“La música es magia pura”
“Cuando hacemos música, el yo se convierte en un nosotros”
-Susana Boreal
Suena una explosión que aturde, multitudes corriendo desesperadas de las armas del desespero operadas por el ESMAD, retroceso, avance, multitudes corriendo esperanzadas exigiendo que pare la masacre en contra de los jóvenes que salen a protestar; retumba un estruendo seco y próximo, se levanta un bolillo pagado con dineros públicos que se dirige a las cabezas del público dejando un reguero de sangre al son de un crack sobre la cabeza de una joven que cometió el terrible delito de exigir que no le pegaran a su amigo; una vendedora informal que corre con su puesto de mangos en la calle, pero no alcanza a huir del horror y se desmaya en medio de los gases lacrimógenos lanzados por las armaduras sin alma que cumplen órdenes sin sentido y sin chistar…y en medio del caos suena la Marcha Imperial de Star Wars ¿O era el himno nacional? ¿O qué era?
Es un bajo de lamento en una tonalidad menor, es una imagen de la Colombia que tenemos en este momento; suena a Colombia, pero tiene algo que no encaja, algo que necesita arreglarse, suena triste, lo cubre un manto de dolor, de tristeza, de terror, dice la mujer que levanta la batuta, casi como alegoría de la consigna que retumba en las calles y que empuja hacia adelante. Las personas se miran extrañadas, ¿es acaso momento para la música?, otros lloran en un llanto lento y liberador, ¿es acaso momento para el llanto?
No parece tener sentido, o es que acaso ¿Por qué llorar ante una conversación entre violines, trombones y fagotes en medio de un país que está viendo en vivo y en directo cómo sus jóvenes son asesinados sólo por levantar su voz y exigir su cuota de dignidad en el mundo?
¡EUREKA! Si no nos dejan levantar la voz, que retumbe el cielo con las historias escondidas entre las cuerdas y los tambores…pero hay algo más, siempre hay algo más y ese algo son los valores y los sentidos de país que se están disputando hoy en cada calle, en cada barricada, en cada tropel, en cada consigna, en cada concierto. No sólo hay marchas, no sólo hay barricadas, no sólo hay conciertos, hay un país que se cansó de guardar silencio.
Los valores no son poca cosa; son los que nos muestran el camino día a día, son el sentido de la política. Los valores, siempre los valores, nunca los podemos perder de vista, porque mientras los representantes del régimen de muerte gritan que quienes se movilizan lo que quieren es corromper las familias colombianas, las mamás de los jóvenes de Primera Línea salieron a defender a sus hijos en el Portal de la Resistencia en Bogotá; mientras el régimen de muerte llama a los jóvenes irresponsables y que lo quieren todo regalado, ellos y ellas están en las calles apostando a su futuro lo único que les queda después de haber sido saqueados desde el momento de su nacimiento, su vida misma ¿Hay acaso algo más valioso que la propia vida?
Mientras el régimen de muerte dice que los jóvenes son desordenados, irresponsables y que no comprenden el país, ahí están las mujeres y los hombres de Primera Línea asumiendo con sus cuerpos, sus escudos y su empuje la digna rabia y la defensa del pueblo movilizado; mientras el régimen de muerte llama salvajes a los pueblos indígenas y añora una arremetida paramilitar que “acabe literalmente con unos 1000 indios, así poquitos nada más para que entiendan”, la minga indígena levanta sus bastones de mando con dignidad y le hacen frente a las balas que lanzan los cobardes asesinos en sus camionetas blancas de colombianos de bien; mientras el régimen de muerte le arrebata los salarios y la dignidad laboral a los y las trabajadoras de la salud, ahí están los equipos de APH en cada movilización poniendo su piel para que ninguna otra piel sea herida; mientras el régimen de muerte insiste en que a los manifestantes no les gusta trabajar, ahí están los bomberos en las calles exigiendo condiciones de trabajo dignas; mientras ellos insisten en denominar a su baile de sangre y olvido como gobierno, ya la sociedad toda sabe lo que son y así los nombra, un régimen de muerte.
Para una joven que quiere dedicarse a la música la rutina empieza a las 7 de la mañana para ir al colegio y después dedicar varias horas de la tarde, entre una y siete, a practicar con su instrumento y sus partituras. Los fines de semana se practica todo el día, se necesita pulir el ritmo, la conexión con el instrumento, pero también la disciplina. Para un joven que quiere dedicarse a la música son muchos los años de esfuerzo y rigor, de entrega y trabajo, son horas y horas de estudio y paciencia, es trabajar no sólo en la parte técnica, sino también en forjar el ser individual para alimentar el ser artista, es poner el espíritu a disposición del arte para que actúe a través del cuerpo y al mismo tiempo conectarse con la vida y la energía de los demás para crear una obra que trascienda más allá de uno mismo. ¿Acaso ellos también son unos vagos e irresponsables que no se esfuerzan y lo quieren todo regalado? ¿Acaso no ven que hay un grito en las calles que se levanta con la sensibilidad y la fuerza de una batuta? ¿Acaso no ven que quienes se esfuerzan, quienes sueñan, quienes trabajan, quienes tienen disciplina y amor, quienes dedican horas y horas a estudiar, reflexionar y soñar son hoy quienes están llenando las calles de dignidad?
Hoy las calles convocan a los mejores valores, a los mejores esfuerzos, a los sueños y esperanzas más elevadas, a la vida misma que se salva a sí misma en medio de tanta muerte. Hoy en cada calle, en cada manifestación, en cada barricada, en cada tropel, en cada concierto está ardiendo una sociedad que han obligado a guardar silencio al son de las balas y el miedo a perder la vida, el trabajo o la tierra. Hoy en las calles retumba un país que se cansó de ser robado y ninguneado, porque encima de que obligan a las personas a trabajar en condiciones indignas, las llaman vagas sólo por levantar su voz; les roban el futuro a los jóvenes y luego los llaman vándalos por querer recuperarlo. “Nos quieren sacar los ojos, porque ya los abrimos”, dicen las paredes.
El régimen de muerte se está consumiendo en su misma maquinaria de guerra, a la que no le pareció suficiente el nefasto 6402 – SEIS MIL CUATROCIENTOS DOS – y en menos de 20 días de movilizaciones le han sumado más de 40 muertos a su larga lista de baldados de sangre con que pretenden gobernar. En cambio, y en el otro costado, la vida está surgiendo en las calles, en cada concierto, pero también en cada barricada y en cada digna rabia y en cada rostro cubierto de cada joven que se cansó de guardar silencio ante la muerte y decidió cubrir su piel y llenarse de anónima dignidad para por fin, por fin ser vistos.
“Frente a un Estado que nos asesina con balas, nosotros le respondemos con cantos”
-Susana Boreal
Comentar