“En un país como Colombia en el que la guerra y la política han cobrado la vida e integridad de tantos, es necesario acudir a debates y conversaciones que estén a la altura de las necesidades que tenemos como sociedad”
En la actualidad el concepto de “verdad” es muy utilizado por políticos, religiosos y movimientos sociales, los cuáles buscan desde esta premisa obtener credibilidad por parte de quienes los siguen; para tener una muestra de esto basta con ver a diario las redes sociales y páginas de noticieros para evidenciar como tener la razón.
Precisamente, hablar de este concepto se ha convertido en la mayor batalla, porque surge la necesidad de obtenerla a como dé lugar. Y este acontecimiento está sujeto al concepto de “posverdad”, abordado por muchos académicos y uno de ellos la define: “La posverdad es aquello que se relaciona con, o denota, circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes a la hora de conformar la opinión pública que las apelaciones a la emoción y a las creencias personales” (Valdez, 2023. P.26) como lo menciona el autor, en este concepto prevalecen las emociones y las creencias personales, las mismas que terminan siendo verdades absolutas y universales.
Basado en el concepto anterior, es entonces necesario mirar la política y la forma en la que se está llevando a cabo, diariamente se observa información en las diferentes redes sociales de un político u otro, el que defiende gestiones y otros que las ataca, acudiendo a elementos como los sentimientos, las emociones y las ideologías, buscando enarbolar un proyecto e incluso a una persona. Esto puede haberse normalizado, pero es precisamente peligroso que estos actores de la política caigan en el juego, porque es la herramienta que permite crear enemigos y persecuciones, las cuales terminan generando en sus seguidores sentimientos de fanatismo y pasión que desencadena en intolerancia con la forma de pensar y creer del otro.
Otros de los actores de esta oda a la posverdad son los medios de comunicación que tradicionalmente han tenido lugar en el país, los mismos que de manera tácita o expresa buscan legitimar a un sector y deslegitimar a otros, los mismos que en muchas ocasiones con sus publicaciones han tenido que retractarse las veces en las que pusieron en riesgo la vida, el buen nombre y la integridad de algunas personas; los mismos que sin un atisbo de rigor difunden información que en últimas podría acabar con la situación social del país.
La posverdad es quizás una de las estrategias más eficaces pero a su vez más inescrupulosas a las que se puede acudir en virtud de obtener respaldo, es por eso que se requiere de quienes siguen y leen a los actores políticos, tengan la suficiente sindéresis para poder elegir la información que consumen, ya que si no se cae en ese juego de acudir a la pasión, el sentimiento y las ideologías arraigadas les quedará muy difícil lograr que se sigan ejerciendo todo tipo de violencia contra quienes piensan políticamente diferente. Es entonces necesario que los medios, los políticos y los ciudadanos tengan posturas claras de lo que defienden, sin dejarse llevar por el sentimiento y la radicalidad del discurso de algunos.
En un país como Colombia en el que la guerra y la política han cobrado la vida e integridad de tantos, es necesario escucharnos, acudir a debates y conversaciones que estén a la altura de las necesidades que tenemos como sociedad, no se trata de ceder en algunas cosas innegociables, sino que es la posibilidad de plantear escenarios dónde el respeto por la visión del otro permita que la diversidad de pensamiento sea una riqueza en la construcción de un país más conciliador.
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