En el capítulo dos del Desacuerdo, Rancière define a la subjetivación diciendo “por subjetivación se entenderá la producción mediante una serie de actos de una instancia y una capacidad de enunciación que no eran identificables en un campo de experiencia dado, cuya identificación, por lo tanto, corre pareja con la nueva representación del campo de la experiencia” (p.52)[1]. La definición remite a una diferenciación fundamental para su propuesta: la de la policía y la política. La policía es, entonces, para Rancière el proceso mediante el cual se genera un reparto de lo sensible donde el ser, hacer y el decir quedan distribuidos, así como sus lugares y sus funciones. Es decir, la definición de subjetivación, en un primer momento, es antagónica a la misma definición de la policía. Volvamos a la explicación de subjetivación: cuando Rancière dice que la subjetivación es una producción de actos y de enunciaciones que no eran identificables en un campo de experiencia dado; lo que está diciendo es que la subjetivación es una ruptura del orden policial. La subjetivación es el proceso opuesto a los procesos de identificación de la policía. Lo que quiere decir, dentro del orden argumentativo de Rancière, que la subjetivación es una práctica de la política —o la misma política—. Para entender lo anterior es importante incorporar dos elementos al análisis: el telos de la subjetivación y la definición misma de política (¿Acaso se puede diferenciar conceptualmente a la política y a la subjetivación?).
En el Desacuerdo dice el autor que “la subjetivación política produce una multiplicidad que no estaba dada en la constitución policial (p.52)”[2] para agregar más adelante: “cuya cuenta se postula como contradictoria con la lógica policial” (p.52)[3]. El telos de la subjetivación, en un primer momento, es la contradicción de la policía porque se presupone que en la subjetivación hay una ruptura con una cadena de representaciones propias de la policía, lo que hace emerger simultáneamente a otros sujetos que no eran existentes en el terreno del litigio o el desacuerdo, o dicho desde el discurso de Rancière: la aparición y la cuenta de los incontados. El telos de la subjetivación se resuelve cuando se arranca el orden de los cuerpos y sus experiencias, cuando se desidentifica y se crea un nuevo lugar de enunciación, cuando se puede verificar la igualdad en el terreno inmanente de la práctica política.
La política para Rancière es el proceso contradictorio de la policía. En el Desacuerdo agrega que la política “deshace las divisiones de lo sensible del orden policial” (p.42).[4] La pregunta a resolver es si para Rancière existe dentro de la política un afuera de la subjetivación o si, por el contrario, la subjetivación es otra forma de llamarle a la política: su equivalente. En este sentido, para Rancière la política es una actividad que rompe la configuración sensible donde se definen las partes y sus partes, donde también hay una ruptura de los espacios que definían las partes y, principalmente, un desplazamiento de los cuerpos de una experiencia determinada. Hay que recordar que la subjetivación arranca lo sabido de las experiencias y crea rupturas entre un quién y un cual. Lo anterior puede demostrar algo: en el interior argumentativo de la obra de Rancière no hay diferencias entre la política y la subjetivación.
Ahora, haciendo un abuso, me propongo dar algunas ideas para problematizar la equivalencia entre política y subjetivación. El argumento principal es la tendencia enunciativa de Rancière a decir “subjetivación política”. ¿Por qué no subjetivación a secas? Lo dice recurrentemente en el capítulo dos del Desacuerdo, específicamente entre las páginas 52 y 53 donde introduce el concepto de subjetivación. En un pequeño análisis de contenido se pueden encontrar siete referencias a la “subjetividad política” mientras hay únicamente dos referencias a “modos de subjetivación”. Aunque pareciera un argumento escueto de una suma y una comparación, en el fondo encierra un elemento conceptual complejo: el apellido de lo político a la subjetivación es porque de igual modo la subjetivación sería posible -como proceso- en el orden policial, existiría de las misma forma la subjetivación policial. Es importante mencionar que para Rancière no hay una única policía, y que la policía no pertenece únicamente al orden institucional, inclusive llega a decir que existen policías menos peores que otras, lo que también puede entenderse como que no existe una única policía y dentro de las policías hay diferentes procesos. El ejemplo que resuelve la tensión es el de las políticas públicas sobre la vivencia transexual, travesti o transfeminista[5]. Las políticas públicas están dentro del orden policial, pero su puesta en marcha genera actos y enunciaciones y sujetos que no eran identificables en el campo de la experiencia anterior e introduce nuevas formas de reparto de lo sensible, crea identificaciones posteriores a una subjetivación. Si no fuera así las identificaciones de la policía serían de una vez y para siempre.
Sin embargo, la idea de que existe una subjetivación policial no hace justicia a los planteamientos de Rancière, quien busca hacer una diferenciación clara entre la política y la policía. Es importante, entonces, agregar dos elementos al debate: la identificación y la igualdad. La identificación pertenece al orden policial y designa el lugar de los cuerpos en un campo de experiencia determinado y el discurso posible en la enunciación de dicho campo: mujeres, negros, plebeyos, homosexuales, tienen un lugar en el reparto policial. La identificación es contraria a la subjetivación, basta revisar la tesis número siete y parte de la tesis ocho del texto Diez tesis sobre la política[6]:
“La política es específicamente antagónica a lo policial. La policía es una distribución de lo sensible cuyo principio es la ausencia del vacío y el suplemento”. Tesis 7.
“La tarea esencial de la política es la configuración de su propio espacio…” Tesis 8.
No es igual la subjetivación política que la identificación policial, porque la primera configura un nuevo espacio lleno de vacíos y verifica el principio de la igualdad, mientras que el segundo busca una totalidad sin vacíos en la cuenta del reparto y su principio es la desigualdad- asimetría. La diferencia es la igualdad: pero, ¿cuál es el estatuto de la igualdad para Rancière? No es un dato, no es una esencia, no es una meta. Es, dice Rancière, una “presuposición que debe discernirse en las prácticas que la ponen en acción”(p.49)[7]. Mientras que la identificación policial y la creación de nuevas identificaciones a partir del proceso de subjetivación (a secas) se apega a la creación simbólica que se anuda a principios establecidos por la misma policía: lo separado y excluido no participan del ordenamiento, pese a una nueva nomenclatura de lo social la igualdad no existe, solo se puede verificar la desigualdad.
Por último en un pequeño texto llamado Política, identificación y subjetivación, Rancière presenta una definición de subjetivación política que demuestra la imposibilidad de relacionarla a un orden policial: “¿Qué es un proceso de subjetivación? Es la formación de un uno que no es un yo o uno mismo sino que es la relación de un yo o de uno mismo con otro”. (p.148)[8]. Parafraseando un poco: la subjetivación política es un proceso que desidentifica y desclasifica sujetos singulares para crear sujetos colectivo o un entre-dos que niega la identidad impuesta.
La conclusión parcial es que la subjetivación política es contradictoria de la lógica del ordenamiento policial por su característica de ruptura en el orden de lo sensible. Pero la subjetivación como proceso no es una totalidad de la política. Hay que introducir un tercer elemento: la emancipación que dota de actualidad al proceso de la subjetivación política y la igualdad y permite entenderla como una práctica temporal- situada.
La emancipación como doble movimiento: temporal y discursivo
La relación de la subjetividad política y la emancipación son inmanentes a las circunstancias específicas de un litigio, de un desacuerdo. Rancière desarrolla varios ejemplos: la disputa entre patricios y plebeyos, Blanqui y su profesión definida como proletario, Jacotot y su devenir de maestro a maestro ignorante. Todo lo anterior es una emancipación producto de la subjetivación política. Rancière demuestra que existe una participación-partición en la comunidad, la policía determina la cuenta de los cuerpos, mientras la política genera un sujeto que redefine su condición a partir de una ruptura con la asignación dada y una nueva cuenta de la parte sin parte.
La emancipación se da en escenarios donde se verifica la igualdad: supone una transformación entre el lugar asignado y un lugar por venir. En la política, dice Rancière, “se pasa por la constitución de sujetos específicos que toman a su cargo la distorsión, le dan una figura, inventan sus nuevas formas y sus nuevos nombres y llevan adelante su tratamiento en un montaje específico” (p.57)[9]. La característica de la emancipación es su condición inmanente, causuística, circunstancial, en el lugar propio de la enunciación se construye un nuevo sujeto. Siguiendo el ejemplo de Rancière, Blanqui, al definirse como proletario, presenta un significante que no tiene significado en la cuenta policial, no es una ocupación, es un significante que no tiene parte en el significado de los oficios, cuando Blanqui se asume discursivamente como “proletario” se da un movimiento temporal y aquello que era ya no es y lo que no era ya es, la nueva subjetividad traza una relación que no existía: ocupación-proletario, el ordenamiento desclasifica una condición y dicha ruptura es una emancipación porque hay una igualdad de un hablante con otro hablante.
Una conexión entre Rancière y la visión emancipatoria de la política se puede encontrar en un argumento de Deleuze y Guattari[10]: la idea de Deleuze y Guattari es que hay imágenes que impiden pensar. Llevado al terreno de Rancière, hay imágenes de la emancipación que impiden emancipar. Hay imágenes de la emancipación que bloquean la idea misma de la emancipación. Si se piensa la emancipación como pequeños cambios del orden policial, se opera con una lógica que es contraria a la emancipación, que no tiene como forma la verificación de la igualdad y la actualización de la política. Emancipar no es una continuidad entre lo viejo y lo nuevo, es una refundación y una discontinuidad.
En un texto de Amador Fernandez- Savater, llamado ´Reimaginar la revolución´[11] el autor se pregunta por imágenes contemporáneas del cambio político que permitan superar la idea de cambio del marxismo, el maoísmo y la Revolución Francesa. El autor encuentra que en Gramsci, en el feminismo y el movimiento de los indignados del 15 M hay indicios de una de las imágenes de cambio. Me gustaría agregar a Rancière en este grupo de pensadores y movimientos del cambio a partir de la clave de la emancipación; Rancière es paradigmático cuando dice que la emancipación no es un proceso de identificación, sino la negación de la identificación a partir de la subjetivación política, y cuando agrega que la policía pide nombres propios y la política nombres impropios, esta pequeña formula es la base de lo múltiple. La multiplicidad es la articulación entre el feminismo contemporáneo y el 15M. Rancière presenta la idea de la emancipación como una actualización del discurso que trae siempre una identificación imposible, una multiplicidad o, como dice Benjamín Arditi en el texto llamado Fidelity to Disagreement: “La subjetividad supone un movimiento entre el nombre asignado y el nombre por venir. Entre práctica presente y futuro. Es una identidad en tránsito” (p.2)[12][13]. Lo anterior se conecta a la idea que presenta el filósofo Michel Onfray de la siguiente manera: “Así, podemos imaginar el momento como el laboratorio del futuro, como su crisol. El instante no funciona como un fin en sí mismo, sino como el momento arquitectónico de un movimiento posible”(p.129)[14]. Cambiando las palabras acontecimiento por emancipación e instante por subjetivación política hay un equivalente formal y temporal entre Rancière y Onfray.
A modo de conclusión es importante mencionar que la subjetivación política, al ser una ruptura del orden policial es, simultáneamente, el encuentro entre las dos lógicas: la policial y la política, como dice Rancière: “La política se topa en todos lados con la policía. Pero es un encuentro de heterogéneos”. (p.47)[15]. La subjetivación no es la totalidad de la política, pero sí es un proceso de ruptura donde se verifica la igualdad y se actualiza su condición a partir de la emancipación. La subjetivación política es un ejercicio inmanente, singular y situado en la especificidad del tiempo y el espacio, la emancipación es la actualidad del principio de la igualdad, que solo puede ser verificada en el desacuerdo.
Bibliografía
[1] Rancière, J. (1996). El desacuerdo: política y filosofía. Buenos Aires: Nueva Visión, 1996.
[2] Ibid.,p.52.
[3] Ibid.,p.52.
[4] Ibid.,p.42.
[5] Duque, J (2018) Actos de memoria: un acercamiento a tres construcciones del uso del pasado en el movimiento transfeminista. Revista de La Sociedad Mexicana de Psicología Social (SOMEPSO), (3), 27-59.
[6] Jacques Rancière, “Diez tesis sobre la política”, en Iván Trujillo (ed.) y María Emilia Tijoux (trad.), Política, policía, democracia, Santiago: LOM Ediciones, 2006.
[7] Rancière, J. (1996). El desacuerdo: política y filosofía. Buenos Aires: Nueva Visión, 1996.
[8] Jacques Rancière, “Política, identificación y subjetivación”, en B. Arditi (comp.), El reverso de la diferencia. Identidad y política, Nueva Sociedad, Caracas, 2000, pp. 145-152.
[9] Rancière, J. (1996). El desacuerdo: política y filosofía. Buenos Aires: Nueva Visión, 1996.
[10] Deleuze, G., Guattari, F. (2001). ¿Qué es la filosofía?. Barcelona: Anagrama.
[11] Fernández-Savater, A. (2017). Reimaginar la revolución. Claves de razón práctica, (254), 36-45.
[12] Benjamin Arditi, “Fidelity to disagreement: Jacques Ranciere’s politics without ontology”, incluido en Scott Durham y Dilip Gaonkar (eds.), Distributions of the Sensible: Rancière, Between Aesthetics and Politics, Evanston: Northwestern University Press, 2019
[13] Traducción propia
[14] Onfray, M. (2008). La fuerza de existir. Manifiesto hedonista. Barcelona: Anagrama
[15] Rancière, J. (1996). El desacuerdo: política y filosofía. Buenos Aires: Nueva Visión, 1996.