No hay que irse muy atrás para recordar a Cristóbal Montoro insultando a García Margallo y a Rato o diciendo lindezas a Luis de Guindos y a Aznar. García Margallo, que tiene más letras que Montoro, llamó enfadado analfabeto al ministro de Hacienda. De Guindos y Rato, amenazaron con contar cosas y supimos del despacho de Montoro y de su hermano especializado en grandes contribuyentes, esos que siempre contribuyen poco. Aznar, que venía de la UCD, se ha echado en brazos de Albert Rivera y un día sí y otro también hace gárgaras con la ventana abierta. En el patio, se le escucha todo. De esas gárgaras salió el gargajo de la parlamentaria Cayetana Álvarez de Toledo, dirigente que era de la FAES, contra Rajoy. Jiménez Losantos abusaba esos días del viagra radiofónico y rompía las costuras de la entrepierna como si fuera Sánchez Dragó.
La debilidad de Rajoy rompió los equilibrios. En la pelea interna empezaron a moverse dossieres, cabezas de caballo y amenazas, cada familia desde su esquina mediática (que como la mafia, el PP tiene muchos padrinos y cada uno con su dinerito puesto en este medio o en aquel). Un poco antes de todo esto, tuvo que dimitir la Secretaria General del PP en el País Vasco, Arantza Quiroga, y colocaron de urgencia a Antonio Alonso. Después vendría la debacle en Valencia, donde Zaplana pasaría sus huestes a las filas de Ciudadanos. Otro tanto ha pasado en Vigo y en Jaén. A Cifuentes se la han cargado una mezcla de odios dosificados por Esperanza Aguirre, Ignacio González y Granados, de la misma manera que Gallardón acusa a Esperanza Aguirre de elaborar dossieres contra su derechísima persona. Del odio malayo entre Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría ni hablamos, no vaya a ser que resucite alguna momia.
El PP acaba de entregar una cerrada ovación a Mariano Rajoy. Parecida a la de Cifuentes. Los aplausos en el PP son como la mancha negra, ese trozo de papel que se entregaba a los piratas antes de ejecutarles. En la Isla del Tesoro de Rajoy, hay demasiadas patas de palo, demasiados tesoros enterrados y demasiados piratas sin escrúpulos. Uno que no llega ni a pirata y se queda en payaso diabólico es el director de RTVE, José Antonio Sánchez, el sinvergüenza que mandó crear noticias falsas contra adversarios políticos. En la comisión de investigación sobre la corrupción del PP ha admitido que está en los papeles de Bárcenas pero que, para lanzar un pellizco de monja a Podemos, ha sacado pecho costipado afirmando ufano que no está en los papeles donde se cuelga a gente en las grúas o se mata a manifestantes. Qué original. Le ha faltado ETA. Que esta mezcla de idiota y de irresponsable se olvide de que es el director de un ente público y que con tanto descaro se muestre como un mercenario del PP es otra señal más de la descomposición de este partido.
Fueron muchos los caraduras de la UCD que se fueron a AP y de ahí al PP. Siempre de jefes, claro. Son los supervivientes del franquismo y sus hijos. Ahora se están marchando a Ciudadanos. Son esos que roban y van a juicio con la banderita de España en la muñeca. Estamos viviendo una segunda descomposición de la UCD, que, como ocurrió tras 1982, está provocando una espantada sin decoro de las ratas abandonando el barco. Y el PSOE, que también estaba en franca descomposición, vuelve a aguantar, porque el poder silencia a tanta gente llena de ideología pret a porter. El bipartidismo empezó a morirse el 15M. El PP, como la UCD, está en el sálvese quien pueda. La segunda vez que pasan las cosas en España no son como farsa. Son un sainete. Y Rivera, incluso cuando estaba desnudo, ya estaba ocultando cosas.