La democracia y su fragilidad

La ciudadanía se ve atrapada en un mar de ignorancia, que se ve reflejada en sus ídolos y los individuos a quienes escuchan, esto termina al fin y al cabo beneficiando a los amantes del poder”


La democracia en las sociedades modernas se fue consolidando y volviendo predominante en la mayoría de los Estados del mundo, generalmente sustentados bajo pilares liberales.

Respecto a la democracia como noción general, podemos decir que es un sistema político, el cual, las decisiones de los Estados y de la nación, recaen directamente en la población, encontramos en diferentes constituciones donde se dice que el poder recae sobre el pueblo. Ese es el discurso de la democracia; el poder recae sobre las mayorías, estos deciden el rumbo de las naciones.

Debido a la falsa noción de progreso que acompaña el paso del tiempo humano, donde creemos que lo mejor que se ha podido lograr es lo que tenemos en la actualidad, desvalorando el pasado, cayendo en los egos de creer que lo que tenemos en el hoy es lo mejor que nos hemos podido inventar.

El poder entonces, recae en las masas, y es precisamente ahí es donde está la fragilidad de este sistema, principalmente hoy, donde las problemáticas socio-políticas se vuelven difusas para el entendimiento común, debido a sus nuevas estrategias y dinámicas, a la ciudadanía se le hace caer en debates que no son pertinentes para los problemas que aquejan las sociedades actuales, y a través de los discursos políticos, que a su vez se arropan de un discurso social y de una falsa representación, terminan afectando a la población que se dice representan, debido, a que son discursos de mera apariencia democrática, pero al final de todo los discursos no son cartas vinculantes para los políticos, en muchos casos se van en contra de lo que dijeron y deben proteger.

Es allí donde entra la labor del académico, respecto a la interpretación de los discursos socio-políticos y que intereses esconden, el intelectual juega un factor muy importante en la sociedad democrática, dado que, este debería ser el más escuchado por los ciudadanos para que estos puedan tomar las decisiones correctas y puedan concretar los pilares verdaderamente demócratas.

El intelectual escribe para ser leído, para llegar a una amplia difusión, no solo dentro de su círculo académico, sino, a lo largo de la sociedad en general.

A pesar de la importante labor que puede llegar a generar el pensador social, respecto a la ciudadanía, este no es escuchado, la sociedad le da más importancia a otras voces, las cuales no tienen ningún fundamento, apelan a la emoción, a la ignorancia y muchas veces hasta al insulto y agravios personales, por eso muchas veces el intelectual ya no despliega su saber y labor hacia el pueblo y queda relegado a un pequeño círculo de oyentes.
La ciudadanía se ve atrapada en un mar de ignorancia, que se ve reflejada en sus ídolos y los individuos a quienes escuchan, esto termina al fin y al cabo beneficiando a los amantes del poder.

La ignorancia en la que se ven atrapadas las sociedades en las democracias:
Esto aplica en regla general, tanto para los que están de acuerdo con el poder constituido, y para los que no están de acuerdo con él, a ambas partes de la polarización social. Bien se puede decir que las masas no piensan, estas salen por una afectación directa de los derechos y de sus garantías, es un agotamiento de determinados sectores de una sociedad, no proponen alternativas, solo se indignan. Para las propuestas y alternativas se necesitan líderes, lo cierto es que estos van en vía de extinción.

Bajo la ignorancia que va más allá del desconocimiento y la apatía, sino desde una opinión mal fundamentada sobre el asunto público de una gran parte de la población, el lenguaje político apela a la post-verdad, es decir, a las emociones y creencias de los individuos, dónde estos a partir de allí calman su indignación, y tomando esto como leve consuelo o su esperanza de cambio social.

Lo único que nos puede salvar en un sistema tan frágil como este, es un empoderamiento colectivo y consciente de la sociedad, abandonando los fanatismos políticos, e incentivando la escucha y lectura de los académicos, que no queden relegados a unos pequeños espacios, sino que el debate intelectual se extienda a toda la sociedad, y así esperar a que salgan verdaderos líderes fruto de la indignación que acontece a las masas. Sin embargo, esto parece un sueño difícil de cumplir.

A modo de conclusión, el poder se ve reducido a la estrategia y discurso que se utilice, se puede decir actualmente que en los sistemas democráticos el poder no radica en el pueblo propiamente, sino más bien en los medios de control y convencimiento que los factores reales de poder tengan sobre este.

Sebastian Osorio Monsalve

Estudiante de derecho en la Universidad Católica Luis Amigó y de historia en la Universidad Nacional de Colombia, interesado por los temas sociales, jurídicos y culturales.

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