Un país que se cree distinto y un país que se cree igual. Ni lo uno ni lo otro: Somos un país vivo y la vida sólo es una.
La mano del asesinato siempre es negra. El silencio forzado de las voces es implacable con toda una sociedad que respira y sueña. Un país es un conjunto de alientos vitales que caminan y luchan, un país es una sola realidad: la realidad humana, esa maravillosa fusión entre las posibilidades y necesidades físicas, la sensibilidad que ama y anhela sobrevivir y el abrazo fraterno que nos fortalece en la unión.
Todos, o la gran mayoría, vivimos unas mismas condiciones de vida y requerimos los mismos sustentos para vivir y lograr lo que nos interesa lograr. Mediocre aquel que piensa que es en un sólo lado el de la esfera en donde todos vivimos, tal vez por eso no habitamos un planeta cuadrado. Ciego aquel que cree que lo que cree es lo único en lo que se puede creer. Limitado aquel que piensa que sólo acompañado de aquellos que piensan como él, se puede convivir en progreso y armonía. Desde siempre nuestra ignorancia egoísta nos ha obligado a poner el arma en la cabeza de nuestro prójimo y hasta ahora los resultados han sido desolación y muerte, hambre y tristeza.
No hace la diferencia saber quién aprieta el gatillo, no hace la diferencia identificar el verdugo ilegítimo, para esos seres inconscientes el verdugo debe ser el silencio y la soledad a la que todos los enviemos para que aprendan de la vergüenza y hagan la necesaria reflexión. Desde ese rechazo sensato y pacífico se podría comenzar a construir un país unido desde lo común, desde esa verdad social en la que todos tenemos derechos a participar.
Es triste y decepcionante ver a los amigos que, en discusiones ideológicas, separan sus corazones y enfrentan sus pensamientos llevados por sensaciones, en muchos casos, sin argumentos sólidos, acabando a golpes de palabra con eso que los une que no es más que el amor sin ideología. Triste porque se destruye tejido social que se necesita para darle poder a la vida y no al político mal intencionado, decepcionante porque se diluye la esperanza en vivir en un país unido y respetuoso de lo diverso.
¿Cómo se le ocurre al individuo que va a convivir sólo con los de su bando? ¿Cómo se pueden construir caminos de progreso equitativo desde la rabia y la estigmatización del otro por su forma de vida o su pensamiento? ¿Qué le decimos al niño que pregunta desde su inocencia por qué no se hablan los que antes se hablaban?
Es ahora cuando las condiciones están dadas para que demostremos cuál es nuestra sensatez de corazón y de humanidad; si aprovechamos este momento para levantar la cabeza y salirnos del odio, podremos entender que somos piezas de una ajedrez que juegan unos pocos y que, con nosotros de su lado, parecen muchos.
El país leal respira vida, el país que camina a su trabajo todas las mañanas o que juega en el parque los domingos, ese país de seres humanos que viven la verdad de su familia, de sus vidas, de su entorno y de sus sueños, existe por encima de las circunstancias políticas, pervive en la sonrisa del anciano y la lágrima ingenua del niño que se lástima en sus juegos alegres.
En Colombia somos humanidad, creatividad, esfuerzo, triunfo y también derrota…somos todo eso en un sólo pueblo, en una sola dinámica de vida y ninguna circunstancia, buena o mala, desdibuja esa diversidad que somos, nada nos saca de nuestra esencia y, si creemos que así pasa, es porque estamos contagiados con el veneno de algunos que ven en nosotros la posibilidad de seguirse multiplicando como virus, como pandemia.
Narcotráfico, violencia, guerrilla, paramilitarismo y corrupción son fenómenos que exponen la miseria humana a niveles corrosivos, pero en ningún caso son situaciones que nos arrancan el corazón y nos hacen antisociales o desconsiderados con las realidades del otro. Seguimos acá, seguimos sintiendo y seguimos soñando con un país mejor.
No nos maten y no nos matemos, más aún, no nos creamos tan distintos cuando a todos nos mueve el mismo aire y los mismos sueños; que inútil un país polarizado por creencias que muchas veces no tienen fundamento. No sabemos que es política, creemos que es ideología y administración, pero la usamos como alegato egoísta y manifestación de posiciones radicales fundamentadas en los anhelos, también egoístas, de unos pocos que sólo luchan, enredándonos a todos, por lo suyo y, lo más preocupante, por acaparar lo de los demás.
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