, por pequeño que sea, siempre que sea bien pensado, puede constituir un comienzo.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Alfaro, Griselda. Los Derechos Humanos como una dimensión de pobreza: el derecho a una alimentación adecuada. Multidimensionalidad de la pobreza. Buenos Aires: CLACSO.CORP., 2014.
Corte Constitucional. Sentencia T-030 de 2017, M.P.: Gloria Stella Ortiz.
Nussbaum, Martha. Capacidades como titulaciones fundamentales: Sen y la justicia social. En: Estudios de filosofía y derecho (Teoría de los derechos), número 9. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2005.
Santamaría, Freddy. Solo el “altruismo eficaz” puede salvarnos. Entrevista a Peter Singer del 08 de mayo de 2020. En: Arcadia. Tomado de: https://www.revistaarcadia.com/impresa/filosofia/articulo/solo-el-altruismo-eficaz-puede-salvarnos/81586.
Sen, Amartya. Desarrollo y liberta. Buenos Aires: Editorial Planeta S.A., 2000.
Singer, Peter. Hombre, riqueza y moralidad. 1971.
UNICEF. Un niño menor de 15 años muere cada cinco segundos en el mundo, según un informe de la ONU. 18 de septiembre de 2018. Tomado de: https://www.unicef.org/es/comunicados-prensa/un-ni%C3%B1o-menor-de-15-a%C3%B1os-muere-cada-cinco-segundos-en-el-mundo-seg% C3%BAn-un-informe
Uprimny, Rodrigo y otros. ¿Justicia para todos? Sistema judicial, derechos sociales y democracia en Colombia. Bogotá: Ed. Et al Editorial, 2006.
[1] La Constitución colombiana no es la excepción, puesto que consagra el derecho a la igualdad en el artículo 13. De igual forma, la Corte Constitucional, al precisar el alcance de este derecho, ha señalado: “[…] la igualdad es un concepto multidimensional pues es reconocido como un principio, un derecho fundamental y una garantía. De esta manera, la igualdad puede entenderse a partir de tres dimensiones: i) formal, lo que implica que la legalidad debe ser aplicada en condiciones de igualdad a todos los sujetos contra quienes se dirige; y, ii) material, en el sentido garantizar la paridad de oportunidades entre los individuos; y, iii) la prohibición de discriminación que implica que el Estado y los particulares no puedan aplicar un trato diferente a partir de criterios sospechosos construidos con fundamento en razones de sexo, raza, origen étnico, identidad de género, religión y opinión política, entre otras” (Corte Constitucional. Sentencia T-030 de 2017, M.P.: Gloria Stella Ortiz).
[2] UNICEF. Un niño menor de 15 años muere cada cinco segundos en el mundo, según un informe de la ONU. 18 de septiembre de 2018. Tomado de:https://www.unicef.org/es/comunicados-prensa/un-ni%C3%B1o-menor-de-15-a%C3%B1os-muere-cada-cinco-segundos-en-el-mundo-seg% C3%BAn-un-informe
[3] Santamaría, Freddy. Solo el “altruismo eficaz” puede salvarnos. Entrevista a Peter Singer del 08 de mayo de 2020. En: Arcadia. Tomado de: https://www.revistaarcadia.com/impresa/filosofia/articulo /solo-el-altruismo-eficaz-puede-salvarnos/81586.
[4] Nussbaum, Martha. Capacidades como titulaciones fundamentales: Sen y la justicia social. En: Estudios de filosofía y derecho (Teoría de los derechos), número 9. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2005, pág. 31.
[5] Uprimny, Rodrigo y otros. ¿Justicia para todos? Sistema judicial, derechos sociales y democracia en Colombia. Bogotá: Ed. Et al Editorial, 2006.
[6] Sen, Amartya. Desarrollo y liberta. Buenos Aires: Editorial Planeta S.A., 2000.
[7] Alfaro, Griselda. Los Derechos Humanos como una dimensión de pobreza: el derecho a una alimentación adecuada. Multidimensionalidad de la pobreza. Buenos Aires: CLACSO.CORP., 2014.
[8] Singer, Peter. Hombre, riqueza y moralidad. 1971, pág. 142.
Comentar