La voz de la libertad

Decir que informar es simplemente hablar por medio de un micrófono sería reducir el significado del periodismo. Este oficio nos coloca frente a la realidad que constantemente nos interpela. Recorrer mundos en busca de una noticia, una verdad, o dar voz a quienes no la tienen, constituye la esencia misma de nuestra labor. Para mí, el periodismo es una vocación que me llena de orgullo y compromiso. Se trata de escuchar, comprender y generar un cambio, sin causar daño, sino promoviendo el progreso.

A pesar de las censuras y obstáculos, siempre habrá voces dispuestas a buscar la verdad. Yo estoy decidida a ser una de ellas, y por eso quiero contarles cómo empezó toda esta represión hacia los medios y los periodistas. Todo empezó en febrero de 1980, cuando el Movimiento 19 de abril (M-19) tomó la Embajada de República Dominicana en Bogotá, desencadenando la Operación Libertad y Democracia. Este evento marcó un hito en la historia del periodismo colombiano, desafiando a los profesionales de la comunicación a narrar la realidad en medio del conflicto armado. Luego vino la década de los 70, un período en el que el periodismo se convirtió en una linterna en la oscuridad, iluminando los rincones más oscuros de nuestra sociedad.

En los años noventa, este desafío se intensificó aún más. Funcionarios del gobierno se reunieron con representantes de medios de comunicación para debatir sobre cómo debían informar lo que ocurría en el país. Estipularon quince pautas para periodistas, editores y trabajadores de los medios de comunicación. Algunos de los puntos acordados fueron: «evitar toda polémica sobre las responsabilidades que en la violencia hayan tenido los partidos políticos» y «no asignarles ningún rótulo político a los victimarios ni a las víctimas». A través de esta medida, se intentó mitigar la creciente violencia después del primer mandato del Frente Nacional. Sin embargo, incluso en aquel entonces, hubo quienes cuestionaron estas medidas. Flavio de Castro, director del diario Tribuna, se negó a firmar las pautas, considerando que esta medida no disminuiría la violencia. Su valiente postura reflejó la resistencia de algunos periodistas ante los intentos de limitar la libertad de prensa y la búsqueda de la verdad.

Colombia continuó enfrentando desafíos tanto internos como externos. La consolidación de grupos armados y el narcotráfico crearon un ambiente de violencia y corrupción que desafió constantemente al periodismo a ejercer su deber de informar con valentía y veracidad.

En pleno siglo XXI, los desafíos persisten, pero gracias al respaldo de organizaciones como la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) y Reporteros Sin Fronteras, se han podido documentar las amenazas y ataques continuos contra periodistas en nuestro país. La reciente agresión a colegas en Barranquilla es una muestra palpable de la violencia que afrontamos. Resulta inadmisible que funcionarios públicos y personas influyentes normalicen tales ataques, que socavan la libertad de prensa.

En un momento en que la desinformación y las noticias falsas se propagan con facilidad, la importancia del periodismo ético es ahora más evidente que nunca. Los ciudadanos necesitan fuentes confiables de información para tomar decisiones informadas y participar activamente en la vida democrática de nuestro país. Por eso, el 3 de mayo, Día Internacional de la Libertad de Prensa, es un recordatorio de la importancia de nuestra labor y de la necesidad de seguir luchando por un periodismo libre y justo.


Todas las columnas de la autora en este enlace: Laura Cristina Barbosa Cifuentes

Laura Cristina Barbosa Cifuentes

Comunicadora Social y Periodista, apasionada por la radio, la televisión y la investigación, con enfoque centrado en el estudio de la violencia en Colombia.

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