«La Universidad de Antioquia tiene grandes retos y capacidades suficientes para afrontarlos». Entrevista con Natalia Gaviria Gómez

La Universidad de Antioquia, una de las más grandes e importantes universidades públicas del país, atraviesa actualmente el debate público entre diez aspirantes para la designación rectoral 2024-2027 (siete hombres y tres mujeres). El próximo 13 de marzo se realizará la consulta electrónica a la comunidad universitaria (profesores, estudiantes, egresados, personal no docente y jubilados), y en unas semanas el Consejo Superior Universitario designará al nuevo rector o rectora. Por primera vez una mujer podría convertirse en la primera autoridad ejecutiva de la Universidad. Conversamos con Natalia Gaviria Gómez sobre su trayectoria académica, su faceta más vivencial, los profundos vínculos con el Alma Mater, su aspiración a la rectoría y algunas de sus acciones prioritarias.

Gloria María Gallego: Natalia, estudiaste ingeniería electrónica en la Universidad de Antioquia, y combinas la ingeniería con la formación humanista y tu interés por temas públicos.

Natalia Gaviria Gómez: Así es. Fui formada, primero en una familia donde obviamente el tema político y el tema humanista atravesaban todas las conversaciones, todas las etapas de mi educación, y cuando uno se cría en ese ambiente, queda permeado por esa sensibilidad, por comprender la condición humana en todas sus facetas.

Por eso, cuando me gradué del colegio en 1990 y llegó la hora de escoger una carrera, fue difícil, pues tenía interés tanto por una en el área de las humanidades u otra carrera en el área de las ciencias. Por diversas razones, por el gusto que tenía por las matemáticas, por la física, y porque en ese momento empecé a explorar diferentes ambientes, conversé con muchas personas que trabajaban en diferentes áreas y me llamó mucho más la atención ingeniería, y en particular la ingeniería electrónica.

G. M. G.: En la Universidad Antioquia ¿o también consideraste una universidad privada?

N. G. G.: Me presenté a una universidad privada, la Universidad Pontificia Bolivariana, que además quedaba a 5 cuadras de la casa donde vivíamos en esa época. Pero yo había estudiado en un colegio muy pequeño, como muy protegido el alumnado y siempre los mismos, y ya había tenido interacción con la Universidad de Antioquia, claramente por mi papá, que era profesor en la Facultad de Derecho y porque me gustaba ir a clases de teatro los sábados, y me sentía muy bien en la Universidad. Entonces, decidí estudiar en la Universidad de Antioquia, y desde el primer día de clases dije: “esta es mi casa”. El ambiente era muy plural, completamente distinto al del colegio, y yo sentí que se despertó un pedacito de mí que no conocía.

G. M. G.: La Universidad de Antioquia, con su historia, su carácter público y su gran diversidad, brinda un acceso a una visión universal. ¿Qué significó para ti?

N. G. G.: La formación siempre ha sido muy integral. Yo estudiaba ingeniería, y estábamos siempre permeados por las otras áreas, por todo lo que brinda esta gran Universidad, por todo lo que ocurría en Colombia. Cuando estás en la Universidad de Antioquia no estás aislado de lo que ocurre en el país y en el mundo, sino que te conectas de un modo profundo e interesante. Siempre se dan discusiones internas que no tienen que ver directamente con ingeniería, pero sí con la formación como ser humano, que es el punto de llegada y la razón de ser de cada profesión.

G. M. G.: Durante pregrado ya tenías muy presente pasar a formación de tercer ciclo: la maestría en la Universidad de los Andes y luego el doctorado en Estados Unidos, y siempre apostaste por regresar a la Universidad de Antioquia.

N. G. G.: Te voy a hablar incluso desde antes … me gradué en diciembre de 1996, era muy buena estudiante, y desde muy chiquita quería ser profesora. Recuerdo que cuando estábamos en el colegio venían mis compañeritos y yo les enseñaba alemán, matemáticas, compartía lo que sabía con ellos.

En el pregrado tuve unas monitorías muy bonitas, unas de dar clase y otras en la biblioteca. Iba a la biblioteca, leía artículos y los clasificaba, en esa época no había internet, entonces había que clasificar manualmente los artículos. Los profesores me vieron muy interesada y les llamó la atención y me ofrecieron quedarme de una vez en la Universidad de Antioquia en el año 96, como docente ocasional. Pero en ese momento le dije al vicedecano, que había sido mi profesor, que le agradecía mucho “pero yo no me siento bien, porque voy a ir a repetir un libro que acabo de estudiar a unos estudiantes que son casi mis compañeros de carrera”. Tuve la certeza de que me quería ir, adquirir experiencia, continuar los estudios y después volver a la Universidad. Me fui para Bogotá porque en ese momento la única universidad que tenía maestría en ingeniería electrónica era la Universidad de los Andes; no había nada más. Cuando terminé en el año 2000, volví a la Universidad de Antioquia, inicialmente de profesora ocasional, pero rápidamente en ese momento salió una plaza docente y así obtuve la vinculación como profesora.

Poco después, me salió la oportunidad de hacer el doctorado … no era una beca, sino como asistente de posgrado, donde la Universidad extranjera te da un salario por participar en un proyecto de investigación y te exonera el pago de matrícula, te da suficiente para vivir. Yo no podía perder esta oportunidad y me tocó renunciar a la universidad.

G. M. G.: Te graduaste en el año 2006 en la Universidad de Arizona, y apostaste por volver a vivir a Colombia en momentos complejos, apostaste por lo público y por el Alma Mater, ¿por qué esa apuesta?

Natalia Gaviria: Casualmente, el profesor que en el año 96 me ofreció que me quedara, se jubiló, entonces, se liberó esa plaza, yo gané el concurso y me devolví para Medellín. Había pocas personas con doctorado en mi área, y yo sentía que tenía mucho más para aportar en nuestro medio y para devolver a la Universidad de Antioquia todo lo que había recibido de ella, donde además me sentía muy bien.

Siempre he pensado, pues lo viví, y vi cómo la educación en la universidad pública transformaba la vida en mis compañeros. Muchos de mis compañeros eran los primeros profesionales en sus familias. Claro, para mí esa ha sido siempre como una motivación, es poder ayudarles a transformar esas vidas, y para mí, eso era maravilloso. Para ellos había un progreso intelectual y académico y, también, un progreso económico y social. En ese momento yo sí dije, puede parecer muy romántico, pero me parecía mucho más estimulante para mí trabajar en una universidad pública como la Universidad de Antioquia y ver cambios con los que progresan personas, familias, comunidades.

G. M. G.: Analizando tu hoja de vida, veo que te apasionan la docencia y la investigación ¿Tendrá que ver esto con que tu familia ha estado tan asociada a la educación, y que tu madre, doña María Cristina Gómez, ha sido toda una institución en la enseñanza en Medellín, y tu padre, Carlos Gaviria, toda una institución en la Universidad de Antioquia, como profesor de filosofía del Derecho?

Natalia Gaviria: Claro que sí. En la casa siempre ha habido una inquietud y una pasión por la educación. No soy solo yo la prueba de eso, sino que, de cuatro hermanos que somos, estamos 3 vinculados con procesos de formación en universidades: Juan Carlos es profesor en la Escuela de Derecho de EAFIT, y Ximena es profesora de tiempo completo en la Universidad de Medellín.

El ambiente en el que crecimos fue siempre muy cercano a la educación. Cerca a mis 18 años, en algunas vacaciones mi mamá me pidió que le ayudara con el Proyecto Educativo Institucional del colegio, es decir, de Alcaravanes, que fundó mi mamá. Un colegio de educación laica, y en el que mi mamá fue una precursora en educación en Medellín, hablaba de inclusión; en este momento la inclusión es fundamental, pero mi mamá hablaba de inclusión en Medellín cuando nadie mencionaba esa palabra. Aquí ni sabíamos bien qué era… Había una inquietud de género, feminista en esto, y también de inclusión de personas con capacidades diversas. Entonces, mi mamá fundó una guardería donde recibían niños que tenían, por ejemplo, síndrome de Down, y fue también aprender a crecer y a ver niños diferentes a nosotros.

N. G. G.: Eso parte del respeto por el otro, por la diferencia, y en mi casa siempre crecimos así, en el respeto por la diferencia. Hoy veo que esto es ante todo un asunto vocacional, una parte integral de mi vida porque crecimos así, en un ambiente de diversidad, de inclusión, de diferentes culturas, de diferentes ideas políticas, clases sociales, de diferentes capacidades.

G. M. G.: Hablando de diversidad, inclusión e igualdad de oportunidades, ¿cómo ha sido para ti ser mujer, ingeniera, profesora e investigadora, líder académica, en una Facultad de una tradición marcadamente masculina como ingeniería?

Natalia Gaviria: En ingenierías, el ambiente es predominantemente masculino, y especialmente en una ingeniería como la electrónica que es donde yo estoy vinculada. Uno de mis compromisos allí ha sido el liderazgo, pues las mujeres tenemos una capacidad y una vocación de armar equipo y articular acciones y proyectos. Soy capaz de conectar, me gusta articular y trabajar en grupo. Desde que me vinculé a la Universidad a finales del año 2006, entré a formar parte de un equipo, y sentí que esto es lo que me gusta hacer, y así empezamos…

Cada uno tiene capacidades, tiene unas habilidades específicas, y en ese momento yo también saqué a relucir una capacidad mía de armar equipo y de conectar. Desde ese momento formamos un Centro de Investigación en la Universidad, “ARTICA”: Alianza Regional en TIC Aplicadas, donde pudimos conectar cuatro universidades con dos empresas, y logramos desarrollar proyectos de investigación durante unos 7 u 8 años con resultados bien interesantes. Formamos estudiantes de pregrado, de maestría, estudiantes de doctorado; tuvimos, obviamente, resultados de investigación, como artículos, prototipos, y logramos articular las empresas con la Universidad, que no siempre ha sido fácil. Mejor dicho, ese es un reto enorme: lograr hablar el mismo lenguaje entre personas y sectores diversos.

En mi condición de mujer he sido empoderada, de tal manera que nunca me he sentido inferior a los hombres, y eso me ha permitido actuar de manera natural, con autoconfianza y no ver como un reto llegar donde ellos están. Tenemos las mismas capacidades y debemos reclamar las mismas oportunidades. Ser mujer es una condición con la que me siento muy bien, y de la que me siento muy orgullosa, pero no es la única condición suficiente para llegar a ocupar un cargo. Se requieren méritos y otras habilidades y capacidades que uno tiene que ir desarrollando.

G. M. G.: En los últimos años en el debate público en el país, cada vez se han puesto más en evidencia las discriminaciones de género y la urgencia de prevenir la discriminación a las mujeres y a la población sexualmente diversa, LGBTI ¿Cómo ves este tema en la Universidad de Antioquia, y de cara al futuro?

N. G. G.: En la Universidad todavía tenemos mucho que cambiar sobre estos urgentes temas de género y un camino por recorrer para el que disponemos del vasto saber creado en la misma institución sobre la sociedad patriarcal y las relaciones de poder y desigualdad. Evidentemente, por factores de género, culturales y sociales, muchas mujeres son discriminadas y se les envían mensajes explícitos o implícitos, tales como tener una supuesta menor capacidad física, intelectual, laboral. Pienso, por ejemplo, en lo que ha significado esa educación machista que devalúa a las niñas y a las mujeres, donde se transmitía –y aún se transmite–, “tú eres la princesa, entonces la princesa no se puede ensuciar; no se puede dedicar a asuntos duros, como las matemáticas”, unos mensajes que nos van marcando para unos roles y excluyendo de otros, y creo que eso se sigue viendo en la Universidad. Lo vemos también en la Universidad cuando en ingeniería sigue existiendo una población estudiantil, más o menos, 65% hombres, 35% de mujeres, mientras que en algunas carreras hemos llegado a 50/50, pero hay otras donde todavía la diferencia es muy grande.

Tenemos bases cognitivas para tomar medidas fundamentadas y la cultura de la Universidad debe dialogar con la educación precedente, discutir sobre valores, sobre igualdad y diferencia, y tratar de compaginar desde ahí asuntos que nosotros evidenciamos cuando estamos en la educación superior.

G. M. G.: Esto lo deben tener claro las lideresas en una Universidad. ¿Qué dices al respecto?

Natalia Gaviria: Claro, completamente. Las situaciones de las mujeres son muy variadas y una lideresa debe ser empática y consciente de las exclusiones, opresiones y desigualdades que pesan sobre las mujeres en una sociedad patriarcal, que se ven rezagadas porque, entre muchas otras desventajas, se les ha enviado un mensaje negativo, de inferioridad, de tener menos capacidades y de estar destinadas a un único modelo de vida en posición secundaria.

En cuanto a las violencias basadas en género y violencias sexuales en la Universidad, pienso que todavía estamos en un momento crítico, muchas veces ni siquiera las mujeres alcanzamos identificar el momento en el que estamos siendo vulneradas porque el abuso y la discriminación están normalizados; y por eso, evidenciar esas situaciones también es difícil, y pueden escalar fácilmente, y a las mujeres también les da mucha dificultad denunciarlas.

Es un tema cultural y social que tenemos que enfrentar en la Universidad, y tiene que ser poniéndole nombre, y eso es de frente, y transversalizando las soluciones. Es decir, todas nos tenemos que dar cuenta de que hay cuestiones muy profundas sobre nosotras mismas y la manera de asumirnos; los hombres deben hacer conciencia de cuándo están incurriendo en estereotipos, palabras ofensivas y conductas violentas.

La semana ante pasada estábamos en Urabá, en la Universidad, y una mujer con la que hablábamos nos decía que ella se ha sentido víctima de violencia de género, y que lo conversó con algunas de sus compañeras, y le dijeron: “No, no exageres, si eso es lo normal, no, no vamos a hacer un escándalo de esto, quédate callada que no vale la pena”.

Una violencia banalizada por ser contra las mujeres, y porque lo hemos normalizado. Es parte del trabajo de la Universidad desnormalizar esas conductas, porque una que se siente violentada así –y lo conversaba con algunas– se siente cosificada, y eso afecta también su vida académica, porque nos hacen creer que somos inferiores, o porque somos cosas, o porque en ciertos contextos nos pueden violentar, tiene un impacto personal, académico y social muy grande.

G. M. G.: ¿Puede haber un viraje en este tema para ser tratado con sinceridad y determinación con una mujer rectora al frente de los destinos de la Universidad Antioquia?

Natalia Gaviria: Considero que sí; el hecho de ser mujer nos da, primero que todo, más empatía y capacidad de comprensión y, también, una capacidad adicional de escucha y de entender por dónde está pasando la otra persona.

En la Universidad se ha ido generando conciencia, sensibilidad, compromiso urgente y un movimiento para poder empezar a resolver estos asuntos, pero todavía no es suficiente, creo que estamos en una etapa incipiente. El hecho de que una mujer asuma la rectoría puede ayudar a que seamos conscientes y a que esta situación se vaya resolviendo poco a poco, yo sola no tengo la varita mágica. Claro que se toman medidas institucionales, pero siento que este es un asunto cultural, y generar cultura no es de un día para otro, es asunto de tiempo y es un asunto académico, que desde la Universidad se debe enfrentar desde el punto de vista teórico y práctico e impactar la cultura, la cultura universitaria, que finalmente se propaga por toda la sociedad.

Cuando me dicen que la universidad es un reflejo de la sociedad, me da tristeza porque siento que, al contrario, la universidad debería ser el ejemplo a seguir en la sociedad; por lo tanto, en la universidad debemos empezar a resolver estos asuntos culturales y ser ejemplo para el resto de la sociedad.

Desde luego, necesitamos investigar más sobre la situación de las mujeres en la Universidad; por ejemplo, un estudio sobre la vinculación laboral de ellas en comparación con los hombres; también de la deserción de los estudiantes y, específicamente, de las estudiantes en relación con su condición de mujeres: ¿cuántas mujeres dejan la universidad, por ejemplo, porque quedan embarazadas y tienen que ser madres, sin contar con ningún apoyo? y ¿qué hace la Universidad? ¿Cuántas se tienen que salirse porque en su familia prima darle educación al hombre sobre ellas?

Me ha parecido interesante que el porcentaje de mujeres estudiantes en las regiones es mayor que el de hombres.  Es una cifra que me ha sorprendido positivamente, porque estas mujeres se están formando para el liderazgo en y desde las regiones, lo cual es un elemento para el progreso social que nos da una esperanza.

G. M. G.: La Universidad de Antioquia tiene una extraordinaria producción intelectual. ¿Cómo fue tu experiencia trabajando en el comité editorial?

N. G. G.: El comité editorial selecciona aquellas obras a ser publicadas por la editorial Universidad de Antioquia. Entonces, si bien yo en el comité representaba un área que son las ciencias exactas y la ingeniería, el comité está conformado por otros miembros que vienen del área de ciencias sociales, artes, y el área de la salud, entonces, la interacción entre las diferentes áreas, y el análisis de las diferentes obras, y de las diferentes posibilidades me parecía maravilloso, porque me encanta leer.

Fue un trabajo bien interesante en el que estuve 4 años y me permitió conocer la producción intelectual de toda una comunidad académica como lo es la universidad.

G. M. G.: Hay una faceta de extraordinaria importancia, y es la robusta presencia de la Universidad en las regiones. ¿Qué hay en la Universidad Antioquia que es tan diferencial?

Natalia Gaviria: La Universidad en las regiones tiene un potencial enorme, con su programa de regionalización desde hace unos 28 años. Sin embargo, es un programa que en este momento se ha quedado corto, porque básicamente hemos trasladado un poco los programas que tenemos en la ciudad universitaria hacia las regiones, y hemos graduado profesionales lo cual es muy importante para el desarrollo de las regiones. Tenemos un potencial mucho mayor y este va en que podemos transformar vidas.

La Universidad aquí en Medellín es una universidad integral que está abierta todos los días de la semana; encontramos la biblioteca funcionando, hay profesores de planta, hay actividades de bienestar universitario de manera permanente. Es una universidad a tiempo completo. Pero en regiones todavía no estamos en ese punto, todavía no tenemos procesos como la investigación, como la extensión implantados en las regiones.

Para robustecer la Universidad en las regiones, me parecería muy importante tener profesores de planta. En estos momentos, nuestros programas regionalizados operan principalmente con profesores de cátedra que viajan desde Medellín, viernes, sábados a dar clases, y está muy bien. Para un programa de pregrado, digamos que ha sido un buen esfuerzo, pero es muy distinto cuando el profesor vive en la región. Es muy distinto un profesor que va de Medellín a Santa Fe de Antioquia o a Urabá, que uno que vive allí, entiende la realidad de los estudiantes y los problemas de la región. Un asunto clave es poder tener profesores vinculados que vivan en la región. Ese sería uno de mis retos en la rectoría.

G. M. G.: ¿Cuáles son los tres retos principales que tú afrontarías, si llegas a ser rectora, en este periodo tan decisivo en la historia de la Universidad de Antioquia? ¿Qué valores esperarías de parte del equipo que te acompañaría?

N. G. G.: No es un secreto para todos que el reto principal en este momento es el reto financiero, porque está enfrentando una situación financiera precaria, tanto de la Universidad de Antioquia, como en general en la educación superior pública. La Universidad de Antioquia en este momento tiene un déficit, o un desfinanciamiento, o las dos, que suma unos 345.000.000.000 millones de pesos. Es un reto muy grande.

El segundo reto es poder convocar nuevamente a la Universidad alrededor de un proyecto académico. Me entristece que este proceso de designación de rector, y en general de designación de los académicos, se ha vuelto un proceso más político o politiquero. Es preciso volver a convocar a la Universidad en torno a un sentido de comunidad académica. Se me critica diciendo que soy muy académica, y yo agradezco cuando me dirigen esa crítica, porque la vida académica es la esencia de la Universidad.

El tercer reto es realmente que la Universidad se vuelva un eje de transformación en Antioquia con las regiones. Estos tres grandes retos están relacionados, sobre todo los dos últimos, porque el proyecto académico va muy de la mano de las regiones, y la Universidad tiene que crecer y fortalecerse con un enfoque territorial.

G. M. G.: Veo esta agenda urgente que propones y te pregunto por el tema de la investigación en la Universidad de Antioquia, que es un referente para el país y en el continente; y, además, siempre ha estado comprometida con la construcción de la democracia y de la paz. ¿Qué avizoras ahí de parte de tu rectoría?

N. G. G.: La construcción de paz tiene que seguir, en todas las regiones a donde llegue la Universidad de Antioquia, en Medellín y donde estemos. Ese tiene que ser uno de los principios nuestros, la paz, y tiene que ser transversalizada con todo nuestro quehacer. Si bien en la Universidad hay algunas disciplinas más directamente relacionadas con la paz, yo creo que todas las áreas del conocimiento deben estar involucradas en la construcción de paz de una u otra manera. Creo que parte también de que la Universidad pueda generar más equidad, más oportunidades, y esas oportunidades vienen desde todas las áreas del conocimiento.

Esta tarea parte del diálogo, que debe ser el principio de todo. No soy partidaria de ninguna violencia, ni de vías de hecho, en absoluto; soy partidaria siempre del diálogo como primera herramienta. Y aquí conecto con las características y los principios del equipo: primero es actuar mancomunadamente; lo segundo es que tiene que actuar con criterios académicos, no con politiquería, porque eso es ajeno a la vida universitaria. Ese equipo debe cultivar la integridad y actuar con ética profesional y pública, obviamente. Hasta da pena decirlo: no debería tener que decir cosas como que no sean corruptos, porque se cae de su peso. Eso se da por descontado. Debemos profesar un compromiso institucional, donde prime la Universidad, lo colectivo sobre el proyecto personal. Tiene que haber empatía, tiene que haber capacidad de escucha, porque yo siento que la universidad es de una diversidad impresionante, y creo que tenemos que ser capaces de escuchar todas esas manifestaciones.

G. M. G.: Pensar el futuro es pensar también ¿cómo sería la vida después de la rectoría? ¿Volver a la docencia, a las aulas?

N. G. G.: He pensado que no voy a dejar mi clase… de manera tal vez muy ilusa, optimista… pero a las 6:00 de la mañana. De hecho, Juan Carlos Henao nunca dejó su cátedra en la Universidad Externado, aun siendo rector. ¿Por qué no poder hacer lo mismo?

Para uno ejercer la administración en la academia, no puede desconectarse de quienes son los principales actores, que son los profesores y los estudiantes. Quisiera continuar con mi curso y, ojalá, poder seguir asesorando algunos de los estudiantes que tengo de postgrado. Al terminar, volvería a retomar a retomar mis labores de investigación y docencia que, además me fascinan.

G. M. G.: ¿Te refieres a la figura de una rectora que sigue siendo parte de la comunidad académica, no que ingresa como a otro orden, al poder?

N. G. G.: Uno tiene que seguir siendo parte de la comunidad académica, y no sentirse distinto por el hecho de estar ocupando temporalmente un cargo administrativo. De hecho, cuando he ocupado cargos administrativos de tiempo completo, siempre he mantenido mi curso, a pesar de que no es obligatorio.

G. M. G.: ¿Y la experiencia como investigadora y liderando grandes alianzas por la investigación?

N. G. G.: Acabamos de cerrar un proyecto que duró 5 años, financiado por el Banco Mundial; fue un proyecto muy lindo, donde pude conectar, articular en un equipo grande con el objetivo de desarrollar investigación y productos para la diversificación y eficiencia energética. Convocamos a 11 Universidades, es decir, la Universidad de Antioquia, más otras 10 universidades que estaban en 10 departamentos del país. Entonces, trabajamos con la Universidad de Pamplona, en norte de Santander, Universidad de la Guajira, una universidad en Barranquilla, la Universidad de Córdoba, la Universidad Tecnológica de Chocó, Universidad de Nariño, Universidad del Cauca, Universidad del Valle, Universidad de Quindío, Universidad de la Sabana y Universidad de Antioquia, además, 9 universidades públicas. Ese reto administrativo lo asumí.

Fue experiencia extraordinaria porque, además, se buscaba que los desarrollos en investigación impactaran otros ejes como la docencia y que se diera un intercambio de conocimientos en diferentes áreas de las universidades. Había un componente de fortalecimiento institucional dirigido a compartir experiencias y mejores prácticas. Fuimos a los departamentos que mencioné y se dejaron unas capacidades instaladas muy interesantes en Chocó, en Guajira, en Atlántico, en Córdoba.

Había dos cabezas del proyecto: había un director científico, que es el profesor Franklin Jaramillo, y una subdirección de fortalecimiento institucional, y ese rol lo asumí yo. Franklin y yo hicimos un equipo donde íbamos a todas partes y articulamos investigadores, estudiantes, programas académicos, parte administrativa de las universidades para que entendieran de qué se trataba el proyecto, cuál era la relevancia, el impacto más allá de obtener un paper: los productos, los estudiantes que estábamos formando. En promedio participaron unos 300 investigadores, un proyecto gigante.

Esa es la Universidad ayudando a la transformación de la sociedad, de la industria, porque además teníamos 8 empresas vinculadas al proyecto. En Medellín estaba Argos, estaba EPM, estaba Sumicol. Tuvimos unas empresas más pequeñas, una empresa agropecuaria que se llama El Llano, una empresa en Córdoba que se llama Frigo Sinú, una empresa que produce dispositivos para carros que se llama Clean and Green, teníamos otra que se llama PTI en el Valle, etc. Y trabajamos también con universidades extranjeras.

Esta fue una convocatoria del año 2017, buscaba que interactuáramos con universidades de del top de los rankings internacionales, como la Universidad de Delft, la Universidad de Hokkaido, la Universidad de Sao Paulo, la Universidad estatal de Arizona, Oxford. Teníamos una colaboración amplia, y el impacto fue muy importante, y se lograron formar en la alianza investigadores y profesores a nivel de doctorado, de las universidades de las regiones. Eso es dejar capacidad instalada en las otras universidades, no solamente en la Universidad de Antioquia. Fue un trabajo muy gratificante, que me permitió conocer por dentro el sistema de investigación de la Universidad y del país. Nos tocaba interactuar con el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, el Ministerio de Educación, el Banco Mundial, y cada 6 meses teníamos visita de todo este equipo. Ellos eran los auditores: ¿en qué van?, ¿cuáles son las metas de ustedes y cuáles son los compromisos?

Fue un gran aprendizaje en todos los campos que vino a enriquecer todo el conocimiento, experiencia, capacidad, liderazgo, sensibilidad que respalda mi aspiración a la rectoría de la Universidad de Antioquia. Hay grandes retos y capacidades suficientes para afrontarlos; hay dificultades y, sobre todo, hay compromiso para superarlas y esperanza por llevar a mejor destino todo cuanto reúne nuestra Alma Mater.

Gloria María Gallego García

Abogada de la Universidad de Antioquia y doctora en Derecho por la Universidad de Zaragoza (España), con la tesis doctoral "Violencia y política. En los confines de la política, el derecho y la moral". Se desempeñó como profesora de derecho penal durante varios años en la Universidad de Antioquia y actualmente se desempeña como profesora de Filosofía del Derecho en la Universidad EAFIT. De igual forma se desempeña como directora del grupo de investigación "Justicia y Conflicto" de la misma universidad. Es también directora de la Cátedra para la Paz, la Memoria y la Reconciliación; con la colaboración del Centro Nacional de Memoria Histórica y el Museo Casa de la Memoria de Medellín.

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