LA TECNOLOGÍA QUE PRODUCE LA TECNOLOGÍA | La moral del libre mercado (4)

“La tradición fundamental de Occidente dice: El más alto de todos los valores posibles es el respeto por el proceso que renueva el juicio moral.”
Jordan B. Peterson | Debate con Sam Harris (Vancouver Canadá – 2da. parte).


NOTA: La parte anterior a esta entrega puedes leerla AQUÍ.


La moral presenta una faceta muy particular, y es que se parece a una de tesis que hay que comprobar de forma experimental, y para saber si hay verdad en ella, se somete al mercado. Las tesis se comprueban o niegan si tienen aceptación, si hay “ventas”, y si el servicio es requerido y remunerado: la tesis conformada por un conjunto de ideas que se transforman en producto o servicio donde están vertidas la ética y la moral de quien los crea y de la sociedad en la que se crean. El cálculo económico no es solo un problema que se aplica a los precios, sino al valor de las reglas; por tanto, en una sociedad corrupta, igual que en un mercado intervenido y distorsionado, no es posible ni hacer la valoración de la norma moral ni el cálculo económico del producto. A causa de lo anterior, de repente, parece que el secuestrador y el pedófilo no son tan malos, o que el agua sucia es potable.

El mercado como símil de la estructuración moral

El desempeño de un producto o servicio en el mercado, proveen un retorno monetario y una retroalimentación, que no solo indican que tan acertados fueron como idea concreta, sino el alineamiento de quien lo crea con la cultura que lo rodea. Si quien lo crea puede sobrevivir de lo que ha creado, se puede decir que hay un indicador fuerte de este y tiene coherencia dentro del sistema en algún nivel. No implica que sea una verdad general, pero sí que funciona dentro de un subsistema como parte de uno más grande y complejo, del cual se alimenta y al cual se puede extender luego. Lo mismo es aplicable a las reglas morales que acordamos: es absolutamente necesario que sean puestas a prueba en la práctica.

Se puede decir de lo anterior, que el mecanismo de prueba funciona tanto para lo bueno como para lo malo (es lo que se conoce como incentivos). Pero y si solo se puede sobrevivir en una sociedad, mediante el crimen y la mentira, ¿qué implica eso?, si solo se puede sobrevivir rompiendo la ley, evitando las regulaciones o torciéndolas, ¿qué indica e implica eso? Es fácil para el planificador central no ver que quienes están “fuera de la ley”, en realidad, están fuera de un juego cuyas reglas no se acordaron con ellos, y por tanto, los declara criminales injustamente. Esa es la base de la inmoralidad: de un mandato que no se deriva de una ley.

Cuando no se puede acceder a los mercados legales y formales, porque hay mecanismos que intentan manipularlo impidiendo la creación de nuevos productos y/o empresas, o entorpeciendo la libre entrada y salida de la mano de obra, se presentan fallas como el desabastecimiento, el encarecimiento o el desempleo crónico, y como resultado final, pobreza. Las distorsiones en los mercados pueden ser causadas, o por regulaciones aparentemente inocuas como el material de empaque de un producto, o por algún certificado.

Aquello que se tiene que aceptar por la imposición de la autoridad es inmoral por definición. Las fallas del mercado y sus distorsiones no son más que distorsiones del mecanismo del acuerdo de las normas, o directamente, su cierre a todo, excepto para los planificadores.

La imposición de la norma moral, al igual que la de ciertos productos o servicios por la intervención del mercado, impiden que estos encuentren y ocupen el lugar óptimo en la jerarquía de valor dentro de la pirámide si tienen algo que ofrecer a la sociedad. Este es un tipo de fraude que el mercado y la sociedad no toleran; se produce un desajuste que se traduce en una falla estructural seria y se compromete todo el sistema por no respetar la regla básica del juego: que todos participen voluntariamente. Si dichos desajustes se presentan con frecuencia, y el mecanismo de generación de categorización y valoración –tanto para la moral, como para los productos, y que funciona también para el descarte de normas que ya no funcionan– no se restaura, el sistema se derrumba y colapsa.

La intervención del mecanismo –como todo fraude– siempre termina en fracaso

Para poder intervenir los mecanismos de categorización y aferrarse al poder mediante el fraude, los “entes de autoridad” se valen de un timo bien elaborado: la delegación de autoridad. Mediante la elección de los representantes más calificados –supuestamente– se hacen delegar la creación de la ley y la moral. Sin embargo, la producción de la moral es un proceso de consenso, de ensayo y error, de perfeccionamiento constante y, sobre todo, de adopción voluntaria de los resultados; se genera en la base de la sociedad, es decir, sube, en lugar de ser impuesta.

Que la moral y la ley se generen desde la base tiene muchas ventajas, y una muy importante, es que genera precedente; esto, ahorra tiempo al tomar como referencia el veredicto o la sentencia que se ha producido en un proceso anterior similar. El mundo anglosajón, que es tan exitoso económicamente, tiene el Common Law (Ley Común) como una de sus fundaciones.

En el sistema de Ley Común, cuando se presenta un conflicto, están el juez y el policía (locales), porque cuando hay choque de principios sin arreglo directo entre las partes, se acude a un tercero de confianza para ambos. ¿Qué pasa cuando ambos fallan? El libre mercado de las ideas recicla las premisas para desecharlas o perfeccionarlas en subsiguientes procesos. El éxito o el fracaso económico en el libre mercado son el último arbitro de nuestras ideas, porque, la supervivencia del individuo, depende de ello. Nuestras palabras, nuestras normas y nuestros productos forman el ciclo que mantiene al individuo biológico y psicológico vivo, respirando y en armonía con los demás individuos.

Negociar abiertamente las reglas entre los directos involucrados, es tan simple y tan efectivo, que es insoportable para los planificadores centrales: destruye toda justificación para su existencia y, desde luego, su control de la sociedad y la economía.

En la siguiente entrega de este artículo hablaremos sobre la acción afirmativa, la cual, no es la respuesta al tabú moral, aunque si es el Caballo de Troya de la responsabilidad social.


Notas:

  1. SOBRE LA OBRA EN LA IMAGEN DESTACADA DE ESTA ENTREGA: Leutze, E. (1851). Washington cruzando el río Delaware [Óleo sobre lienzo]. Nueva York: Museo Metropolitano de Arte. https://www.metmuseum.org/art/collection/search/11417.
  2. Este artículo apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.

Germán Contreras “El Perforador”

Independentista antioqueño. Fundador de ALS (Antioquia Libre y Soberana): Movimiento por la Independencia de Antioquia de Colombia.

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