En muchas ocasiones hemos escuchado la reconocida frase: “A la mujer no se le pega ni con el pétalo de una rosa” campaña que rechaza cualquier forma de maltrato hacia la mujer. Sin embargo, y aunque en la actualidad la mujer tiene mayor poder de decisión para denunciar a sus victimarios siguen existiendo casos aislados- severos que quedan en el desconocimiento y otros que quedan en el olvido. Una violencia que afecta a más de la mitad de la población mundial no puede ser ignorada. Para las Naciones Unidas la violencia de género se manifiesta de forma física, sexual y psicológica, e identifica cinco tipos: violencia en el marco de la pareja, violencia sexual, trata de seres humanos, mutilación genital femenina y matrimonio infantil.
A su vez, se me hace necesario resaltar que existen otro tipo de violencias que impiden el desarrollo pleno de derechos para millones de niñas y mujeres en el mundo, estos actos que nos llenan de dolor como sociedad y que nos sacude con cada muerte, con cada niña desaparecida, con cada mujer golpeada, con cada joven que ha sido humillada y descalificada. En nuestro contexto vemos en numerosas situaciones como el hombre ultraja a la mujer por medio de adjetivos que pasan de ser grotescos a ser amenazantes, convirtiéndose en un arma mortal para la salud mental.
Por eso, al hablar de las violencias de género debo hablar de lo que estas representan, evidenciando que no sólo es una problemática social sino también un problema de salud pública, por las graves afectaciones físicas, mentales y emocionales que sufren las víctimas. Para el año 2019, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (INMLCF) reportó en datos preliminares un total de 47.524 casos de violencia de género, de los cuales, 40.760 fueron contra mujeres, para una tasa preliminar de 161,293 por cada 100.000 mujeres. En nuestro país, durante el año 2020, según el Observatorio de Feminicidios en Colombia, 445 mujeres fueron asesinadas (hasta septiembre). Durante la cuarentena, se alcanzó la cifra de 243 feminicidios.
En Itagüí, el hecho no ha sido muy indiferente, hemos observado como han acontecidos feminicidios en el municipio, como funcionarios han agredido verbalmente a mujeres en medio de pleitos, situación de total rechazo, puesto que los funcionarios estamos para servir y no para agredir. Ello más que ser una penosa actuación, es un triste acto que evidencia la vulnerabilidad a la que siguen expuestas las mujeres en el territorio. En el municipio, se han presentado entre el 2019 y el 2020, altas denuncias por violencia psicológica, convirtiéndose en el segundo tipo de violencia más presentado (106 casos- 16%). Un tipo de violencias para el cual no basta una disculpa pública. Debemos comprender como sociedad que están malas conductas generan un trauma psicológico y ocasiona en nuestras mujeres baja autoestima, vergüenza, miedo y enfermedades mentales tales como depresión, ansiedad, estrés postraumático, entre otras consecuencias. Este tipo de violencia suele ser transversal y conexa a las demás, pues el control psicológico y emocional sobre la otra persona es parte de la vulneración que se asocia a actos de otra naturaleza.
En la ciudad industrial del Valle de Aburrá más del 51% de la población son mujeres. Para el año 2019, 668 casos se presentaron en Itagüí en contra de la mujer, según la información reportada por la Secretaría de Salud y Protección Social del municipio a través del SIVIGILA. Lo preocupante no sólo es que se sigan presentando este tipo de violencias sino también el aumento de ellas, pues en el territorio ha incrementado la violencia sobre la mujer en 1.4%. Sin embargo, hay casos que me estremecen más, es inconcebible que 23% de los casos de violencia sean en niñas menores de 5 años, y que un 14% se presente en niñas de 6 a 11 años. Es entonces que como ciudadanos, como comunidad, como funcionarios nos seguimos burlando del papel de la mujer, de sus derechos fundamentales, nos seguimos burlando a la vez de la ley y de lo que se significaría una verdadera construcción social, originada en la igualdad y el respeto. No podemos dejar en el vacío que la violencia contra la mujer es una ofensa a la dignidad humana y ha sido durante décadas una manifestación de las relaciones de poder (desiguales) entre hombres y mujeres, un histórico que debe erradicarse.
Como itaguiseños tenemos el deber de fortalecer escenarios que resguarden la integridad de la mujer, debemos crear espacios donde se puedan visibilizar y realizar el debate público sobre la violencia feminicida y transfeminicida que se viene registrando en medio de la pandemia por el COVID –19 para exigir respuestas efectivas frente a los casos.
Estamos frente a la realidad de miles de mujeres que aclaman por sus derechos y que cada día son más pisoteados. En la actualidad, la vida de las mujeres son un cuerpo político que exige justicia, un contexto que ha sido marcado sobre el feminicidio y transfeminicidio. No podemos seguir haciéndonos los ciegos frente la ineficacia del actuar de muchos de los ciudadanos y de nuestros representantes en relación con la protección de los derechos de las mujeres. Es necesario actuar con base en el cumplimiento de la Ley 1257, la cual establece una serie de acciones para promover los Derechos Humanos de las mujeres, medidas de protección y sanciones a esas violencias. No podemos seguir acogiendo los feminicidios como respuesta a la inoperancia.
Frente a este panorama, hay que empezar a replantearnos. Las medidas deben estar enmarcadas en garantizar que las víctimas de violencias tengan atención y servicios, para atender la salud mental. La atención debe ser continua, con seguimiento a los casos con riesgo de salud y con valoración médica, donde se promueva la capacitación a los profesionales de la salud para que identifiquen el riesgo. Nuestro municipio debe priorizar este tipo de violencia como un asunto de interés en salud pública donde prime el abordaje integral de las violencias de género, y para ello es importante realizar estrategias enfocadas en la instalación de una sala de control y monitoreo exclusiva para combatir crímenes de violencias en contra de las mujeres. También, es necesario monitorear permanentemente los casos de violencia de género para prevenir y castigar feminicidios, violencia intrafamiliar y sexual contra mujeres y niñas.
En conclusión, no podemos seguir siendo intolerantes y la vez ineficientes frente al acompañamiento con las víctimas, no es hora de cerrar los ojos y esperar que sigan matando nuestras niñas, nuestras hijas, nuestras hermanas, nuestras madres. Hay que ponerse la mano en el corazón y poner a pensar un poco la cabeza para que juntos podamos crear una sociedad sin limitantes agudos marcados por la violencia, no podemos ni queremos seguir en lo mismo.
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