Las miserias del juicio de Cristo

Se vuelve entonces perentoria la conclusión de que en derecho se debe argumentar con una base material en búsqueda siempre de la verdad y demás fines legítimos y que la justicia solamente funciona cuando los jueces tienen el coraje de fallar en derecho y según la verdad, sin dejarse persuadir de las huestes de quienes están interesados en un determinado fallo.


A propósito de la Semana Santa, vale la pena plantear la reflexión en torno a uno de los asuntos que exponen las Sagradas Escrituras. En el Evangelio de San Mateo se narra el juicio de Jesús presidido por el gobernador Poncio Pilato, quien, tras interrogar a Jesús, encuentra que no existe causa por la que condenarlo y, aun así, falla en ese sentido.

Sobre Poncio Pilato no recaía presión de un superior funcional, puesto que, en cuanto a la administración del Imperio era la máxima autoridad en la región, teniendo a su superior en “la Ciudad Eterna”; menos aún, conflicto con otros poderes, ya que el rey Herodes, a quien había enviado este “problema”, lo había regresado a él. La presión, no obstante, viene de la autoridad religiosa, del Sanedrín, quienes piden la muerte del Cristo y mueven a un grupo de personas para que repita las arengas del colegio de ancianos y prefieran, aun la libertad de un sedicioso antes que la vida del Maestro.

Hay que preguntarnos si los que nos ocupamos del derecho pedimos a veces el castigo y la muerte del ser humano inocente como la abobada gleba de vociferantes que pedía damnatio in crucem o si somos capaces de ser como Carnelutti y seguirlo en la reflexión de su obra “Las miserias del Proceso” para reconocer, aun detrás de las normas y de la a veces justa condena, al hombre que es reducido a condición bestial.

Finalmente, vale la pena abordar otra pregunta de orden académico, pero de capital trascendencia, y es ¿cómo argumentamos en derecho? ¿Argumentamos para encontrar y conocer la verdad? o ¿somos como los del Sanedrín y lo hacemos para convencer y para que prime, no la justicia, sino el interés propio?

Recordemos que las crónicas cristianas relatan que muchos testigos falsos fueron presentados buscando la sentencia de muerte, siendo estos las herramientas de un discurso sofista y mentiroso. Por el contrario, si se tiene en cuenta que el derecho está al servicio de la verdad y, aunque es cierto que hay figuras que ponen límites a la forma de alcanzarla, estas solo se justifican en favor del hombre. Se vuelve entonces perentoria la conclusión de que en derecho se debe argumentar con una base material en búsqueda siempre de la verdad y demás fines legítimos y que la justicia solamente funciona cuando los jueces tienen el coraje de fallar en derecho y según la verdad, sin dejarse persuadir de las huestes de quienes están interesados en un determinado fallo.


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Pablo Betancur Jaramillo

Soy estudiante de Derecho de la Universidad EAFIT, trabajo en Sostenibilidad Jurídica Integral S.A.S.

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