La trampa

Un efecto de enfocar con demasiada concentración la escenografía de una representación teatral es que terminamos comprometidos emocionalmente con un espacio imaginario definido por la representación (su espacio físico y su historia). La mirada fija induce el trance, y la mente encantada funciona para el momento estético en despliegue. Mientras dura el hechizo, la imagen se vuelve realidad, y es así como la ilusión consigue su efecto.

 
El montaje político al que asistimos estos últimos días de campaña ha definido un espacio de representación con solo 2 personajes, Zuluaga y Santos. Radio, televisión, y periodismo, en sus formatos clásicos y en internet, nos han mantenido en sintonía con nuestro pequeño watergate.No puedo asegurar si a Zuluaga lo van a condenar o no, pero lo que esta mañana me ha hecho advertir que he caído en una trampa es que cualquier desenlace de esta historia está previsto por sus protagonistas.

 
La paranoia es una reacción natural de la presa. Un poco más calmado, me pregunto cuál es la intención detrás de este montaje. Lo que se está haciendo desde Semana y RCN, y los canales satélites, es polarizando al país en torno a los candidatos de la Unidad Nacional y el Centro Democrático. Luego cada colombiano, en sus conversaciones habituales o su actividad en redes sociales, se convierte en un pequeño canal de difusión.

 
Para refinar mi tesis, remonto mi paranoia al nacimiento de la Unidad Nacional. si hace 9 años se le hubiera preguntado a un colombiano al azar en el centro de alguna ciudad de qué palabra era inicial la letra U del Partido de la U, sin pensarlo mucho hubiera dicho Uribe. El Partido de la U nació para Uribizar al país, y fue su fortín durante su segundo mandato. Hundido el proyecto de segunda reelección, el elegido fue Juan Ma. Casi inmediatamente después de posesionado, apareció la supuesta ruptura a la que quiero remitir la actual novela Santos – Zuluaga. Muy pronto, Uribe se enojó con Santos por ciertas diferencias de estilo en el ejercicio de la política. Y los medios, dándole balcón al expresidente, acabaron convenciéndonos del divorcio. El partido de la U formó coalición en el congreso con el Partido Liberal y Cambio Radical, y nació la Unidad Nacional. El gran ausente de la coalición fue el partido Conservador, que se conservó fiel a Uribe. Creo que desde ese momento caímos en la treta: empezamos a opinar en el área de una falsa polaridad.

 
Hoy la historia es la misma, con una máscara nueva. Sean cuales sean las consecuencias del caso Sepúlveda (El Hacker), todo ha sido pensado para polarizar al país entre dos candidatos. Se quedan por fuera Peñalosa y Clara, porque Marta Lucía es una ficha más del juego de la clase política empoderada (cruce de ralea y contrainsurgencia). Y se quedan por fuera, sobre todo, el paro agrario y el paro de Fecode. Estos dos temas neurálgicos para nuestra vida política, definirían si dominaran la opinión un espacio de discusión del que Uribe y Santos nunca podrían salir bien librados. Pero han sido exitosamente ocultados una semana antes de las elecciones, y el otro tema fundamental, la paz, ha sido instrumentalizado por la mentira.

 
Votar por Santos o Zuluaga, lo que se resuelve en si uno cree que el video es verídico o un montaje, es votar a favor del proceso de paz o en contra de él. Y hasta Petro hoy por hoy toma partido en el área de esta seudo-disputa, con lo que días de mitin que ilusionaban a los corazones de izquierda con un nuevo horizonte político para el país, terminan operando a favor del neoliberal por excelencia. Si hasta el camarada Petro entró en el juego, ¿cuántos millones de colombianos llegaran a las urnas sin darse cuenta del truco?

 
Advertida la mordaza, ¿cómo soltarse? Estamos a 4 días de las elecciones. Quizá no haya nada que hacer. Yo por mi parte haré lo que puede hacer un simple ciudadano a estas alturas, borrar de mi Facebook y mis conversaciones cualquier alusión al caso del Hacker, y empezar a hablar como secuestrado recién salido del monte de tierra y educación; de si voto por Peñalosa o por Clara. Será igualmente sentarme frente a una puesta en escena, pero una más interesante que el manicomio de muñecos de Uribe.

 

Jorge Andrés Londoño Ceballos

 

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