Se trata de agotar lo esfuerzos estrictamente políticos para reencauzar a Venezuela por la senda de la paz y la democracia. Agotados sin resultados positivos, no quedará otra salida que la intervención armada. Todos los elementos se habrán dado como para que ella se revista de una incuestionable legitimidad. A los asesinos se los encarcela, enjuicia y condena. No se les permite continúen asesinando, así cuenten con aliados entre las propias víctimas.
Antonio Sánchez García @sangarccs
Jorge Eickhoff, historiador y analista político que se vinculará a Venezuela a través de su cargo de representante en nuestro país de la Konrad Adenauer Stiftung, fundación del Partido Demócrata Cristiano alemán gobernante, hoy residente en México, acaba de describir con lacerante exactitud la situación en que se encuentra Venezuela y ha adelantado lo que, a su juicio, sería la única vía política que enfrenta la democracia venezolana para salir del laberinto dictatorial en que se encuentra.
El pasado 2 de junio dejó saber su opinión sobre nuestra situación política a través de la red con el siguiente mensaje: «La oposición venezolana está más dividida que nunca y así va a seguir mientras siga la tiranía. Las llaves de la unidad están en manos de la tiranía. Cualquier estrategia opositora exitosa debe prescindir de la unidad y apostar por una solución de élites con ayuda externa.»
Los datos sobre los que basa su diagnóstico son incontrarestables: la oposición está dividida al extremo y el manejo de esa división, o de esa unión, que viene a ser lo mismo, no se encuentra en manos de los opositores, sino del gobierno dictatorial. La conclusión es de perogrullo: mientras exista el gobierno dictatorial, no habrá unidad opositora. Y como el objetivo estratégico de esa eventual unidad sería el desalojo de esa dictadura – poco importan los medios – mientras exista la dictadura la oposición estará dividida. Y ella entronizada. Un círculo vicioso impuesto por la perversa sabiduría totalitaria de quienes la controlan. Dictadura y oposición se han hecho recíprocamente necesarios. Sin duda ninguna, una obra de arte de los expertos en ingeniería de manipulación política de la tiranía cubana, que se las ven con una país de extrema menesterosidad intelectual, moral y política. Cuyos vicios, debilidades y taras conocen como la palma de su mano.
Los hechos demuestran la absoluta verdad de la tesis de Jorge Eickhoff. Cada vez que un sector de la oposición ha logrado unificarla tras movilizaciones insurreccionales, todas extremadamente exitosas, ha bastado una invitación de Miraflores para que de inmediato salten los sectores opositores que les son próximos – en primer lugar Acción Democrática, que se ha mantenido en la cuerda floja entre gobierno y oposición a la espera de que por el peso de las circunstancias el poder caiga de maduro en la redes de Henry Ramos Allup, capataz, gerente general y plenipotenciario del partido, devenido en franquicia, pero también Primero Justicia, que pende, a su vez, de la cuerda floja entre AD y VP, en el interior de la coalición formal opositora – y se conviertan en títeres de Miraflores. No es necesario detallar las circunstancias, pero han estado vinculados a los más importante movimientos insurreccionales vividos en el 2014 y en el 2017.
Puesto que ninguno de los diálogos se tradujo en otro resultado que no le fuera ampliamente favorable a la dictadura – paralizar las acciones de calle e involucrar a la oposición en las escaramuzas electoreras de la dictadura, sin que en ninguno de esos fracasos se asomara una mínima autocrítica de parte de los cómplices objetivos de la tiranía: Henry Ramos Allup, Julio Borges y los sectores que les son parasitarios, como Henry Falcón, Manuel Rosales y todos quienes apostaran al último proceso electoral – y visto el desprestigio inocultable de los diálogos y los procesos electorales y el monumental descrédito en que cayera Rodríguez Zapatero, un gánster político que seguramente mejorará sus bonos luego del golpe de Estado escenificado por su sosías Pedro Sánchez – Nicolás Maduro se ha sacado de la manga dos últimos recursos: uno para tratar de reconquistar el perdido respaldo popular y otro para entregarle a su oposición colaboracionista algunas migajas de éxito. El primero es llamar al saqueo general no de mercados, que ya no existen, sino de casa habitaciones. Una de las últimas cartas de seducción a la marginalidad delincuencial y malandra que constituye su único respaldo social.
El segundo está en pleno desarrollo: ir soltando a cuenta gotas a los rehenes que han perdido toda importancia política práctica y ya se encuentran en estado físico y/o político terminal. Como el general Vivas. Ni soñar con darle libertad plena a Leopoldo López. Por dos razones: primero, porque Leopoldo López, liberado, sería una fuerza incontrolable capaz, como lo ha sido en el pasado, de poner al país en pie de guerra. Debe morir preso. O desterrado. No habría otra posibilidad que liberarlo al pie de un avión que se lo lleve a España, donde sería controlado por las fuerzas de seguridad del nuevo gobierno. La segunda es aún más importante: es enemigo mortal de Ramos Allup, por sus pretensiones socialdemocráticas. Y Ramos Allup es el eje manipulador de la oposición títere. Cuenta con el respaldo de Maduro en defensa de su feudo.
De modo que la afirmación de Jorge Ecikhoff es incuestionable: la oposición está irremediablemente dividida y lo estará mientras la clave de su comportamiento se encuentre en manos de Nicolás Maduro y la tiranía cubana. De la oposición francamente gobiernera – Ramos Allup, Falcón, Rosales, Eduardo Fernández, Timoteo Zambrano y la cáfila de hampones de cuello blanco que los asesoran – eventualmente acompañada por la que se debate en la incertidumbre hamletiana – Voluntad Popular y Primero Justicia – no se puede ni debe esperar nada. Si acaso, verlos arrimarse a los triunfadores, si se produjese un resultado favorable a lo que el mismo Eickhoff predice y vaticina: que las élites aún incorruptibles, sumadas a la intervención internacional de todo orden, desalojen al régimen y se hagan con el Poder de un gobierno de transición. Es una perspectiva no sólo probable. Ante este impasse existencial, trágico y devastador, un país no puede quedar entregado a su desaparición. Habrá una resolución, por angas o por mangas.
Intento explicarme lo que el perspicaz analista político alemán define por élites. No puedo encontrar otras que las de la Iglesia Católica en pleno, que ha dado pruebas de una lucidez y una grandeza extraordinarias, una muy triste y exigua existencia de empresarios, algunos comunicadores de valor incuestionable, y sobre todo la de los dos factores vitales de la oposición verdadera y real, signada por una alta moralidad, una voluntad sin hiatos y una decisión de dar la vida por ver restablecido el estado de derecho y la decencia en nuestro país: me refiero a María Corina Machado y Antonio Ledezma.
¿La intervención internacional? Ahora mismo se discute en la OEA el caso Venezuela y los Estados Unidos, líderes en la lucha contra la tiranía venezolana, intentarán expulsarla de su seno. Aseguran contar con los necesarios 24 votos. El Secretario General de la misma organización, Luis Almagro, ha hecho llegar al Tribunal Internacional de La Haya una documentada requisitoria contra Maduro y los jefes de la tiranía por los flagrantes casos de violación a los derechos humanos. Es lo que harán los gobiernos de Chile y de Colombia, una vez que Iván Duque asuma la presidencia de la hermana República. Y de prosperar la iniciativa de los Estados Unidos en la OEA, podría ser asumida por muchos otros gobiernos. Puede que dicho alto tribunal también haya sido infiltrado por la corrupción. Como parece. No las tendrá fácil, si la exigencia de un juicio a Maduro y sus secuaces cuenta con tanto respaldo internacional.
Se trata de agotar lo esfuerzos estrictamente políticos para re-encauzar a Venezuela por la senda de la paz y la democracia. Agotados sin resultados positivos, no quedará otra salida que la intervención armada. Todos los elementos se habrán dado como para que ella se revista de una incuestionable legitimidad. A los asesinos se los encarcela, enjuicia y condena. No se les permite continúen asesinando, así cuenten con aliados entre las propias víctimas.