-¿ Y vos por qué escuchás siempre salsa? – fue la pregunta desprevenida que me hiciera una amiga después de compartir varios trayectos en el carro y notar que la música no variaba, entre latina stéreo y esporádicas tandas de noticias, transcurrían los recorridos. Aunque, en principio no me generó mayor inquietud, con los días tuve que reflexionar sobre esa conducta tan cotidiana y emotiva que se había instalado en mí sin comprender las razones.
Si bien, sentirse identificado con un género musical es un hecho aparentemente subjetivo; muchas veces funcionan las explicaciones culturales, habitar en un territorio o pertenecer a un grupo étnico pueden ser influencias suficientes para elegir qué oír, en otros casos funcionan las tendencias que predominan en el mercado, e incluso se puede asociar el gusto musical con distinciones de clase; pero la salsa desborda cualquiera de esas categorías porque traspasa las fronteras del trópico, su industria no es la más poderosa en comparación con otras y los mensajes proliferan sin ataduras sociales.
En la salsa convergen historias cotidianas y sentimientos compartidos, tiene algo de ideología y es una celebración que nadie quiere que termine. Quizás la estoy sobreestimando por lo que en mí despierta, pero estoy convencida que mis amigos de euforia y nostalgia estarían de acuerdo.
Porque la salsa es más que ritmo, baile y fiestas.
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Estefanía Estrada Villada es politóloga-profesora-bailarina, entre el goce y la reflexión; así transcurren sus días.
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