La izquierda se quedó en las consignas marxistas de “la tierra para quien la trabaja”, ignorando la realidad de la globalización competitiva, imperativa para alimentar a más de 7.000 millones de personas. La consecuencia ha sido la utilización demagógica de la tierra para incendiar la lucha de clases, atacar la propiedad privada, espantar la inversión, generar zozobra y, paradójicamente, más pobreza.
La historia no miente con lo que representan la amenaza de expropiación y de una economía rural minifundista, presentes en la Reforma Rural del Acuerdo fariano y en el discurso de Gustavo Petro.
Noviembre 1911: Emiliano Zapata proclama en México la lucha armada para que “Las tierras pasen a manos de los pueblos y los ciudadanos”. Según Arturo Warman, exministro de Reforma Agraria, hasta 1992 “se entregaron a los campesinos más de 100 millones de hectáreas”, pero sus beneficiarios “viven hoy (2003) en pobreza extrema”. La razón: El estado impuso un “colectivismo minifundista”, conservando la propiedad y la intervención en la producción.
Para 1992, el atraso y la pobreza rural son extremos y generan las reformas que la izquierda califica de traición. Salinas de Gortari restaura la propiedad privada y devuelve a los productores y sus organizaciones “la iniciativa y la libertad para promover el desarrollo rural”. Desde entonces, México logra reducir la pobreza rural y entrar al grupo de grandes productores de alimentos.
Octubre 1917: La revolución bolchevique exige “la transferencia de la propiedad de toda la tierra al Estado”. Resultado: la hambruna de 1921-1922 mata de inanición a 5 millones de rusos. A partir del régimen soviético (1922), Stalin impone la colectivización y en la hambruna de 1932-1933, escondida para la historia hasta la Perestroika, mueren más de 6 millones.
Hoy, la recuperación rusa y su inicio como productor mundial de alimentos se deben a la reinstauración de la propiedad privada y la libertad de empresa.
Enero 1959: La revolución cubana declara la guerra al monocultivo de caña, expropia la tierra y colectiviza la producción. Resultado: colapsa la producción de alimentos y Cuba se convierte en rémora de la U.R.S.S., a cambio de exportar la revolución armada. Al desintegrarse la Unión Soviética vuelven las hambrunas, hasta la llegada del Socialismo del Siglo XXI y la dependencia de Venezuela.
Hoy, al final de la era Castro, Cuba está “sin el pan y sin el queso”, con un sector rural destruido y lejos de sus épocas doradas de gran productor de caña.
Diciembre 2001: Hugo Chávez promulga su Ley de tierras y expropia más de 7 millones de hectáreas, destruye el aparato productivo y genera la hambruna generalizada y el éxodo de millones de venezolanos. ¡Qué mejor espejo!
2018: No obstante, en Colombia, el candidato Petro la emprende contra la producción de caña en el suroccidente, que duplica la de Cuba y es importante renglón exportador, y ataca también a la palma y a toda la producción agroindustrial.
Propone entonces, comprar las tierras de un ingenio y construir una colonia minifundista y diversificada de 30.000 hectáreas, para eliminar la pobreza en Cauca y sustituir dependencia energética, en lo que podría llamarse “la estrategia del aguacate”.
Petro insiste en que no expropiará, pero ya anunció su estrategia de compra: subir impuestos para abaratar la tierra y obligar a vender, “Y ahí está el Estado listo para comprar”, con títulos de deuda. ¿Cómo llamará Petro la venta obligada y a menosprecio de la tierra?
El sector agropecuario y el país deben decirle en las urnas que rechazan sus patrañas populistas y que, por el contrario, creen en la enseñanza de la historia.