“(…) el periodismo tiene que ver más con la construcción de la verdad que con un examen hecho con microscopio y en bata blanca de los hechos. Y ese principio, el de la búsqueda de la verdad, es un significante vacío en el periodismo deportivo en Colombia.”
El viejo aforismo que dice “los hechos son sagrados, las opiniones son libres”, ha servido como valiosa lección a la hora de hacer periodismo. De esta frase surge el cuestionado -y caduco- concepto de objetividad periodística.
Pero el periodismo tiene que ver más con la construcción de la verdad que con un examen hecho con microscopio y en bata blanca de los hechos. Y ese principio, el de la búsqueda de la verdad, es un significante vacío en el periodismo deportivo en Colombia.
La semana anterior fue el fiel reflejo de los grandes pecados del periodismo deportivo nacional: la falta de sistematicidad y rigurosidad para la investigación (debido a un pobre uso de los diversos géneros periodísticos), la falta de autocrítica como gremio (“entre bomberos no nos pisamos las mangueras”) y, derivado de lo anterior, el chisme como mecanismo de ataque a colegas.
Empecemos por el primer punto, la falta de sistematicidad y rigurosidad para la investigación periodística. La salida de José Pékerman de la dirección técnica de la Selección causó revuelo no solo por su inmensa acogida entre la opinión pública, sino por la cantidad de rumores alrededor de su salida.
Los pontífices del periodismo deportivo en Colombia, Carlos Antonio Vélez, Iván Mejía y Javier Hernández Bonnet, habían anunciado desde antes del Mundial que la salida del DT argentino estaba cantada, particularmente por las molestias causadas en el seno de la Federación Colombiana de Fútbol por Pascual Lezcano, representante de Pékerman y su hombre de confianza, que se dedicó a las labores de gerencia y administración del equipo.
Pero esto no es lo más delicado. Lo realmente grave eran las denuncias en torno a convocatorias de algunos jugadores, motivadas, según versiones periodísticas, no por méritos de los jugadores, sino por el afán de Lezcano de usar la Selección como vitrina para vender futbolistas al mercado europeo.
Una acusación grave, gravísima.
Frente a esto, ¿algún medio de comunicación se encargó de confirmarlo o negarlo? No, y ello porque el periodismo deportivo nacional vive del chisme y del rumor, es su savia vital. Nuestra gran tradición radial hace que los periodistas mencionados arriba sean los más influyentes, pues desde sus tribunas radiales pontifican sobre lo divino y lo humano, espetando rumores como verdades de a puño.
La suspicacia, tan necesaria en el periodismo, se quedaba en el nivel de la sospecha. ¿Alguien ha escuchado, visto o leído, de parte de estos tenores del fútbol, un reportaje, un análisis noticioso o algún otro género periodístico de profundidad con el cual quieran llegar a la verdad de algún hecho? No, nunca, pues su fama radica justamente en el antiperiodismo, en la falta de rigurosidad y en el recurso al chisme para captar audiencia.
Ahora, frente a la precariedad periodística, el periodismo de opinión -que es lo que en realidad ellos han hecho toda la vida, y si acaso reportería en sus inicios- tiene también herramientas para no quedarse solo en el impresionismo crítico. Mediante el periodismo de opinión, en cualquier formato, se puede hacer investigación, análisis y denuncia. Pregúntenle a Daniel Coronell, que cada domingo pone a temblar a Álvaro Uribe con sus columnas de opinión.
¿Y El Tiempo, El Espectador y Semana? Medios con poderosas unidades investigativas a los que el periodismo deportivo de denuncia o investigación les resbala, en parte porque las salas de redacción de deportes están llenas de muchachos que se criaron con el periodismo de los hinchas con micrófono y teclado de Marca, As, Sport y Mundo Deportivo, atrincherados en la defensa de una camiseta y en el ataque sin miramientos hacia su rival blanco o blaugrana; o con el modelo de la vocinglería sin ton ni son de Directv Sports.
Es imperativa la autocrítica en el periodismo deportivo nacional. Para empezar, urge imprimirle la rigurosidad de cualquier especialidad del periodismo. Que los muchachos no crean que hacer periodismo es ‘opinadera tv’ y decir “mis fuentes me dicen que mañana llueve…” pero al otro día hace sol.
Muchos se convierten, o en idiotas útiles de las fuentes, o en simples personajes que utilizan su influencia para destruir a otros. Decir que Pékerman convocaba jugadores para que luego Lezcano saliera beneficiado por las ventas al exterior, sin tener pruebas que lo sustenten, es no solo una irresponsabilidad periodística sino un acto de mala fe que delata lo peor de la condición humana.
Aquí cobra toda su relevancia y dimensión la frase De Kapuzcinsky: “para ser periodista hay que ser buena persona”.
El periodismo nació con el fin de arrojar luz hacia los poderosos para que éstos rindieran cuentas de sus actos. José Pékerman, como hombre público, también debió estar sometido al escrutinio de los medios.
Los periodistas que acusan “maltrato” de Pékerman hacia el periodismo los últimos siete años por el hecho de vetarles la entrada a las intimidades de la Selección, ¿por qué no usaron la suspicacia de la que se jactan para sacar a la luz los rumores de pasillo?
La suspicacia incomprobable, pero expresada, es una inmerecida pedrada en la cabeza dirigida a quien se le endilga la responsabilidad de algo.