Como llevo 30 años estudiando a los partidos, escribiendo sobre ellos y dando clases de estos, me llegan todos los días a mis buzones artículos de amigos, de los dos lados del espectro político, sobre la muerte de los partidos. El último hoy, y no resisto repetir mi cantinela de que eso me dijeron hace justo tres décadas y que ellos han demostrado ser “duros de matar”, aquí y en Cafarnaúm.
Golpeados si están, en muchas partes, en especial en Estados Unidos con la llegada de un outsider, en España con el fin del bipartidismo y el comienzo de un pluripartidismo casi caótico, y hasta en el Reino Unido con el Brexit. En la propia Colombia con ese 2 por ciento del candidato liberal y la inexistencia de candidato conservador, los partidos más antiguos del mundo en términos de sistema de partidos quedaron muy mal parados también.
Pero lo que no se ha dicho es que en estos países siguen gobernando los partidos, a pesar de todo. En Estados Unidos los republicanos han sido zarandeados pero tienen capacidad de bloqueo y más, en España se acaba de posesionar el líder del partido más antiguo de la democracia española reciente, en Inglaterra se están reacomodando con gran agilidad, y en Colombia los liberales y conservadores se subieron al barco de Duque antes de que se hundiera el de ellos.
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Del mismo modo que en España, en Colombia los remesones fueron por llegada de otros partidos y no de líderes antipartidos. Podemos y Ciudadanos en España son partidos nuevos que antes fueron movimientos, y además van a gobernar tarde o temprano. Lo mismo en Colombia, pues el Centro Democrático, que pasó de ser un movimiento de derecha a un partido de Cartel (construido solo para ganar elecciones), es un auténtico partido hoy. Es verdad, duélale al que le duela. Tiene muy claras su ideología y sus políticas públicas, maneja una jerarquía disciplinada, tiene bancada y tanque de pensamiento y millones de electores, algunos de ellos fanáticos, para bien y para mal.
En textos recientes el catedrático de Salamanca, Manuel Alcántara, defensor por décadas de los partidos como necesidad para la gobernabilidad, ha mostrado también su pesimismo sobre el futuro de los partidos. Comparto con él esa idea de que es un futuro incierto y no voy a decir que no están en crisis. Pero no han muerto, ni aquí ni en Cafarnaúm, es un hecho notable.
Solo para hablar de Colombia, pensemos quien ganó las elecciones: ¿el líder de un movimiento político creado para esta elección y que venía a saltos del Polo Democrático y de otros partidos de Cartel con nombres bonitos y vida corta? Respuesta: No. Ganó el líder de un partido político constituido hace ya un tiempito, quien por más datos viene de una clara familia liberal. Además ganó aliado de sus correligionarios luego de una consulta, provenientes del Partido Conservador de un modo u otro, grupo al que se le sumó oficialmente el Partido Liberal y algunos liberales y casi todos los conservadores. De hecho, entre todos ellos tienen una bancada en el congreso de entre 60 y 70 por ciento, una autentica aplanadora.
Otra cosa es como va a solucionar el Partido Liberal la crisis que se creó a su interior y si al final los conservadores van o no a poder organizar esa confederación de partidos que hace tiempos tienen a su interior. Mas reto aun será reconstruir el Polo Democrático y sobre todo crear un partido de izquierda sin nombre propio, para seguir compitiendo con estos viejos e indestructibles monstruos de los viejos partidos (en lo positivo y lo negativo), a los que como Medusa le crecen nuevos tentáculos al cercenárseles alguno. Los partidos puede que en unas décadas sean reemplazados por otras figuras, pero de momento en las democracias actuales, expandidas por el mundo entero como nunca se soñó, siguen vivitos y coleando.