Así como las investigaciones del Dr. Bennet Omalu intentaron ser desestimadas y su lucha incansable por revelar las causas de los decesos y enfermedades mentales padecidas por jugadores de la NFL pareciera que quedaron en el olvido, así mismo podrían quedar las investigaciones y los esfuerzos de muchos por intentar combatir el cambio climático que cada vez nos demuestra con más fuerza que llegó para quedarse a menos que tomemos individual y colectivamente cartas en el asunto.
Y es que el debate no admite -no puede- quedarse en el escenario meramente ideológico entre izquierdistas y derechistas; entre republicanos y demócratas; entre Exxon Mobil y la familia Rockefeller -paradójicamente-. Este es un debate que ante las evidentes y nefastas consecuencias que hoy sufrimos, sin excepción, todos los habitantes del planeta, debe ser abordado con base en los datos aportados por la ciencia, libre de cualquier sesgo político.
Por eso hoy resulta difícil creer que, en vigencia de la sociedad de la información y el conocimiento, la manipulación de los argumentos en contra del fenómeno del cambio climático siga generando innumerables adeptos, a espaldas de los datos científicamente soportados.
En todo caso, lo que no tienen en cuenta los que se abrazan al debate en términos meramente ideológicos son hechos incontrastables como que nunca en la historia del planeta el océano pacífico había albergado una isla conformada por desechos plásticos, nunca la barrera coralina de Australia había sufrido un blanqueamiento igual al que hoy evidencia, nunca la deforestación de la Amazonía había alcanzado cifras cercanas a las 70.000 hectáreas por año, nunca el deshielo de los glaciares había sido tan alarmante y, no menos importante, nunca en toda la historia de la humanidad habían circulado tantos vehículos como lo hacen hoy 1,200 millones.
Quizá nos tome medio siglo más reemplazar totalmente los combustibles fósiles por otros que sean amigables con el planeta, pero lo que no puede tardarse tanto es la “desideologización” del debate, pues este no es un tema de opinión sino de datos y están al alcance de todos.
Ahora, mientras la lógica bajo la cual se expida la regulación sobre la explotación y el uso de combustibles fósiles esté exclusivamente atada a los rendimientos financieros que ella genera, seguirán apareciendo planes como el que reveló el gobierno de Donald Trump la semana pasada, según el cual se subastarán los derechos de perforación para exploración y explotación de petróleo y gas en toda la costa este de los Estados Unidos, o seguirán apareciendo aquellos que niegan que la utilización de métodos de explotación como el fracking son potencialmente contaminantes de las aguas subterráneas y, en consecuencia, las ganancias harán que se nos olvide que tenemos una responsabilidad imperiosa con nosotros mismos y con las generaciones futuras.
A raíz de los hallazgos del Dr. Omalu, más de 2.000 jugadores retirados de fútbol americano y sus familias, demandaron a la NFL reclamando una indemnización al evidenciar que sufren encefalopatía traumática crónica – CTE, por sus siglas en inglés- a causa de las contusiones a las que se vieron sometidos durante entrenamientos y juegos. La NFL llegó a un histórico acuerdo con los mismos y dispuso de una suma cercana al billón de dólares para indemnizarlos bajo la condición de no revelar la información que tiene en su poder acerca de los efectos de las contusiones.
Al menos en parte, la verdad tuvo un precio en esa ocasión, ¿lo tendrá en el caso del cambio climático?