La pública me salvó la vida

Por lo general, las oportunidades no suelen surgir en los lares de mi morada, y si lo hacen, se marchitan con el veneno de la desigualdad.


Recuerdo que recién terminado el colegio, no vislumbraba alguna posibilidad para mi que hacer futuro, lo único que tenía claro era que del servicio militar me debía de esconder.

Las posibilidades económicas no jugaban a mi favor, consignar lo de un semestre costoso suele estorbar a la hora de pagar el arriendo. Por lo general, las oportunidades no suelen surgir en los lares de mi morada, y si lo hacen, se marchitan con el veneno de la desigualdad.  Así, tras haberme hospedado de manera temporal en el hostal del desacierto, mendigando brotes de esperanza que me arrebataran de mi realidad congénita e inminente. Un día, de manera inoportuna, sin solicitarlo y sin esperarlo, ella me tendió la mano.

La universidad pública me abrió las puertas que siempre tuvieron candado, sin dudarlo me escuchó cuando le exclamé mi decisión de querer ser como aquel “dotor” que vio vida en mí, cuando ya me daban por muerto. Y aunque afirmó que el camino sería difícil, hasta ahora no me ha dado la espalda. Por el contrario, me ha impulsado a perseguir aquel sueño.

Y no es solo el hecho de perseguir un título, la pública me da los recursos para leer en todos lados la palabra “empatía”. Gracias a ella entendí que en las noches son más los que sueñan, que los que duermen. También, me quitó el manto del prejuicio, a la par que me enseñaba que el amor es lo único que realmente importa entre dos individuos. Y sin dudarlo me impregnó de sueños colectivos, donde me inculcó lo malo que es pisar los zapatos de alguien más con el fin de sobresalir.

En los peores días, suelo añorar con nostalgia aquel día que les notifiqué a mis viejos que fui aceptado en la carrera de medicina. Me llena de motivos el rememorar como aquel pregonar de la oportunidad de estudiar un pregrado, se traducía en los ojos de mi madre, como un brillo innato, llena de dicha, no sabía a quién agradecer porque su “muchacho” estaba siendo bendecido con las oportunidades que en algún momento a ella le fueron negadas.

Y tal vez sea esto último, la esencia de la universidad pública, brindarnos un porque, a nosotros, los quien.

Migaja: No me enorgullece el escribir desde mi privilegio, soy consciente de que cursar por la educación superior es un lujo en nuestro platanal. ¿Es la hora del cambio? Nos vemos en las urnas.

Juan Pablo Romero

Semi estudiante de enfermería.

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